Ismael Pérez Vigil 10 de abril de 2021
La
unidad es un tema mítico, en la política venezolana. Nadie se atreve a hablar
en contra de la unidad. El concepto se matiza, se relativiza, se dice que no es
un dogma, que es una estrategia más, que unidad no es unanimidad y no implica
renunciar a principios propios, filosofías, ideologías o cuerpos de ideas, que
se dará solo con los que sea posible, y un sin número más de cosas.
Pero
la unidad no se niega y quien lo haga, políticamente estará muerto. Porque hay
una convicción política en el venezolano, en el ciudadano, que ha entendido,
intuitivamente y en la práctica, que no es posible luchar solo contra un
régimen autoritario, contra una dictadura, como se le quiera llamar.
Además,
ha sido gracias a la unidad, en la lucha política y en la arena electoral, el
terreno en que la oposición democrática ha logrado derrotar al régimen, aunque
sea de manera parcial y, sobre todo, contener su desarrollo. La unidad ha
demostrado ser una estrategia eficaz; si la unidad está definida y lograda,
todo lo demás pasa a ser táctica: vía electoral, insurrección popular,
intervención interna o internacional, etc.
Ese
concepto de unidad está presente y a mi modo de ver es el tema central del
reciente pronunciamiento de los partidos políticos democráticos, que se dio a
conocer el martes 6 de abril, de manera definitiva, pues desde hace algunos días
venían circulando diferentes versiones. Algunos dicen que la salida de ese
pronunciamiento tuvo que ver con las declaraciones de la semana pasada de James
Story, el embajador de los Estados Unidos en Venezuela. Si eso es cierto,
después de todo, alguna virtud tuvo ese −para mí− indiscreto pronunciamiento.
En
efecto, después de varios meses de expectante y hasta angustiosa espera, por
una definición, por una declaración sobre estrategia, sobre la ruta a seguir
por parte de la oposición, finalmente “habló la efigie” y los partidos
integrantes del Frente Amplio o del Gobierno Interino, del G4, G7 o G27, como
se le quiera llamar, se pronunciaron.
Tal
pronunciamiento se recoge en un documento cuyo largo nombre, de una vez expresa
las ideas fundamentales y es una síntesis de todo el documento. El documento en
cuestión se denomina: “Partidos políticos acuerdan reconfiguración de la
alianza unitaria y construcción de una coalición más amplia con la sociedad
civil para lograr elecciones libres y ayuda humanitaria”.
Las
ideas fundamentales y, a la vez, lo que serían los objetivos de la oposición
democrática, plasmados en el documento son:
- La idea de unidad, para derrotar a la
dictadura; preservando los “diversos criterios, visiones, aspiraciones e
ideologías”; incluso algunos voceros opositores han comenzado a hablar de
“Volver a la MUD” reconocida como la experiencia organizativa más exitosa
de la oposición en los últimos 22 años.
- Ampliar a otros partidos y a la sociedad
civil los esfuerzos para lograr una mayor unidad; que no es algo nuevo,
recordemos la experiencia de la Coordinadora Democrática, entre 2002 y
2004, que no fue tan exitosa en esa materia de coordinación entre partidos
y sociedad civil, pero asumimos que hay lecciones aprendidas
- Elecciones libres, y toda su coletilla
−justas, verificables, con observación internacional− ampliándola a
elecciones presidenciales, parlamentarias, regionales y locales.
- Ayuda humanitaria, como concepto, como
objetivo y problema principal a atender por parte de la acción opositora.
Creo
que es un documento importante, como cualquier documento de la oposición; pero
algunos lo considerarán poco atractivo, que a lo mejor no llenará las
aspiraciones de muchos, en el sentido de que esperaban un mensaje más
contundente y con más garra, sobre todo después de varios meses de silencio. Se
nota que se buscó y el documento recoge un “compromiso” −no podía ser de otra
manera en un documento político− para complacer e integrar a todos; sobre todo
a los líderes más “fuertes”, con mayor arrastre popular; de allí la mención a
elecciones parlamentarias y presidenciales; pero también a los demás líderes
−de los estados y municipios− y de allí entonces la mención a elecciones
regionales y locales. El documento también busca −y esto es también muy importante−
tender puentes hacia sectores cercanos de la sociedad civil, involucrados en la
actividad política, que reclamaban, con razón, que la oposición debe ocuparse
de la crisis humanitaria y el grave problema de la pandemia.
El
documento es sin duda un primer intento −buen primer intento, vale decir−, si
se le ve como un documento base para la discusión, que es como debe ser
considerado. Para mi gusto, sin embargo, adolece de algunos elementos, por
ejemplo, para solo mencionar uno, no resuelve aún el tema álgido: la posición
frente a las elecciones regionales.
Sobre
esto hay muchas ideas románticas y posiciones de principios; desde los que
afirman que no se le puede “hacer el juego” al régimen avalando unas elecciones
que no son libres ni democráticas, hasta los más prácticos que afirman que no
se deben abandonar “espacios”; pero muchos olvidan que, en la realidad del día
a día, en la práctica, para partidos y dirigentes, las alcaldías, los concejos
municipales, las asambleas legislativas y las gobernaciones, no son solo una
fuente de liderazgo local, de acercamiento a la población, no son simplemente
un “espacio” que se debe mantener, ocupar o rescatar, sino también una fuente
de recursos, de trabajo, de ingresos, de supervivencia, para activistas y militantes
políticos.
Suponemos
que la solución de este dilema será el próximo capítulo, para el que todavía no
se ha logrado un consenso suficiente. Creo que es un punto que no se resolverá
fácilmente, porque por el momento es una pelea que está perdida a nivel de la
opinión pública, del pueblo en general, que no tiene ningún interés en el tema
y que es un campo minado, horadado, ablandado por las políticas de abstención
pasiva y sobre todo por el morbo de la “antipolítica”, que parecía haberse
mitigado en los últimos años, pero que vuelve a surgir con fuerza.
En
cualquier caso, del documento o de un pronunciamiento público, no se podía
esperar un recetario de medidas, un listado de acciones, una sugerencia de
actividades; menos de un cuerpo tan heterogéneo y disímil como lo son los diez
partidos que lo integran; tenía que ser, lo que es: un pronunciamiento general,
con los principios u objetivos que orientarán la acción. La tarea ahora es
llevarlo a la discusión en todos los niveles, en partidos y organizaciones de
la sociedad civil, de donde surgirán las propuestas de acciones concretas,
sobre las cuales se debe reconstruir la oposición. Esa es la tarea
pendiente.
Ismael
Pérez Vigil
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