Carolina Jaimes Branger 06 de febrero de 2023
@cjaimesb
Llego
al aeropuerto internacional de Maiquetía una vez más. Como
la inmensa mayoría de los venezolanos, si no que la mayoría, tengo parte de mi
familia fuera del país. Dos hijas, entre ellos. Trato de ir a verlas cada vez
que puedo, aunque pasé tres años sin ver a mi hija menor entre la pandemia y la
prórroga de mi pasaporte.
El otrora aeropuerto con más movimiento en América Latina parece un cementerio. Counters vacíos, pasillos vacíos, puertas vacías. Eso sí, las bandas para definir las entradas y los recorridos de los espacios de la aduana son larguísimas, como si hubiera miles de personas. Una tristeza recorrerlos y constatar una vez más el desastre que la fulana revolución bolivariana ha sido para el país. El aeropuerto, eso sí, está limpio y bonito. Pero solo. Pocos salimos, pocos regresan. Ya nadie quiere venir.
Recuerdo
que cuando estudiaba elementos de retórica el ejemplo más usual de un oxímoron
– la figura literaria que complementa una palabra con otra de significado
opuesto- después de “inteligencia militar” era “el silencio que grita”. En
Maiquetía grita el silencio. Grita el lamento de un país arrasado en
sus cimientos. Grita el dolor de haber visto partir tantos venezolanos, porque
la mayoría de ellos no regresará. Grita la desolación, el aislamiento, la poca
importancia que Venezuela tiene ahora en el escenario mundial. He comentado
antes, pero es bueno recordarlo, que el Club de Roma, uno de los “think tanks”
más importantes del mundo, en un estudio de prospectiva hecho a principios de
los años setenta sobre qué países en vías de desarrollo a la vuelta del milenio
serían ya países desarrollados, concluyó que estos serían Irán, Irak y
Venezuela. Se pelaron en los tres, demostrando que para determinar progreso no
son suficientes solo los indicadores económicos, sino que hay que también tomar
en cuenta las ideologías. Los tres países fueron víctimas de procesos
revolucionarios y ahí están, como botones de muestra de cuán fácil es destruir
lo que costó tanto construir.
Lo
peor es que a corto plazo -ni a mediano y cuidado si a largo- se vislumbra
salida. La oposición, en su gran mayoría, se ha encargado de darle respiración
boca a boca al régimen cada vez que este ha agonizado y se ha hecho el harakiri
con tijeritas de uña… Razón tenía Einstein al decir que la estupidez
humana es infinita.
Aquí
estoy, escribiendo desde una especie de lounge bonito y cómodo al lado de la
puerta 14. Un lugar así, que es como un espacio de un salón VIP, pero gratis,
estaría abarrotado de gente. Pero no… Tengo solo dos vecinos. En la puerta que
tengo enfrente esperan una docena de pasajeros para abordar un avión. No
hay aviones despegando, o aterrizando. Las tiendas están vacías y los lugares
de comida también… ¿De qué se mantendrán?
En
Maiquetía grita el silencio… Es solo un espejo de la tragedia venezolana.
Carolina
Jaimes Branger
@cjaimesb
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