Por Andrés M. Guevara
Venezuela fue uno de los
países fundadores de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).
En 1960, Juan Pablo Pérez Alfonso, ministro de minas e hidrocarburos, desempeñó
un papel clave alineándose con Irán, Irak, Kuwait y Arabia Saudita para crear
una organización que controlaba más de 80% de las reservas de petróleo del
mundo, pero lo más importante, un tercio de su producción.
La organización (o cartel en
este caso) basa su poder en los principios de la oferta y la demanda. La lógica
es que si se posee una proporción importante de la oferta de un producto
determinado y puede controlarse su producción, entonces puede controlarse el
precio de ese producto para la ventaja del cartel.
Sin embargo, los miembros de
todos los cárteles sufren de falta de disciplina para atenerse a los acuerdos y
tienen una tendencia natural a hacer trampa después de un tiempo, lo que en
última instancia resulta en el fracaso para mantener el precio del producto al
nivel esperado. La cuestión fundamental radica en el hecho de que los cárteles
no tienen una forma de hacer cumplir los acuerdos de suministro entre sus miembros.
Por ejemplo, Venezuela puede estar de acuerdo con Arabia Saudita en reducir la
producción, pero no puede obligar a Arabia Saudita a reducir su producción o
viceversa. Así, por ejemplo, si todos los países acordaron reducir la
oferta 10%, esperando que los precios aumentaran 20% como resultado,
el precio aumenta cuando se hace el anuncio, pero después de un tiempo los
mismos productores que abogaron por reducir la oferta pueden ser fuertemente
tentados a producir más sin informar y así beneficiarse secretamente
de los precios más altos. Finalmente, el “mercado”, una masa heterogénea
formada por productores, consumidores, informantes, transportistas, Estados,
etc., se da cuenta de que el corte de la oferta no fue tan profundo ni tan
prolongado como se anunció y los precios, eventualmente, caen de nuevo.
Esta ha sido una
característica constante de la OPEP en los últimos cincuenta años que ha
dado forma a los precios históricos del petróleo. A pesar de la falla
fundamental del cártel, es cierto que históricamente la OPEP ha influido
efectivamente en el precio del petróleo durante ese período.
Sin embargo, en la última
década la oferta cambió de forma estructural. Mientras una revolución estaba
ocurriendo en Venezuela, otra completamente diferente se estaba desarrollando
en los Estados Unidos (EEUU) a través de una combinación de tecnologías de
petróleo y gas: las más importantes, la combinación de perforación de
pozos horizontales con la fracturación hidráulica de yacimientos. Cientos de
empresas privadas de todos los tamaños lideraron el camino de una revolución
energética conocida como la Revolución del Shale o esquisto. Como
resultado, EEUU ha incrementado significativamente las reservas y producción de
petróleo (un aumento de 2.8 millones de barriles diarios entre 1998 y 2016) y
gas. EEUU ahora exporta gas natural barato al mundo a través de gasoductos y
gas natural licuado. También redujo considerablemente su dependencia de las
importaciones de petróleo y comenzó a exportar crudos livianos, algunos de ellos
a la República Bolivariana de Venezuela para mezclar con el crudo extra pesado
de la Faja Petrolífera del Orinoco “Hugo Chávez Frías”. Los consumidores
estadounidenses ahora disfrutan de gasolina y gas natural barato que además de
favorecer las ventas de Hummers ha hecho posible una ola
reindustrializadora en ese país.
¿Cómo se explica este cambio
fundamental?
La mejor manera de explicarlo
es a través de una curva de oferta, la cual determina a qué precio una
determinada cantidad de un producto puede ser producido rentablemente por los
productores en el mercado.
Históricamente la curva de
oferta del petróleo era tal que si la cantidad producida se reducía en una
cantidad modesta, entonces el precio aumentaba desproporcionadamente en
relación con la reducción de la oferta. En el contexto de la OPEP y de sus
países miembros, el aumento del precio compensaba con creces la reducción de la
producción, aumentando en general los ingresos petroleros de los países
miembros.
Pero la revolución de esquisto
cambió la forma de la curva de oferta. La nueva curva de oferta, refleja el
impacto de los avances tecnológicos que han desbloqueado los recursos naturales
gigantes de esquisto que se pueden producir más económicamente que muchas otras
fuentes de suministro de petróleo, como petróleo en aguas profundas en el
ártico e incluso el crudo extra pesado como el que predomina en Venezuela.
La curva de oferta
posrevolución de esquisto genera un pequeño aumento de precio a pesar de cortar
la producción en la misma proporción que antes.
Nos damos cuenta de que
estamos en un mundo donde el precio del petróleo se mantendrá relativamente
bajo y por un buen tiempo. EEUU ha desbloqueado un recurso tan vasto y ha
aumentado tanto la producción, fuera del control de la OPEP, que a pesar de los
recortes de la producción de la OPEP o el conflicto y la inestabilidad en el
Oriente Medio, los precios del petróleo no superan los 60 dólares por barril.
Es relativamente seguro decir que no vamos a ver los días de 100 dólares por
barril de petróleo de nuevo. Y a menos que el señor Trump prohíba
el fracking hidráulico (que es extremadamente improbable, si no
imposible) la curva de oferta continuará presionando el precio a la baja en la
medida en que tecnología siga avanzando.
Las implicaciones de este
cambio en la curva de oferta son profundas, y cuando se suma a esto que la
demanda de petróleo podría alcanzar su pico histórico en la década de 2030 (o
inclusive antes) y de ahí en adelante caer, comenzamos a notar cambios
fundamentales en el comportamiento de los participantes del mercado.
Del lado de la OPEP la
consigna solía ser la protección de precios y ahora se centra principalmente en
la protección de la cuota de mercado —a pesar del reciente acuerdo para reducir
la producción durante 6 meses—. Eso significa maximizar la producción y no
perder cuota de mercado. En 2016 la producción de Arabia Saudita alcanzó récord
máximos. Por otra parte, Arabia Saudita, que ha sido siempre muy reservada y
cerrada sobre su industria petrolera, decidió abrirse vendiendo 5% de la
empresa Saudi Aramco en la bolsa de valores. Es mejor tener efectivo
en mano hoy que correr el riesgo de no tenerlo en un futuro no tan lejano. Por
último, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos han creado sendos fondos
de inversión mil millonarios para diversificar sus economías petroleras de cara
a un futuro sin petróleo.
¿Cómo leer todo esto? En los
viejos tiempos, un barril que no se produjo hoy podría ser producido en el
futuro. Actualmente, un barril que no se produce hoy podría permanecer bajo
tierra para siempre. Otra forma de verlo es que cada barril que la OPEP recorte
podría ser reemplazado por un barril de esquisto de EEUU.
Fuera de la OPEP, Rusia
también produjo máximos récords en 2016 y los EEUU permitieron exportar petróleo
nuevamente después de décadas de una ley que lo prohibía. Rosneft, la
empresa rusa, también vendió 20% de sus acciones a inversionistas privados y
México abrió su sector petrolero aguas arriba rompiendo el monopolio de Pemex
de 75 años. Y en EEUU, cada vez que se da una señal de precio (bien sea porque
la OPEP anuncia un nuevo recorte o por alguna interrupción geopolítica de la
oferta) los cientos de productores de petróleo de esquisto reaccionan
simplemente abriendo los pozos y produciendo mas crudo a ese precio mayor. El
resultado es que el petróleo de esquisto estadounidense se ha convertido en un
techo para los precios del petróleo mundial.
En general, la producción de
petróleo de alto costo se ha vuelto poco competitiva y será desplazada lenta pero
seguramente por el crudo de esquisto estadounidense que es más económico de
producir. Lamentablemente, Venezuela en lugar de seguir a Arabia Saudita o
Rusia ha hecho lo contrario. Su producción ha disminuido a alrededor de 2
millones de barriles por día, un nivel de producción visto por última vez en la
década de 1970 antes de la nacionalización de la industria.
Las implicaciones para
Venezuela y su sociedad en el mediano y largo plazo pueden ser enormes. De los
casi 300 mil millones de barriles de reservas que poseemos, el tres cuartas
partes es petróleo extra pesado que es costoso de producir, transportar y
procesar. Es sólo cuestión de mirar al norte, a Canadá, que posee la segunda
mayor reserva de petróleo pesado del mundo, para darse cuenta de cómo la
inversión en petróleo pesado está cayendo rápidamente en beneficio de
alternativas más competitivas como el petróleo de esquisto. Y no menciono la
exploración del petróleo del ártico que se detuvo completamente.
Venezuela debe despertar a
esta nueva realidad. Permanecer miembro de la OPEP o no es una cuestión
irrelevante en esta etapa. El cártel perdió efectivamente su capacidad para
controlar los precios del petróleo. Todavía se puede ser un miembro de este
club para acceder a la información de mercado y tener una que otra palanca de
política exterior que podrían ser útiles algún día.
Lo que realmente importa es
que internalizamos el hecho de que hay nuevos competidores que nos obligan a
reorientar nuestra industria de hidrocarburos hacia la maximización de la
producción de manera competitiva. Por ejemplo, he repetido hasta el cansancio
la idea de enfocar nuestra política energética hacia el gas natural. También
será clave la revitalización de la exploración y producción de crudos
convencionales de bajo costo (medianos y livianos en lugar de pesados). Podemos
lograrlo definiendo términos fiscales y de participación atractivos que nos
permitan competir en este nuevo mercado y desbloquear nuestro potencial. Al
cambiar nuestro enfoque con rapidez y audacia tenemos la oportunidad de extraer
algunos de los casi 300 mil millones de barriles de reservas que hacen de
Venezuela el mayor poseedor de reservas en el planeta y con eso proporcionar
las recursos financieros tan necesarios para nuestra sociedad.
Nota técnica:
La curva de oferta muestra a
qué precio una determinada cantidad de un producto puede ser producido
rentablemente por los productores en el mercado.
Históricamente, la curva de
oferta del petróleo era tal que si la cantidad producida se reducía en una cantidad
modesta (x), entonces el precio aumentaba desproporcionadamente (y) a esta
reducción de la oferta. En el contexto de la OPEP y de sus países miembros, el
aumento del precio compensaba con creces la reducción de la producción,
aumentando en general los ingresos petroleros de los países miembros.
Esta lógica es válida porque
la curva de oferta del petróleo era bastante inclinada. Con esta forma de curva
de oferta tiene sentido cortar la producción para aumentar el precio. Los
economistas dirían que esta curva de oferta es inelástica, ya que una pequeña
reducción en la cantidad producida puede producir un gran aumento en el precio.
La revolución de esquisto
cambió la forma de la curva de oferta al achatarla y desplazarla hacia la
derecha. La nueva curva de oferta refleja el impacto de los avances
tecnológicos que han desbloqueado los recursos naturales gigantes de esquisto.
La curva de oferta posrevolución de esquisto genera un pequeño aumento de
precio (y) a pesar de cortar la producción en la misma cantidad (x). Esto es lo
que los economistas llaman una curva de oferta elástica en la que los cambios
en la oferta no mueven casi el precio.
10-03-17
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