Por Jesús “Chúo” Torrealba
Rendimos
cuenta y proponemos caminos:
Acudo hoy ante el pueblo
venezolano para hacer lo que siempre he reclamado: Que aquellas
personas que han ocupado posiciones de cierta responsabilidad pública rindan
cuenta de su gestión. Hoy, cuando las circunstancias de la vida
política y social me colocan exactamente en esa situación, a eso vengo: A
rendir cuenta.
Desde septiembre de 2014,
cuando por unanimidad fui designado Secretario Ejecutivo de la Mesa de la
Unidad Democrática, informé al país cada madrugada a través de la radio y de
las redes sociales las decisiones tomadas, las razones de las mismas y los
objetivos que estas procuraban. Ese ejercicio culminó el pasado
viernes 17 de febrero, cuando hice del conocimiento de los venezolanos un
conjunto de acuerdos, adoptados también por unanimidad, que establecen un nuevo
mecanismo de dirección de la MUD fundamentado en una coordinación colectiva,
una estructura de relación entre el liderazgo político y la sociedad civil y
una vocería política ejercida por los partidos. Me toca entonces hoy
no hacer un balance, porque el mismo corresponde al país, sino un inventario de
lo logrado y también de lo que aun es necesario alcanzar.
En el lapso
septiembre-diciembre del año 2014 logramos reunificar la
oposición, entonces amargamente escindida en dos sectores al borde la
fractura. Evitar esa ruptura y repotenciar la idea misma de la Unidad
fue vital para abordar los retos del 2015. Entonces parecía una
apuesta improbable. Pero lo intentamos y, con el concurso de muchos, lo
logramos.
En 2015 nos tocó enfrentar dos
enemigos muy poderosos: El ventajismo corrupto y represivo del
régimen, por un lado, y el escepticismo desmovilizador de un importante sector
de la sociedad democrática, por otro. Habiendo recuperado en el
último trimestre del 2014 la unidad partidista, era necesario luego recuperar
la confianza del país opositor, lograr el apoyo de millones de chavistas
decepcionados y cohesionar una maquinaria social y partidista capaz de derrotar
al régimen en su propio terreno, con sus propias normas y hasta con su propio
Consejo Nacional Electoral.
Para conseguir eso diseñamos
un plan que hicimos público el 23 de Enero del 2015, en acto realizado fuera de
la zona de confort tradicional de la oposición, desde lo más alto de Petare.
Ese plan obtuvo las tres victorias esperadas: En mayo realizamos
exitosamente las elecciones primarias de la oposición, en agosto logramos el
acuerdo que nos permitió la tarjeta única, y en diciembre arrasamos en las
elecciones parlamentarias, obteniendo la victoria electoral más grande de toda
la historia política venezolana: Dos terceras partes del parlamento
nacional.
Todo eso lo logramos porque
tuvimos una unidad recuperada, un plan común y una dirección colectiva, y
además porque logramos una alianza social que hasta entonces había sido
esquiva: la alianza entre los pobres de siempre y los empobrecidos de
ahora, entre la urbanización y el barrio, entre la clase media y los
sectores populares.
Esta victoria inmensa de la
estrategia electoral, pacífica, constitucional y democrática obtenida al cierre
del 2015, generó en 2016 un gran capital político, que se expresó en un
incremento sustancial del apoyo nacional e internacional a la lucha de los
demócratas venezolanos. El porcentaje de los ciudadanos que en el
país demandaban la salida del régimen subió de 56 % en diciembre de 2015 a 80%
en febrero de 2016. Gobiernos y organismos internacionales que hasta entonces
no eran sensibles a la lucha del pueblo venezolano empezaron a variar su
postura y a apoyar en forma creciente nuestras demandas de democracia y
libertad. A la luz de los hechos, resulta evidente que ese inmenso
capital político no fue administrado con eficiencia y responsabilidad.
En efecto, se produjeron en
2016 dos dinámicas, simultáneas y contradictorias: Mientras en el
país y en el mundo crecía el apoyo a la Mesa de la Unidad Democrática, al
interior de la alianza afloraron contradicciones entre partidos y
liderazgos. Mientras los venezolanos vivieron una auténtica epopeya
ciudadana, firmando, validando sus firmas, marchando y protagonizando jornadas
tan memorables como la Toma de Caracas del 1ro de Septiembre y la Toma de
Venezuela del 26 de Octubre, al interior de la alianza democrática
discrepancias entre agendas particulares hicieron mayor la distancia entre la
lucha de los venezolanos y la victoria que esa lucha merecía.
Episodios como las diferencias
generadas por la competencia interna por la presidencia de la Asamblea Nacional
en el año inaugural de la actual legislatura, la ausencia de consenso para
establecer una única hoja de ruta para lograr el cambio de gobierno, la
imposibilidad de designar para el Referendo Revocatorio un comando de campaña
unitario como el que victoriosamente funcionó para las elecciones
parlamentarias y finalmente la inexistencia de una estrategia unitaria para
defender el Revocatorio del secuestro perpetrado por el Régimen, hicieron
posible que el gigantesco apoyo nacional e internacional de que gozó la lucha
opositora durante los tres primeros trimestres de 2016 se disipara en el último
trimestre de ese año, dejando en buena parte de los venezolanos una mezcla de
desconcierto, decepción y renovado escepticismo.
Hay que reconocer con coraje
que tras el despojo del Referendo Revocatorio la Unidad Democrática se quedó
sin política, y en su lugar algunos sectores e individualidades sólo
atinaron a esgrimir iniciativas que, aunque discutibles, fueron poco
debatidas: La “marcha a Miraflores”, el llamado “Juicio Político al
presidente” y la “declaratoria de abandono del cargo”. Una marcha no
es una estrategia, el “juicio político” no existe en la Constitución y la falta
de eficacia política del llamado “abandono del cargo” hoy salta a la vista. Es
evidente que la sociedad democrática venezolana sigue necesitando diseñar y
ejecutar unitariamente una estrategia que logre convertir en poder político la
sólida mayoría social que indudablemente somos.
Capítulo aparte merece el
llamado “proceso de diálogo” que se realizó del 30 de octubre al 6 de diciembre
de 2016: Necesario es recordar que fue la Mesa de la Unidad
Democrática la que POR UNANIMIDAD de sus miembros solicitó la inclusión de El
Vaticano como facilitador en el proceso de diálogo
nacional. Habiéndose producido el secuestro del Referendo
Revocatorio el 20 de Octubre y el asalto de grupos violentos a la Asamblea
Nacional el 22 de ese mes, la llegada a Caracas del primer enviado del Papa,
Monseñor Emir Paul Tscherrig, el lunes 24 de octubre fue
considerado entonces como algo providencial. Cuando se supo además que en la
tarde de ese lunes 24 Nicolás Maduro haría escala en Roma y que sería recibido
por el propio Papa Francisco, un grupo de relevantes partidos de la MUD
consideró “muy importante” asistir a la reunión pautada para la noche del lunes
24 de octubre con el representante del Papa, los expresidentes invitados por
UNASUR y los representantes del régimen… pero ninguno
quiso enviar un representante de su partido, por temor al “costo político” que
tal asistencia pudiera generar en la opinión pública.
Fue así como ese grupo de
partidos comisionó al Secretario Ejecutivo para que, en solitario, representara
a la MUD en tal reunión. La instalación formal del proceso de diálogo se
produjo cinco días después, el sábado 30 de octubre a las 8 de la
noche. El país tiene derecho a saber que la decisión opositora de
asistir a esa reunión y a ese proceso se tomó apenas media hora
antes, a las 7:30 pm de ese mismo sábado 30.
Estos detalles son relevantes
por una razón esencial: Al evaluar la experiencia de
diálogo intentada en Venezuela entre el 30 de octubre y el 6 de diciembre de
2016, es evidente que la razón fundamental de su fracaso es el
incumplimiento del régimen, y otra razón muy importante para su desafortunado
desenlace es una grave falla de diseño del proceso mismo, al no prever
mecanismos para garantizar el seguimiento y cumplimiento de los
acuerdos. Pero hay una tercera razón de ese fracaso, hasta ahora no
reconocida, explicada ni asumida: El diálogo fracasó también porque
la oposición llegó al mismo sin tener claridad ni consenso alrededor de que
objetivos buscaba en ese proceso, y el mismo fue asumido sin el necesario apoyo
técnico y respaldo profesional, a pesar de que ese apoyo existía y estaba
disponible.
Esto es necesario tenerlo
claro porque la construcción de una solución democrática a la espantosa crisis
nacional va a requerir que los venezolanos ejerzamos con determinación y
valentía nuestro derecho constitucional a la protesta pacífica de calle, pues motivos
para protestar de manera contundente y democrática son hoy
innumerables. Pero al lado de esa protesta enérgica y pacífica debe
haber también una negociación política asertiva, transparente, asumida con
coraje de estadistas y no con melindres de precandidatos, una negociación
política que haga posible la transición a la democracia. Para que
eso sea factible es indispensable aprender de los errores de la experiencia del
diálogo frustrado de 2016, y la única forma de aprender de los errores es
asumiéndolos. Eso es lo serio, lo responsable, y Venezuela no merece
menos.
Por todo esto plantee desde
noviembre de 2016 la necesidad urgente de reestructurar la Mesa de la Unidad
Democrática, para superar las razones que llevaron a la dirección opositora
venezolana a diluir el inmenso capital político de que dispuso. Las
victorias de la Unidad en el 2015 fueron desaprovechadas en 2016 por los
errores de las agendas particulares; Los logros de la dirección colectiva del
2015 fueron desaprovechados en el 2016 por el personalismo y los tics
candidaturales; Los éxitos del “gradualismo” en el 2015 fueron sustituidos por
las decepciones que generó el inmediatismo en el 2016. Más que un
cambio facial o cosmético, la reestructuración de la MUD debe retomar el camino
de triunfos del 2015 y evitar el circulo vicioso de expectativas infladas y
frustraciones terribles que caracterizó el 2016.
A estas alturas, repito lo que
he dicho numerosas veces: Todos los logros alcanzados son patrimonio
del pueblo en lucha, de la ciudadanía movilizada, de los partidos democráticos
y de sus dirigentes. Como coordinador y vocero que fui de la
alianza, asumo la responsabilidad de todas las fallas. Zanjado así
el problema que a algunos paraliza, de la “culpabilidad” y sus costos, como
ciudadano y como demócrata llamo a toda la sociedad democrática a hacer bien lo
que hay que hacer para construir un camino seguro para superar la crisis,
vencer al régimen, lograr un nuevo gobierno y reconstruir la
Nación, y en esa dirección me permito sugerir diez puntos concretos:
1. Asumir, respetar y
proyectar a la Mesa de la Unidad Democrática como dirección política de la
sociedad democrática venezolana y no sólo como alianza electoral.
2. Definir y consensuar una
estrategia común que establezca el tipo de transición a la democracia, el
modelo de Gobierno de Unidad Nacional tanto para la transición como para los
siguientes períodos constitucionales ordinarios, y el Proyecto de
Reconstrucción Nacional que esos gobiernos van a aplicar.
3. Asumir la promoción y
conducción de la CALLE SOCIAL, esto es, la lucha de los venezolanos contra el
hambre, contra la falta de medicinas y en demanda de seguridad, y
orientar esa lucha a la exigencia del cambio político urgente.
4. Asumir la promoción y
conducción de la CALLE ELECTORAL, esto es, realizar las elecciones primarias de
la oposición y poner en la calle a miles de candidatos a gobernadores,
alcaldes, diputados regionales y sus equipos a exigir elecciones y a
encabezar las luchas del pueblo.
5. Aprovechar las elecciones
primarias para consultar a la población sobre aspectos esenciales de la
estrategia y la táctica democrática, para que además de elegir candidatos tales
candidatos tengan un mandato claro del pueblo opositor.
6. Promover, conjuntamente con
la lucha de calle, la lucha institucional y el cerco internacional, un proceso
de negociación política asertivo y transparente, que viabilice la transición
pacífica a la democracia.
7. Optimizar la relación con
la mayoría que está contra Maduro pero que hoy es escéptica sobre el liderazgo
opositor, con el pueblo que fue chavista y con el chavismo no madurista
8. Definir una política clara,
respetuosa, constitucional y republicana sobre el rol institucional de la
Fuerza Armada Nacional en la transición a la democracia y en todo el proceso de
reconstrucción nacional, basada en las previsiones establecidas en el artículo
328 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
9. Definir una política clara
hacia los actores económicos, trabajadores y empresarios, basada en el respeto
y promoción de la propiedad privada y de la libertad de trabajo.
10. Articular coherentemente
la inmensa solidaridad internacional con la lucha democrática del pueblo
venezolana.
Ese es el
reto. Nuestro compromiso es, para lograr esos objetivos, seguir
apoyando a TODO el liderazgo democrático… entendiendo que ningún liderazgo
debe ser más importante que sus partidos, porque vencer el chavismo como
anticultura política pasa por superar el modelo de liderazgo caudillista y sustituirlo
por el liderazgo colaborativo; Nuestro compromiso es seguir apoyando
a TODOS los partidos democráticos… entendiendo que los partidos son
instrumentos del ciudadano para participar en política, es decir, los partidos
deben expresar y representar a los ciudadanos, no
sustituirlos; Nuestro compromiso es seguir promoviendo, de abajo
hacia arriba, la organización y activación de los movimientos sociales
autónomos, gremiales, laborales y comunitarios.
Para enfrentar ese reto y
asumir ese compromiso hemos decidido transformar lo que alguna vez fue sólo un
voluntariado electoral en una alianza de organizaciones populares, en una red
de líderes comunitarios y en una plataforma de servicios para apoyar a todo
aquel que esté en lucha por sus derechos, sin importar a que partido,
sindicato, comunidad o gremio pertenezca. Esa alianza, esa red, esa
plataforma solidaria es LA FUERZA ES LA UNIÓN. Y desde allí
seguiremos luchando, desde el activismo social y la comunicación popular, como
humildes militantes de la Unidad, por la justicia social, la
libertad y la democracia.
Ahora más que nunca… ¡Fuerza,
Venezuela! Porque, como dice nuestro himno nacional, “compatriotas fieles, ¡La
Fuerza Es La Unión!”
11-03-17
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