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viernes, 21 de julio de 2017

COMPROMISO DE GOBERNABILIDAD, por @trinomarquezc



Trino Márquez 20 de julio de 2017
@trinomarquezc

Si la Mesa de la Unidad Democrática fue capaz de organizar un evento tan extraordinario en tan pocos días y con escasos recursos, como la consulta popular del 16 de julio, también está preparada para conducir la reconstrucción nacional en todos los órdenes. El 16-J ha sido, desde el Firmazo y el Reafirmazo, a comienzos de la década pasada, la manifestación de rebeldía y desobediencia civil, nacional e internacional, más impactante expresada por la sociedad venezolana a lo largo de la historia contemporánea. Comparable con los actos de Solidaridad en Polonia, durante el régimen comunista, y con el movimiento de los negros en defensa de sus derechos civiles en los momentos álgidos del racismo en Norteamérica. La claridad y determinación de los dirigentes de la MUD, junto a la mística y disciplina de los voluntarios, permitieron materializar un proyecto que al comienzo parecía quimérico.

El plebiscito ha sido leído con perfecta claridad por la comunidad internacional. La Unión Europea, los Estados Unidos, los gobiernos latinoamericanos y de diversas regiones del mundo, han entendido que la constituyente madurista es un fraude inaceptable a la voluntad de la inmensa mayoría de los venezolanos y le han pedido al gobierno que la retire. Esta glamorosa victoria contrasta con el sonoro fracaso del simulacro organizado por el gobierno -y su aliado incondicional, el CNE- para promover la constituyente comunal.

 El domingo 16-J quedó claro que el pueblo no acepta una constituyente que se convoque a sus espaldas, que desea que la grave crisis nacional se resuelva a través de elecciones populares, que condena la violencia gubernamental y propicia una fórmula de entendimiento entre el oficialismo y el gobierno para hacer posible la resolución pacífica del conflicto. El pueblo, en nombre del principio de la soberanía popular establecido en la Constitución de 1999, le ordenó a Maduro acatar la voluntad de la gente y, en consecuencia, suspender el llamado a la Asamblea Nacional Constituyente. De esa orden debería tomar debida nota la Fuerza Armada, institución vertical y monolítica, concebida para someterse a los dictámenes emanados del soberano, en este caso el pueblo.

 El otro mandato que partió de las urnas va dirigido a la MUD: hasta que el pueblo decida cambiarla, la única Constitución vigente es la del 99. El Estado que aparece diseñado en sus artículos es el único legítimo. Lo diputados actuales representan la expresión de la voluntad del pueblo y esa representación no puede ser conculcada por unos forasteros usurpadores. Todos los funcionarios, incluidos los militares, están obligados a cumplir la Carta Fundamental.

 El Compromiso de Gobernabilidad propuesto por la MUD se inscribe en ese propósito de recuperar el hilo constitucional trazado en la Carta del 99. Los temas tratados son los fundamentales para restablecer los equilibrios institucionales básicos y crear la confianza indispensable para comenzar a recuperar la nación, tan maltrecha por los estragos causados por los rojos. Los destinatarios fundamentales de ese mensaje son los ciudadanos acosados por tantas incertidumbres frente al futuro, los militares, el chavismo disidente y la comunidad internacional.  En el mensaje queda claro que la salida de Maduro de Miraflores  no será un salto al vacío, ni se correrá el riesgo de que el país entre en un período de mayor inestabilidad y violencia. El acuerdo convoca a la nación entera, sin exclusiones odiosas, a enfrentar el reto de rehacer la nación. Deja sin argumentos a quienes de forma machacosa insisten en que la gente no apoya a la oposición democrática porque no la ve como alternativa de poder, ni sabe qué ocurrirá una vez el madurismo sea desplazado, pues no se ve una proposición concreta y confiable. Bueno, pues allí está cubierta esa exigencia.

 Lo que falta para darle credibilidad al Compromiso y consolidar la plataforma de cambio, es cohesionar  el mando. La MUD debe ser el eje del proceso de resistencia, combate y transformación. Tiene que haber un mando unificado, con planes y acciones que respondan a una línea común en esta etapa tan dura. Las acciones intempestivas, espontáneas, cuando son violentas o confrontacionales, causan daño. No es verdad que cada quien debe protestar como se le ocurra. En sociología y en teoría política rige un principio esencial: el todo no está en las partes. Los hechos sociales no surgen de la sumatoria de acciones individuales, sino de la forma específica en la que esas acciones se combinan. Nada de rendirle culto al espontaneísmo o a la anarquía. Así como la MUD puede equivocarse y, en consecuencia, habría que criticarla, la sociedad civil puede hacerlo. Los líderes de la MUD deben demostrar coraje suficiente para unificar la dirección y cuestionar las acciones erráticas que conspiren contra el propósito fundamental: resolver al menor costo posible la enorme crisis nacional.

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