Por Víctor Salmerón
El gobierno ordenó a Duncan,
la única empresa que fabrica baterías para automóviles en Venezuela, rebajar a
la mitad el precio de los 43 modelos que coloca en el mercado. La medida la
ejecutó la Superintendencia Nacional para la Defensa de los Derechos
Socioeconómicos (Sundde) el martes 17 de abril de 2018 tras una inspección en
la que realizó “un análisis exhaustivo sobre la estructura de costos” de la
compañía. Desde abril hasta julio, la Sundde ha autorizado tres ajustes
en el precio de las baterías pero la caída en los ingresos es de tal magnitud
que Duncan no cuenta con recursos para reponer el inventario de materia prima e
insumos que emplea para producir. Luego de 63 años de existencia, el control de
precios ha puesto en riesgo la operatividad de la empresa.
Carlos Urbina, gerente de
asuntos legales de Duncan, explica que “la empresa está fabricando y vendiendo
a pérdida, pero lo que quiero resaltar es que si el precio al que vendes no te
permite adquirir nueva materia prima e insumos, cuando se acabe el inventario
hay que cerrar. No es una lucha por la ganancia, es una lucha por la
continuidad de la producción”.
Agrega que “si hay voluntad de
solucionar el problema todavía se pueden tomar medidas para reponer el
inventario, de lo contrario, en tres meses se profundizará la crisis”.
Precios en hiperinflación
En un entorno donde el Banco
Central emite dinero a un ritmo frenético para financiar al Gobierno, Venezuela
cayó en hiperinflación y los precios aumentan a tasas inéditas en el país. De
acuerdo con la medición que realiza la Asamblea Nacional, en los primeros seis
meses de este año la inflación acumuló un salto de 4.684% y las proyecciones de
entidades financieras y firmas especializadas apuntan a un resultado de seis
dígitos en todo 2018.
César Suárez, gerente de
finanzas de Duncan, explica que no es sencillo responder a la pregunta de
cuánto cuesta producir una batería en las circunstancias actuales: “En
condiciones normales no habría problemas, pero en medio de una hiperinflación
las cifras cambian constantemente, más bien tendría que hablar de cuánto costó
producirla hace poco”.
Utiliza como ejemplo el modelo
de batería 36MR-700 empleado por una gran variedad de vehículos: “El pasado 22
de junio le solicitamos a la Sundde un precio de 49 millones 443 mil bolívares
para este modelo y el 6 de julio nos autorizó a venderla en 17 millones 714 mil
bolívares. En este momento, los precios requeridos por la empresa en función de
la última actualización de costos son, en promedio, 300% superiores a los
establecidos por la Sundde”.
“Si se acaba con la producción
nacional la alternativa para el consumidor es muchísimo más costosa. El precio
de una batería elaborada en China, por ejemplo, es de 38 dólares, pero esto no
toma en cuenta el costo de traerla al país y el margen de ganancia del
importador. Cuando incluyes estos elementos esa batería podría tener un precio
en Venezuela de 90 dólares”, explica César Suárez.
Al tipo de cambio no oficial,
que es la referencia que emplea la mayoría del comercio en Venezuela (una ley
prohíbe mencionarlo), el precio al que Duncan aspiraba a vender su batería
36MR-700 a finales de junio no superaba los quince dólares, un precio ochenta y
tres por ciento menor que su contraparte importada.
Los costos
Duncan necesita componentes
importados para producir las baterías. El más importante son unas láminas
de polietileno que elaboran pocas empresas en el mundo, como Entek y Daramic,
conocidos como separadores. Además, requiere polipropileno, ácido sulfúrico e
implementos para los trabajadores como mascarillas y botas, entre otros
materiales.
Carlos Urbina señala que
“nuestros proveedores tienen una realidad que se traduce en los precios que nos
proponen. Los materiales importados se los compramos en bolívares a quienes los
traen al país y además adquirimos implementos a empresas locales, por ejemplo,
los equipos de seguridad industrial. Estas empresas se ven afectadas por el
aumento en el costo de sus insumos y materia prima que también, en alguna
medida, provienen del exterior”.
El Gobierno ha optado por
reducir al mínimo la oferta de dólares en el mercado oficial luego de no
ahorrar y endeudarse masivamente durante los tiempos de los altos precios del
petróleo. La consecuencia es que en el primer semestre de este año las empresas
privadas solo han podido comprar catorce millones de dólares en las subastas
que organiza el Banco Central, en contraste con el año pasado, cuando durante
el mismo periodo se subastaron ciento dos millones de dólares. En consecuencia,
los proveedores que surten a compañías como Duncan recurren al mercado paralelo
de divisas donde el dólar se cotiza a una tasa que aumenta constantemente y
rebasa abiertamente a la oficial.
La Sundde resaltó en su
comunicado que Duncan “condiciona las ventas” al exigirle al cliente que
entregue la batería que ha quedado inservible al momento de comprar una nueva.
Carlos Urbina indica que “la
única razón por la que es factible hacer una batería en Venezuela es porque el
cliente entrega una batería chatarra al momento de la compra y a través de una
planta que tenemos en Turmero reciclamos el plástico y el plomo a fin de no
tener que importarlos. Sin este proceso, reconocido plenamente en la estructura
de costos, los precios de las baterías serían mucho más elevados”.
Presión laboral
Entre septiembre de 2017 y
abril de este año, en promedio, Duncan produjo 115 mil baterías al mes, pero en
mayo y junio esta cifra descendió hasta 73 mil debido a una falla temporal en
el suministro de ácido sulfúrico por parte de Pequiven y a la desmotivación de
los trabajadores.
“Mientras no hubo la rebaja
forzosa de precios estuvimos en capacidad de incrementar el salario y el
ingreso todos los meses. Esto ya no es posible y los trabajadores sienten que
su poder adquisitivo no se mantiene como antes, por eso hay una desmotivación
que se refleja en las cifras de producción; por ejemplo, nuestra planta en
Cagua debe fabricar cinco mil baterías diarias y solo está elaborando 2 mil
500. Transmitimos el mensaje de que las metas de producción deben mantenerse,
pero es muy difícil lograrlo”, dice Carlos Urbina.
“Sabemos que los trabajadores
están pasando una situación difícil, por eso a pesar de los problemas de flujo
de caja hemos hecho mejoras a través de bonos, pero el salario está congelado
desde marzo. Otro aspecto relevante de esta crisis es que estamos perdiendo
personal calificado, ingenieros que se han formado en nuestras plantas y tienen
un conocimiento sumamente valioso. La pérdida de este recurso humano se ha
profundizado desde abril, entre otras cosas, porque saben que una empresa con
estas regulaciones en medio de una hiperinflación no tiene perspectivas”,
afirma Carlos Urbina.
El consumidor
Es domingo 8 de julio y a las
cuatro de la tarde una fila de sesenta vehículos espera porque la sede de
Duncan en Los Ruices, Caracas, abra sus puertas a las siete de la mañana del
día siguiente. Jorge Castillo, quien encabeza la cola, afirma que “al igual que
el resto voy a amanecer, ya me puse de acuerdo con tres amigos que hice aquí y
jugaremos dominó toda la noche”.
Diez vehículos más atrás José
Hernández espera con su esposa y una bebé de dos meses dentro de una camioneta.
“Venimos desde Coro, allá es imposible comprarla, hay gente que tiene hasta dos
meses tratando”, dice con resignación.
Cada día esta sede de Duncan
atiende aproximadamente a 180 personas y solo tras una larga espera de más de
24 horas es posible comprar una batería. Carlos Urbina explica que “la Sundde
nos hace responsables del precio final, por eso solo vendemos donde podemos
tener el control. Para evitar que personas compren baterías para revenderlas
colocamos restricciones, pero la distorsión de precios es tal que existe un
incentivo muy grande para burlar las regulaciones”.
“Tras la reducción arbitraria
de los precios se exacerbó la demanda. Si alguien consigue cinco baterías y las
revende a quienes no quieren hacer la cola o cruza la frontera, obtiene una
buena ganancia. Además, está el impacto de la caída que ha habido en la
producción y por eso hay escasez de algunos tipos de batería. Lamentablemente,
en vez de dedicar nuestro tiempo y esfuerzo a cómo lograr que el cliente tenga
una experiencia grata, tenemos que dedicarnos a controlar”, dice Carlos Urbina.
Los controles implementados
contemplan que solo el dueño del vehículo puede comprar la batería y se le
exige que presente la cédula de identidad, el carnet de circulación y que acuda
con el automóvil en cuestión. Con estos datos, un sistema lo bloquea e impide
que compre otra batería durante seis meses.
Pero el mercado de baterías
“bachaqueadas” está activo. Un hombre se desplaza lentamente en moto frente a
la fila de conductores que espera pacientemente a las puertas de Duncan y
ofrece baterías a 100 millones de bolívares.
10-07-18
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