Por Claudio Nazoa
La cerveza es una emperatriz
amarga, astuta e inmortal, coronada con espuma blanca. Otras bebidas la han
embestido, pero ella mantiene su reputación. Como si pensara, en lata, botella,
barrica o sifón, espera su turno.
El vino tiene cazada una pelea
con la cerveza. Antes de abrir el bar, desde los anaqueles, la mira de reojo…
El vino, en secreto, la desprecia.
Dorada de orgullo y alborotada
de cebada, la cerveza dice:
—¡Mira mi espuma…! Mis
burbujas...
Ante tanta altanería, el vino
recibe a Madame Champagne, su madre. Ella viajó hasta el sitio de la trifulca
en elegantes y burbujeantes copas de cristal D'arques. Con autoridad
aristocrática expresa:
—¡Je viens d'arriver de
France! y no permité que nadie ose llamarse vino, a no ser que descienda de
la raisin fermenté.
—Disculpe, doña –interviene el
ron– pero...
—¡Silencio, chusma! Tu madre
es melaza de caña de azúcar... ¡Saquen a este morenito de aquí! –ordena el vino
blanco envalentonado por la presencia de su madre francesa.
—Déjenlo que hable –murmura un
coñac anciano que dormitaba en un rincón.
—Muy bien –dice Madame
Champagne– que hable.
—¡Gracias, majestad! –replica
el ron– He pasado años recluido en barricas de roble. Pagué mi condena y tuve
tiempo de cultivarme y envejecer… Pienso que los dos tienen razón. El vino es
de uva y la cerveza también es vino, pero de cebada y…
Un acento recio y elegante
interrumpe:
—Please, I also want to speak.
—¡Ah Dios, cará!, el que
faltaba. El musiú inglés –murmura una botella de ponche crema venezolano de
Eliodoro González P.
El whisky, sin inmutarse,
continúa:
—Yo querer hablar. Si de
abolengo, tradición y alcurnia se trata, aquí estar los ingleses quienes,
aunque andamos en faldas, tenemos los pantalones bien puestos.
—¡Púyalo, Johnnie…! –grita el
viejecito Parr desde su botella ámbar.
El elegante Johnnie Walker,
caminando apuradísimo por la barra, suena su bastón de plata con cacha de
marfil y se hace escuchar:
—Si alguno de nosotros no
cumple con lo etiquetado, la culpable es la longeva reina Isabel II. Por ley,
ella autoriza nuestra salida de Escocia. Con la mano en la etiqueta, respondan:
¿a quién de ustedes lo respalda un rey?
—Johnnie tiene razón –acota el
ponche crema.
De pronto, Andrés Guevara, el
barman, abre el bar. Las bebidas, cual prostitutas silenciosas, van a un lugar
más íntimo.
Andrés se dispone a comenzar
la noche y como si hubiera escuchado, comenta:
—Cada licor tiene un momento y
un tiempo, incluso algunos, un templo especial.
09-07-18
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