Laureano Márquez 11 de julio de 2018
Un
vehículo estaciona en la entrada del Domus Sanctae Marthae, una residencia
construida por S.S. Juan Pablo II para albergar a los cardenales durante el
cónclave y que el Papa ha tomado como su lugar de residencia en vez del Palacio
Apostólico.
Un
Guardia Suizo, hace saludo militar y abre la puerta trasera de la que desciende
a toda prisa Monseñor Parolin. La presencia del Secretario de Estado, fuera del
horario habitual, llama la atención de las hermanitas de las Hijas de la
Caridad de San Vicente de Paul, administradoras de la casa.
– Buon
pomeriggio, Monsignore- dijo con su habitual serenidad Sor Teresa.
– Buon pomeriggio, sorella. Il Santo Padre è già andato a letto?
– È appena andato nella sua stanza. C’è ancora luce -replicó la religiosa.
– Devo parlare con lui con urgenza, la prego di farglielo sapere.
– Subito, Monsignore.
Sor
Teresa se dirige a la habitación privada del Santo Padre, que se encuentra en
la planta baja para ahorrarle al Papa la dificultad de las escaleras y con cercanía
al comedor, porque facilita su atención cuando tarde, leyendo, pide agua
caliente para el mate. Toca con suavidad la puerta y habla bajo.
–
Santità, Monsignor Parolin.
– A quest’ora? Lo lasci entrare, sorella.
Se
escuchó la voz desde el interior con el característico acento italiano del Papa
argentino, quien con su Secretario de Estado prefería hablar siempre en
español, idioma que monseñor Parolin maneja como lengua materna, entre otras
cosas porque pasó muchos años como Nuncio en Venezuela, hasta que vio un cartel
en la cercanía de la Nunciatura que decía “Prohibido pegar anuncios” y se dijo:
“uy esto se está poniendo feo” y pidió relevo.
Sor
Teresa abrió la puerta de la habitación, el Papa se levantó con dificultad de
su reclinatorio donde realizaba sus oraciones de completas, la última oración
de la Liturgia de las Horas.
–
Santidad, buenas noches, perdone que le moleste, tenemos una llamada urgente de
Venezuela.
– Venezuela, Venezuela…Ché, qué dolor de cabeza Venezuela. ¿Qué ha pasado ahora? ¿Algo con Zapatero? ¿Le hicieron daño?
– No, no Santo Padre, él se hace daño solito -bromeó Parolin esbozando una sonrisa, que el Papa no correspondió-, es una cosa insólita. Hemos recibido una llamada de la presidencia para autorizar una misa para pedir el aumento de la producción petrolera.
– Parolin ¿Estás de broma? ¿Qué, estamos en diciembre?, ¿es el día de los Santos Inocentes?
– No, Santo Padre, le hablo en serio. Quieren hacer una misa para aumentar la producción. Como hemos tenido tantas dificultades con la imagen de Su Santidad en relación con Venezuela, no quise dar una respuesta inoportuna sin consultarle. A nadie le gustó por allá que recibiera usted a Zapatero, por ejemplo. Todo lo de Venezuela es muy delicado. Usted sabe que en las redes pueden destruirle. Tienen más fuerza que un batallón de la Guardia Suiza.
– Pará, pará, Parolin. Es que con Venezuela yo me pierdo, me pieeeerdo!!!. ¿Estás tratando de decirme que un gobierno comunista, marxista..
– …y leninista- interrumpió Parolin.
– …y leninista -confirmó el Papa, haciendo sobre su pecho la señal de la cruz- … está pidiendo permiso para realizar una misa? ¿Una misa para ateos? ¿Qué es esto? ¿Una misa para que aumente la producción petrolera? ¿Se volvieron locos? ¿Y por qué no activan los pozos? ¿Por qué no le pagan a los proveedores que les están embargando? ¿Por que no paran la fuga de talentos? ¿Por qué no venden la nafta al precio que es?…Pero bendito sea San Lorenzo, diácono y mártir. ¿Una misa para aumentar la producción petrolera?
¡Yo pensé que ya lo había escuchado todo!, es que ni Cristina. ¿Es que esta gente no conoce el refrán: a Dios rogando y con los taladros perforando? Ya entiendo por qué Urosa me presentó la renuncia. Esto no hay quien lo aguante. Hasta miedo me da que el Cardenal Porras me cuelgue los hábitos con tanto estrés.
– ¿Qué les digo Santidad?
– Vos llamá al Padre Arturo Sosa y que nos aconseje qué hacer…
– Ya lo intenté, pero está en Bilbao.
– Andá Parolin, andá, deciles que sí -dijo el Papa con resignación franciscana.
– ¿Qué recomendamos para la primera lectura, Santo Padre? ¿Los sueños de José de las vacas gordas y las flacas?
– No, mejor la de las 7 plagas de Egipto, que eran 10.
– Muy bien, Santidad, no le molesto más, que tenga una buena y santa noche.
– Andá Parolin, buenas noches.
Monseñor
Parolin cerró sin hacer ruido la puerta de la estancia papal. Mientras se
alejaba rumbo a la entrada principal donde le esperaba Sor Teresa, oyó al Papa
murmurar:
– ¡Una
misa!, perdieron la chaveta. ¡Esta gente lo que necesita es un exorcismo!
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