Por Simón García
La oposición se encuentra en
el escenario menos deseable que se le pueda imaginar:
1.
Maduro gobierna de facto y se legitima mediante
el uso del Estado y la Fuerza Armada. Aumenta su control sobre la sociedad.
2.
Se afirma el país invivible con una doble
reacción: una población obligada a la adaptación y un gobierno que maneja el
hambre como mecanismo de sumisión y dependencia.
3.
Las protestas políticas son sofocadas mediante
represión y las reivindicativas, aisladas y carentes de carga de cambios, hasta
ahora son vigiladas y relativamente toleradas.
4.
La oposición continúa fragmentándose y parte de
ella se fuga hacia una dimensión ficticia llena de réplicas de órganos del Estado,
en el exilio y sin poder.
5.
La comunidad internacional parece inclinarse a
presionar un nuevo diálogo con Maduro y guardar en la cajita de las amenazas no
creíbles la solución militar.
Es cierto que el régimen tiene
enormes debilidades, tropieza con demasiadas dificultades, está aislado
internacionalmente y lo afecta fuertemente las crisis que él ha creado. Pero su
hegemonía puede convertirse en un poder crónico por ausencia de fuerzas y
presiones internas eficaces para combatirlo.
La oposición se ha menguado.
No hay motivos para el optimismo y apenas si tiempo para refugiarse en la razón
y mantener, frente a evidencias en contra, la voluntad de cambio.
Los signos en los cuales
pudiera descifrarse una nueva situación son sinuosos, ocultan más que lo que
sugieren. Entre ellos:
1.
El lento final de la MUD que el retiro de AD
explicita. Para el partido más vinculado a la consagración del voto universal,
directo y secreto debía resultar incómodo entretenerse en distinguir, frente a
una dictadura, las diferencias entre votar y elegir o adivinar donde reside la
legitimidad de un régimen que existe contra la Constitución. AD ya no podía
ceder más.
2.
Ahora la oposición partidista es pluripolar y
debe explorar una nueva concepción unificadora. Su eje debe ser cuál estrategia
y para qué.
3.
Ni el descontento, ni las protestas sociales
están afectando al núcleo central del bloque hegemónico. Las contradicciones en
su seno no se expresan en corrientes internas, sino en figuras que demandan
ajustes sin alterar la estructura de poder. Son minorías periféricas y fugas de
base todavía inocuas.
4.
El descontento busca cauces al margen de los
partidos. Despuntan actores, invisibles y visibles, que están constituyendo
redes de organizaciones sociales con autonomía, pero que para construir un
horizonte de cambios políticos requieren una nueva relación con los partidos. Y
pueden no quererla.
El rumbo sigue incierto, los
medios no tienen consenso y la ruta no está clara. La lucha de las enfermeras y
de los profesores universitarios es un desafío a que los partidos hagan una
política diferente a las fórmulas convencionales.
Hacia adelante tendrán que
asumir la elección de concejales y probablemente el referendo sobre la nueva
Constitución. La oposición está urgida de recuperar un mecanismo para la acción
conjunta en torno a iniciativas concretas y de ejercer la política como
orientación a los ciudadanos sobre qué hacer. O si no, ¡para que existe?
10-07-18
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