Por Jordy Enrique Moncada
En la Venezuela actual, nuestra generación tiene dos posibles maneras de actuar: continuar siendo una generación-voto, alienada y sustraída de la participación real en el destino de la nación, o la otra forma, más sublime, que corresponde a nuestra herencia histórica, al semblante que en la humanidad ha tenido siempre la juventud: el de tomar las armas de la razón para reinventar nuestro presente.
Editorial de El Guasinero, noviembre de 2004.
La división de la juventud venezolana atraviesa por una preocupante división: 1) aquellos que nos preocupamos por el destino del país y estamos en constante formación social, académica y política para asumir que ya no somos una generación de relevo, sino la generación que releva, aquellos que nos sabemos con el derecho de levantar la mano para opinar con fundamento; y 2) aquellos que se preocupan por saber cuál será el próximo bar que visitarán, aquellos que por mayor preocupación tienen definir a qué playa van a acudir el próximo fin de semana para tomarse sus cubalibres, aquellos que nunca leerán este artículo, pues lo último que leen es el periódico.
Frente a esta ineludible realidad, la tarea es clara y compleja. Si en verdad buscamos un cambio en el destino de nuestra nación, el mensaje debe ir dirigido a aquellos jóvenes que no han entendido el momento histórico que atraviesa nuestra generación. No pretendemos que todos los jóvenes venezolanos sean actores políticos, pero sí actores críticos en la construcción de una sociedad que se encuentra bastante deteriorada, que sean actores en la búsqueda interna de valores que lleven a la armonía entre nuestros habitantes.
La gran mayoría de la población venezolana está constituida por jóvenes. El reto es hacer que esta gran población comience a ser crítica, dejando de ser una generación loro, en donde sólo se repite aquello que se escucha en la mesa cuando papá o mamá comenta algún episodio de nuestra acontecida vida política.
El llamado no es otro que a infundir la semilla del criterio en nuestros jóvenes. La falta de criterio propio es la plaga más grande que puede azotar a ser humano alguno, y por ahora muchos de nuestros jóvenes sufren de ella. Es necesaria la introspección que determine el verdadero rol que demanda en cada uno de ellos el momento histórico que atravesamos.
Venezuela necesita de una juventud comprometida con el destino de la nación, dispuesta a sacrificar esa costumbre de aferrarnos a la indiferencia, que termine de tomar las riendas de la sociedad y encaminarse al destino que merece, pero ese resultado jamás podrá verse mientras sólo sea un sector de la juventud, y me atrevo a decir que el minoritario, el que se preocupe por nuestro destino.
Publicado por:
http://www.plantabaja.com.ve/?p=1886
En la Venezuela actual, nuestra generación tiene dos posibles maneras de actuar: continuar siendo una generación-voto, alienada y sustraída de la participación real en el destino de la nación, o la otra forma, más sublime, que corresponde a nuestra herencia histórica, al semblante que en la humanidad ha tenido siempre la juventud: el de tomar las armas de la razón para reinventar nuestro presente.
Editorial de El Guasinero, noviembre de 2004.
La división de la juventud venezolana atraviesa por una preocupante división: 1) aquellos que nos preocupamos por el destino del país y estamos en constante formación social, académica y política para asumir que ya no somos una generación de relevo, sino la generación que releva, aquellos que nos sabemos con el derecho de levantar la mano para opinar con fundamento; y 2) aquellos que se preocupan por saber cuál será el próximo bar que visitarán, aquellos que por mayor preocupación tienen definir a qué playa van a acudir el próximo fin de semana para tomarse sus cubalibres, aquellos que nunca leerán este artículo, pues lo último que leen es el periódico.
Frente a esta ineludible realidad, la tarea es clara y compleja. Si en verdad buscamos un cambio en el destino de nuestra nación, el mensaje debe ir dirigido a aquellos jóvenes que no han entendido el momento histórico que atraviesa nuestra generación. No pretendemos que todos los jóvenes venezolanos sean actores políticos, pero sí actores críticos en la construcción de una sociedad que se encuentra bastante deteriorada, que sean actores en la búsqueda interna de valores que lleven a la armonía entre nuestros habitantes.
La gran mayoría de la población venezolana está constituida por jóvenes. El reto es hacer que esta gran población comience a ser crítica, dejando de ser una generación loro, en donde sólo se repite aquello que se escucha en la mesa cuando papá o mamá comenta algún episodio de nuestra acontecida vida política.
El llamado no es otro que a infundir la semilla del criterio en nuestros jóvenes. La falta de criterio propio es la plaga más grande que puede azotar a ser humano alguno, y por ahora muchos de nuestros jóvenes sufren de ella. Es necesaria la introspección que determine el verdadero rol que demanda en cada uno de ellos el momento histórico que atravesamos.
Venezuela necesita de una juventud comprometida con el destino de la nación, dispuesta a sacrificar esa costumbre de aferrarnos a la indiferencia, que termine de tomar las riendas de la sociedad y encaminarse al destino que merece, pero ese resultado jamás podrá verse mientras sólo sea un sector de la juventud, y me atrevo a decir que el minoritario, el que se preocupe por nuestro destino.
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