miércoles, 2 de marzo de 2011
Crónica de una huelga, UCAB y UCV unidos siempre
Por Gabriel Bastidas
“Gabo qué decidieron??”, decía un inbox de Roderick Navarro en Facebook. Con esta pregunta trascurría la tarde del miércoles 16 de febrero, fecha en la que un grupo de jóvenes cumplía ya 16 días en huelga de hambre frente a la sede de la OEA. Y empezamos a llegar; allí, a la OEA. Una larga noche de conversaciones, discusiones, de pensar y analizar, volver a discutir, llamadas, gente rara que llegaba… ya sospechaban de nuestra decisión, pero no había vuelta atrás. “Mami, bendición. Mañana me sumo a la huelga de hambre con otros ucabistas y unos chamos de la UCV”, fue la llamada a Puerto La Cruz.
Con un sentimiento de vacío en el estómago nos fuimos a comer nuestra última cena: una cachapa; en realidad media cachapa, porque la ansiedad hizo que mi estómago se llenara rápido. “Señor, nos trae un tres en uno para todos, con bastante vitaminas”, pero no había tres en uno, así que lechosa fue la elección. Entre risas y comentarios serios, mucho nerviosismo, transcurrió la comida; comida que resultó ser la más cara de la vida (todavía pensamos que nos robaron). “Mañana a las 7:00 am tenemos que estar en la clínica para que nos hagan los estudios médicos”.
Y eran las 3:30 am y aún no encontraba el sueño. Solo dos horas logré dormir. 6 de la mañana y muchas cosas por hacer: un correo a los jefes para informar que no podría ir a trabajar; hablar de nuevo con mis papás; armar un bolso con las muchas camisas del movimiento estudiantil, comerme un cambur topocho que quedaba en la nevera (nos recomendaron comer potasio)… “Basso, voy en camino”, pero una cola hacía que el día transcurriera más lento, mientras que en la autobús sonaba un reggaetón que provocaba ponerse a bailar (revisar #camioneticas en el TL de @arigabriella).
La decisión aún era secreto para muchos, pero otros sospechaban y con mucha suspicacia preguntaban “¿por qué te acostaste tan tarde y estás despierto tan temprano?”- El metro se movía lentamente, y nuestra mente aprovechaba para hacernos dudar si estábamos tomando una buena decisión.
Llegamos a la clínica, y pasaban los minutos, las horas, y la ansiedad y los nervios aumentaban. Unas llamadas aumentaban el estrés; otras nos relajaban y hacían reír: “Epa, ¿cómo sigues de la rasca del lunes?”. Pasaban los minutos, las horas, y a las 11:00 am por fin nos empezaron a atender. Mientras tanto, un jugo tres en uno y sandwich de jamón de pavo y queso amarillo… y una llamada apuraba las cosas: “baja rápido al sótano 2 que nos van a sacar la sangre”. Ya estábamos listos.
¡Córrele!. Los periodistas nos esperaban en la OEA, la rueda de prensa ya llevaba atrasada una hora. Y la cola en la autopista no era normal. “Llamada entrante de Cristofer Correia”. ¡QUÉ ESTRÉS! Hasta que llegamos. “Por fin” decían los camarógrafos, mientras que la reportera de Canal I esperaba sentada en el piso comiéndose una ovomaltina. Y lo anunciamos al país: “Hemos decidido sumarnos a la huelga de hambre. Los estudiantes no estamos jugando carritos”
Pasaban los minutos y aún no estábamos sentados en el punto escogido declarados en huelga. Un toque técnico en casa de Cristofer, donde nos tenían grabadas las declaraciones de “Ramiro González”, y ahora sí, rumbo a la embajada de Brasil a instalarnos; fue un largo trayecto, en el que el sueño y el cansancio nos arropaban. “¿Ajá, y qué hacemos? ¿Nos sentamos y ya?”, pues sí, y para nuestra sorpresa no nos tocó sentarnos solos, ya que nos esperaba en el lugar un gran número de ucabistas.
El sol se empezaba a ocultar, y nuestras baterías, las de los blackberrys, se empezaban a agotar. “¿En qué los podemos ayudar? ¿Qué les traemos?” preguntaba la gente que se acercaba; “¡Una extensión, por favor!”. La solidaridad se hizo sentir desde el primer momento. “Necesitamos una pancarta que diga que estamos en huelga, vayan a comprar papel bond”, decía yo estresado (pensando comunicacionalmente).
Poco a poco fueron llegando el toldo, las colchonetas, cobijas, y la tela para la pancarta: “Huelga de hambre, #OperaciónLibertad”. A las 2:00 am llegó una familia con una extensión; ya las baterías de los teléfonos estaban muertas, así que cuando los enchufamos la cantidad de pines, mensajes, llamadas perdidas y tweets no era normal. Nuestra primera noche fue una noche fría, en la que dormimos amuñuñados bajo un toldo con cuatro colchonetas.
Entre cornetazos, frío y la pregunta “¿De qué sabor quieren el pedialyte?” comenzaba nuestra jornada a las 6 de la mañana. El primer día la falta de baño hizo que algunos hicieran también huelga de suero y agua, ya que no había dónde vaciar la vejiga. Muchos amigos se acercaron desde las primeras horas; otros aún sorprendidos llamaban para confirmar la información. La primera personalidad en visitarnos fue la rectora de la UCV, Cecilia García Arocha, quien aseguró que la sociedad venezolana debía apoyar la lucha de los jóvenes.
Pasaban las horas del primer día y no quedaba más que leer algunas páginas de un libro, twittear, ver televisión, twittear, hablar con las visitar, twittear, y twittear. Los médicos de la Clínica Santa Inés del Parque Social de la UCAB fueron los primeros en prestarnos apoyo y revisarnos: todo bien hasta el momento. Finalizando la tarde nos llega una noticia: se abre la huelga en la Embajada de Paraguay.
Cae la segunda noche y la solidaridad era mayor. Ya con otros toldos, más colchonetas, y muchos compañeros de la UCAB, UCSAR y UCV acompañándonos, las cosas fluían mejor. Una gran tela comenzaba a mostrar las letras de lo que sería una pancarta para la historia: “UCAB y UCV unidos siempre”.
Al día siguiente la noticia ya le daba la vuelta al mundo: “Brasil entra na mira de estudiantes anti-Chávez” titulaba Folha de Sao Paulo. Una nueva visita de la rectora de la UCV ratificaba que “la UCAB y la UCV somos universidades hermanas.” Más medios llegaban; incluso el taco de VTV se hizo presente en la embajada de Brasil, mientras que mi papá y mi mamá arribaban de Puerto La Cruz, sin saber que minutos más tarde serían entrevistados por el mismo canal del Estado, y una foto suya recorrería los principales medios del país.
Esa tarde tuvimos la visita del rector de la UCAB, José Virtuoso, junto al Decano de Desarrollo Estudiantil. El ex rector de la USB, Benjamín Scharifker también se acercó a dar su apoyo… sobran las palabras. “Negro, toma la foto, toma la foto”.
Tal era la solidaridad de nuestros compañeros, que la noche del sábado se peleaban por ver quiénes se quedaban a cuidarnos. Ese día se corrió el rumor de que seríamos atacados por grupos afectos al oficialismo, así que el equipo de logística se preparó para resguardar todos los flancos del campamento; sin embargo no ocurrió ninguna situación irregular, más allá de la visita del gobernador del Táchira y Liliana Hernández cercano a la media noche.
Pedialyte, pedialyte, pediayte; empezaba un nuevo día de huelga. “Ari, me puedes traer un agua porfa”, pedía Juan Carlos, y de repente… “COCOOOOOO”, por confusión le dieron el peor sabor de suero, bueno a Roderick sí le gustaba.
Minutos más tarde, a media mañana del domingo, hacía su entrada, con todo su aparataje, el alcalde Ledezma. También nos acompañaban los diputados Hiram Gaviria, Richard Blanco y María Corina Machado. Muchas visitas y mensajes de apoyo, pero una llamada hizo que las fuerzas se recargaran al mil porciento: mi bisabuela, quien cumplía 95 años ese día, me decía que nos encomendaba a San Pablo.
Con agua y shampoo las chicas del gran equipo de logística nos asearon el cabello… ¡hacía falta! El día fue largo, y la tarde más aún, calurosa, con muchos periodistas internacionales y un aroma a parrilla; claro, al frente teníamos cinco restaurantes. De repente unas niñas, seguramente de los últimos años de bachillerato, nos acompañan y amenizaban la noche cantándonos gaitas, , mientras que otra joven grababa videos para subirlos a “I Report” de CNN.
Aplausos, bendiciones, estampitas y saludos tras la cinta de “no pase, peligro”, mientras que nosotros los huelguistas, acostados ya en unos catres, manteníamos nuestras interesantes “conversaciones tras tapabocas”. Esa noche Morfeo fingía demencia, y a la una de la mañana el sueño aún no llegaba.
Ya el lunes corrían diversas informaciones. A mitad de mañana dolorosamente nos enteramos de la descompensación del compañero Lorent Saleh en la OEA, pero con fuerza se repuso y a las 12 del mediodía, junto al ucabista Reinaldo Díaz se convocó a la siguiente fase de la Operación Libertad: todos a la calle. “¿Venezuela, qué más necesitas para solidarizarte con tus jóvenes?” preguntaba el representante de la UCAB mientras llamaba a una movilización en respaldo a la protesta juvenil; apoyo que minutos más tarde llegaría desde la juventud del partido de la U de Colombia.
Esa noche la Operación Libertad se extendía y se abría la huelga en las embajadas de Perú y México, mientras por Brasil hacía presencia “el más despreciable de todos.” Reuniones por aquí, conversaciones por allá. “¿Para dónde vas tú, Gabriel?” – “Para el Cogres”; los ucabistas finiquitábamos los puntos para la movilización del martes: asamblea a las 9 de la mañana en la UCAB y de ahí para la marcha.
Un “helado de amor de las muñecas para el ken” aplacó mi hambre, luego de 100 horas de ayuna. “@RoderickNavarro cuelga el teléfono. @Gbastidas apaga la tv. @dal88 cierra el tuiter. Duérmanse no joda!” twitteaba @dubbios, de guardia en logística esa noche; aunque en realidad quien estaba más “animado” era Juan Carlos con sus amores de huelga …”por Leonardo Padrón.”
El desayuno del martes, pedialyte de durazno, seguido de una merienda de pedialyte de piña, mientras que en la OEA un grupo de camisas rojas sin escrúpulos intentaba sabotear la huelga montando “una parrillita”. La marcha que tenía previsto dirigirse a la Cancillería cambió su rumbo para prestar apoyo en la OEA ante el ataque de seguidores del oficialismo. En Brasil estábamos a las expectativas.
“Avance”, anunciaba Globovisión a las 12:20 de la tarde: Lorent Saleh informaba que el gobierno había cedido a la liberación de siete presos políticos, y tras logrados una serie de objetivos la huelga se levantaba. En nuestra embajada los aplausos no se hicieron esperar y con unos Gatorade nos pusimos a celebrar. Ya nuestro cerebro se mentalizaba en que podíamos comer y nuestro estómago pedía comida.
A correr para la OEA. Al grito de “UCAB y UCV unidos otra vez” hicimos entrada abrazados; un momento muy emotivo. Un cuadrito de un chocolate y unas compotas fue lo primero que ingerimos, mientras que la ansiedad aumentaba: queríamos comer pero logística no nos dejaba. De regreso a Brasil, sólo nos permitían tomar Ensure, pero a media noche unas sopas escondidas llegaron a nuestros estómagos.
Nuestra última noche transcurrió entre la melancolía de la despedida, el cansancio tras cinco días sin comer y una pertinaz lluvia que “llenó nuestro rancho de agua”.
Una experiencia histórica, una enseñanza de vida, que nos deja con la convicción de que cuando se quiere se puede, que unidos somos más fuertes, y que Venezuela sí tiene futuro y nos pertenece a nosotros, a esta generación que ha decidido ser libre.
No queda más que el agradecimiento a todos los familiares, amigos y ciudadanos que nos brindaron su apoyo y solidaridad; un gran reconocimiento y gratitud para todo el equipo de logística, quienes siempre estuvieron atentos a nuestras necesidades; y un fuerte abrazo a los compañeros ex huelguistas y ahora grandes amigos Alejandro Suárez, Juan Carlos García, Roderick Navarro y Dalmiro González. Definitivamente, ¡UCAB Y UCV UNIDOS SIEMPRE!
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