domingo, 13 de marzo de 2011
Despachos desde Libia: miedo al colapso y una mirada a Japón
Por Jon Lee Anderson, 12 de Marzo 2011
Ayer, luego de la pérdida de Ras Lanuf a manos de las fuerzas de Khadafi, el foco del ataque se trasladó a la refinería del pueblo, ubicada a dieciseises kilómetros al este. En un largo día de enfrentamientos entre un reducido número de combatientes que se encontraban alrededor de unos edificios y una mezquita, al lado de la carretera, el asalto del gobierno fue lento, metódico y sin piedad. El ataque consistió en un par de bombardeos aéreos, oleadas de cohetes, fuego de artillería y, justo antes de que se pusiera el sol, el día terminó con la retirada de los combatientes bajo un fuerte bombardeo de las fuerzas de Khadafi que ahora parecen avanzar con mayor resolución.
Una columna de humo negro salía de un tanque de petróleo crudo, y también de cauchos ardiendo en la carretera que tenían la intención de dificultarles la visión a los pilotos de combate. Esto no detuvo a los cohetes, lo que produjo que casi todos huyeran hacia Brega y que continuara el éxodo de vehículos. Si la refinería cayó en las manos de las fuerzas de Khadafi, como parece, Brega, a unos 144 kilómetros al este, pudiera convertirse en el nuevo frente de batalla durante los próximos días. Ayer, mientras el gobierno aparentemente tomaba el control de Zawiya, Seif al-Islam Khadafi hizo una promesa pública que fue reenviada por mensajería de texto y retuiteada profusamente en Libia:
“Escuchen ahora, tengo solo dos palabras para nuestros hermanos y hermanas en el este: vamos en camino.”
Un amigo libio me llamó desde Benghazi para preguntarme cómo estaban la situación en el frente de batalla; la gente ha escuchado las noticias del desmoronamiento del frente y cada vez se preocupan más, me dijo. Mi amigo mencionó las amenazas de ayer de Seif al-Islam Khadafi. Por vez primera, la gente de la libia “liberada” parece comenzar a preguntarse si su libertad durará en realidad poco tiempo, y si pronto verán a las tropas de Khadafi atacando a Benghazi.
Hoy había muchos menos reporteros y fotógrafos en el frente de batalla. Después nos enteramos que los rebeldes habían establecido una alcabala en las afueras de Ajdabiya –el último pueblo antes de Bengazhi-para evitar que vinieran al frente. Una docena de nosotros había pasado la noche en Brega y pudimos llegar a la línea de combate, donde inmediatamente fuimos abordados por combatientes para pedirnos que no les tomáramos fotos. Zaid, un ingeniero civil que me ha acompañado desde Benghazi, me explicó: “Ellos creen que las imágenes –especialmente las de televisión-están ayudando a Khadafi a identificar los objetivos a atacar”. Sin embargo, con el degaste del día, la cautela de los combatientes cedió y comenzaron nuevamente a mostrar la “V” de victoria a cualquiera que pareciera extranjero y tuviera un cámara. Además, declaraban: “Khadafi majnoun (loco)” , “¿Dónde están los Estados Unidos?” y “díganle a Obama que haga algo; ¿Por qué no hecho nada? Necesitamos una zona de exclusión aérea.” (Más tarde, varios de los vehículos de los reporteros pudieron pasar la alcabala luego de haber sido retenidos allí por horas, pero, al igual que los combatientes, el número continuaba siendo reducido. Dos de los reporteros que llegaron fueron heridos durante un ataque con cohetes cuando acababan de colisionar con otro vehículo).
En una escena de batalla surrealista, varios hombres bailaban y cantaban en árabe versos desafiantes al lado de una batería anti-aérea, mientras el fuego de artillería tronaba y caía a unos cientos de metros en la carretera. Algunos jóvenes se subieron a una pequeña loma para ondear la bandera de la “nueva” Libia y los combatientes gritaban con emoción disparando al aire en respuesta. Varias veces, el paso y el sonido de los camiones cargados con misiles Grad excitaba a los combatientes, pero el sonido de un jet de combate causaba pánico y la gente se lanzaba detrás de sacos de arena que se encontraban al lado del camino buscando protección. Cuando el jet disparó hacia las afueras de las barracas, donde estaban almacenadas las municiones, un hombre, o posiblemente dos, murieron; de ellos solo quedaron pequeñas partes esparcidas por el suelo. Un poco después, un joven caminó hacia mí con una pieza metálica de una bomba en una mano y, en la otra, la foto de un hombre joven, y dijo, con una sonrisa de orgullo, que el hombre en la foto era su amigo, y que era un mártir, un shaheed, quien había muerto en el bombardeo.
Las oraciones de los viernes en Benghazi tuvieron una asistencia masiva, en claro desafío a Khadafi, me contaron, en medio del temor creciente de que el este pueda colapsar.
Una mirada a Japón desde Libia
Una posdata a mi despacho desde Ras Lanuf: entre la docena de periodistas que lograron llegar al frente de batalla se encontraba un fotógrafo japonés. Su padre y sus hermanas viven en Sendai, una de las ciudades devastadas por el terremoto y el tsunami que golpeó a su país natal. El salió de Ras Lanuf apenas escuchó la noticia trasladado por unos combatientes. Planeaba llegar a Brega, para luego pasar a Benghazi y, ojalá, pasar luego a El Cairo y allí tomar un avión a Japón. De una escena de destrucción, hecha por el hombre, a otra, hecha por la naturaleza.
Mi hermana vivió en Sendai muchos años y su primer esposo vive actualmente allí. En el medio de los combates de hoy pude enviarle un e- mail y enterarme de que él estaba bien. Mi hermana había escuchado que los procedimientos de emergencia estaban bien organizados y que la mayoría de las personas habían encontrado refugio. Pero ella no había podido contactar a una buena amiga de ellos, quien vivía con su familia cerca de un río cuyas riberas se desbordaron: “No hay electricidad, no hay líneas telefónicas en Sendai. No he recibido respuesta a ninguna de mis llamadas y correos electrónicos.” Muchas personas, desde muchos lugares, esperan respuesta
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