lunes, 4 de abril de 2011
Libia: Hipocresía y cinismo
Por José Rafael López Padrino
La tragedia que hoy vive el pueblo libio refleja la lucha de intereses geoestratégicos, económicos y políticos que se enfrentan en la región, barnizada con un importante toque de hipocresía. La revuelta del pueblo libio estalló sin duda inspirada y alentada por el triunfo de los movimientos liberadores de los países vecinos, los cuales han dado al traste con algunos de los regímenes autoritarios de la región entronizados en el poder por muchos años.
La revuelta de Libia tiene factores en común con las otras explosiones sociales vividas países en el mundo árabe recientemente. Si bien el factor miseria no actuó como detonante de la movilización, a diferencia de Túnez, Egipto, Yemen, y Marruecos, la carencia de libertades democráticas, la intolerancia a la pluralidad de pensamiento, el irrespeto por los derechos humanos, la represión, y la corrupción fueron factores decisivos en el proceso de rebelión de las masas en Libia. A lo largo de estos 41 años en el poder el dictador Gadafi ha desarrollado un capitalismo de Estado desnacionalizador, aunado a un populismo subvencionado por la renta petrolera, a fin apaciguar a las masas trabajadoras. Ello aunado a un manejo caprichoso de los recursos del Estado libio a fin de comprar lealtades internas y complicidades externas.
La inesperada insurrección del pueblo libio agarró por sorpresa a las potencias industriales y a sus grandes inversionistas. Ello explica que hayan sido los cómplices externos del sanguinario Gadafi (Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos, Italia, etc.), socios preferentes de inversiones petroleras, quienes se hayan erigido en abanderados y promotores de la intervención militar en Libia. Acción militar que ha sido conducida bajo la excusa de la defensa de los derechos humanos y en favor de la democracia. Estos países, sin distinción, han alcahueteado los baños de sangres, así como los desmanes del dictador durante varias décadas a cambio de prebendas económicas, en especial en la explotación de los hidrocarburos. Guardaron un silencio sepulcral cuando el régimen de Gadafi aprobó una política de ejecuciones extrajudiciales para todos aquellos opositores en el exilio, a los que se calificó de "perros callejeros" (1980), así como el asesinato de más de 1.000 detenidos políticos en la prisión de Abu Salim, a manos de la fuerzas de seguridad del régimen (28-29 de Junio 1996). Paradójicamente ahora fue que estos cómplices externos del brutal Gadafi descubrieron lo que han obviado por 41 años.
Para los cómplices externos, Gadafi el gran socio de ayer, hoy les resulta indefendible. Por ello lo abandonaron -igual hicieron con Hosni Mubarak- y a través de la ONU propician acciones militares en su contra. Es posible que algunos no lo sepan, o se hagan los olvidadizos, pero el negocio occidental con el petróleo libio no necesitaba ninguna guerra. El petróleo libio es explotado y exportado en su totalidad (100%) por las grandes transnacionales del petróleo: Eni (Italia), Total (Francia), Repsol (España), Statoil (Noruega), Occidental (EEUU), OMB (Australia), Conoco Phillips (EEUU), Exxon Mobil (EEUU), Shell (Reino Unido-Holanda), Petrochina (China) y Wintershall, la filial de extracción de gas y petróleo de la empresa alemana BASF. Además, Libia exporta gas a Italia (el 17% de las necesidades de este país), a través de un gasoducto submarino llamado Greenstream, controlado por Italia y no por el sátrapa de la “revolución verde”. Para las transnacionales, la insurgencia Libia ha sido inoportuna, y por ende ha complicado sus planes de negocios en la región. Hubiesen preferido seguir contando con un socio fiable, aunque éste haya ocupado durante mucho tiempo el primer lugar en la lista de los terroristas más intratables del planeta. El menguado dictador del desierto ha sido un socio apreciado entre los gobiernos y capitalistas occidentales, pues le ha entregado el subsuelo libio a las grandes transnacionales petroleras. La afirmación del iletrado de Miraflores de que “los imperialistas desean cogerse el petróleo del territorio Libio” es una muestra más de la ignorancia o complicidad del tte coronel. ¿Cuál petróleo desean robarse los Estados Unidos y sus aliados, si ya es de ellos ?.
El mundo árabe vive hoy momentos estelares. Las rebeliones que están teniendo lugar en la región han generado una situación compleja, ante la cual no caben los análisis simplistas y maniqueos. Vemos como regímenes dictatoriales se desploman producto de la insurgencia de masas rebeldes, las cuales carecen de un proyecto político nacional, más allá del deseo de lograr conquistas democrático-burguesas (libertad, pluralidad ideológica, cese a la represión, etc.). Donde la participación de los obreros, como clase organizada ha estado ausente, o su presencia ha sido minima, al igual que las organizaciones de izquierda. Estas insurgencias populares persiguen la democratización del mundo árabe, y no representan supuestas conspiraciones imperiales auspiciadas por la CIA. Las masas insurgentes en Libia difícilmente podrán acabar por si solas con una dictadura sólidamente establecida y con enormes recursos militares, financieros y organizativos. Históricamente todas las insurgencias populares han contado con la solidaridad internacional, de allí la importancia de asumir una conducta militante ante dicho conflicto. Una postura indiferente ante el problema Libio es un SI rotundo a favor del régimen del criminal Gadafi. Pero peor es aún la actitud cínica asumida por el tte coronel y sus lacayos, quienes bajo la excusa de la autodeterminación de los pueblos, ignoran las barbaridades cometidos por el autócrata Libio (más de 800 muertos tras bombardear y disparar a los manifestantes que piden un cambio de régimen) y solo condenan una supuesta conspiración en contra de Libia y la intervención militar de la OTAN. ¿Cómo es posible que el dictador sanguinario libio sea considerado como un “combatiente revolucionario antiimperialista”?. Los revolucionarios debemos de apoyar a los pueblos en sus luchas democráticas y sus aspiraciones libertarias, y no solidarizarnos con dictadores corruptos en base a consideraciones meramente geopolíticas. El genocidio en contra del pueblo libio por parte del régimen de Gadafi es tan condenable como las operaciones militares que realizan las fuerzas extranjeras en el territorio dicho país.
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