Emilio Nouel 01 de marzo de 2019
@ENouelV
En su
desespero creciente, los personeros del gobierno usurpador chavista cada día
que pasa se superan. No hay situación en que no batan sus propios records. La
mentira, que siempre presidió su ejecutoria gubernamental, ha alcanzado cotas
asombrosas de desfachatez e indecencia.
Habíamos
oído durante muchos años al principal causante de nuestras desgracias actuales,
expresar toda sarta de ficciones, falsedades y embustes, pero sus herederos lo
han sobrepasado con creces.
Chávez,
no solo lanzó al país por el despeñadero social más desastroso conocido nunca
en nuestro hemisferio, fue asimismo un
hábil y gran embustero. Sus mentiras fueron “consentidas” hasta cierto punto
por una población compensada con dádivas a granel provenientes del petróleo,
que la hacía pasar por alto aquellas engañifas.
Pero
la muestra más acabada y reciente de la farsa de los usurpadores, la ofreció el
que funge de Canciller del gobierno de facto, Jorge Arreaza, durante la reunión
del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que de nuevo trataba esta
semana en curso la grave crisis venezolana.
Quien
observó con cuidado esa sesión pudo percatarse de la cara de desconcierto, más
bien de estupefacción, de la mayoría de los embajadores y personas presentes
allí cuando el señor Arreaza, con su cara muy lavada, exponía una mentira tras
otra sobre la realidad venezolana y los hechos lamentables más recientes que se
escenificaron en la frontera colombo-venezolana.
El
embajador colombiano, Guillermo Fernández de Soto, fue muy acertado al decir
que Arreaza había expuesto un relato de ficción novelesca. Sobre todo al contrastarlo con las evidencias
documentadas, no solo de esos eventos, sino también de la espantosa realidad
que sufre el pueblo venezolano desde hace años, generada por un gobierno
calamitoso, a cuyo frente están las personas más incompetentes y corruptas de
que se tenga noticia en los anales de nuestro país.
Tal
fue de escandaloso el cinismo mostrado por el representante de la tiranía
venezolana, que al día siguiente en otra sesión, esta vez del Consejo de los
Derechos Humanos de la misma organización, decenas de delegaciones, abandonaron
la sala en repudio a un cínico personaje que no tiene pudor alguno en repetir
todo género de falacias sobre la grave situación venezolana, que los mismos
organismos internacionales contradicen por haberlo verificado por diversas vías
y de manera objetiva.
Solo
los socios y clientes del chavismo, por cierto, muy pocos, además de la gente
desinformada, aún le creen y defienden fábulas que pretenden encandilar a un
público desprevenido. Sus correligionarios del mundo, compañeros de la
ideología demencial que vocean y dicen defender, obviamente lo respaldan sin
mucho miramiento de las realidades. La ceguera ideológica que padecen les
impide ver la verdad que hay detrás de un discurso lleno de engaños, insulto a
la inteligencia, todo una obscena burla.
Pero
esta operación para la desinformación y la desorientación pública, dirigida por
la satrapía cubano-castrista, ha fracasado en tratar de esconder tales hechos
dolorosos que son del dominio público global: el estado deplorable de nuestros
hospitales; el desabastecimiento de alimentos; los miles y miles de
venezolanos, incluso niños, que han fallecido por falta de medicinas y
alimentos; los millones de venezolanos que han tenido que emigrar para poder
sobrevivir; la demolición de nuestras instituciones, entre ellas, la militar;
la destrucción de nuestro aparato productivo público y privado; la inflación
más elevada del planeta, y múltiples delitos de lesa humanidad perpetrados.
A
Arreaza, como a los tiranos a los que sirve, nadie les cree en las instancias
internacionales. Su deshonra y prestigio son enormes. No sólo por lo embustero
que es, también por su ilegitimidad manifiesta.
Su
indigna performance internacional puede ser resumida en una palabra:
inmoralidad.
EMILIO
NOUEL V.
@ENouelV
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