Carlos Omobono 15 de abril de 2020
@CarlosOmobono
El
covid tiene un número, el 19. No así sus víctimas letales.
Sus
víctimas no son mero número, son personas con rostro, nombre, apellido, una
vida, una vocación y una familia para los que ya no están, así, de repente.
¡Devastador! Tal es el caso del joven caraqueño Rommel Andrés Ferrante González.
No
se tiene certeza –la sección consular venezolana en Italia es ineficaz y tirria
respecto a sus compatriotas–, qué lugar ocupa Rommel en el ranking de
venezolanos muertos en Italia a causa del coronavirus, porque no debería
existir codificación tal. En ello coincidimos con la representante del gobierno
interino de Guaidó en Italia, la diputada Mariela Magallanes.
La
gran cantidad de muertos en Italia ha sorprendido al mundo. Y el asunto de la
muerte de Rommel Ferrante ha sorprendido y enlutado a la comunidad venezolana
presente en este país. Con la misma
congoja por la expiración de otro venezolano, el padre Miguel Ángel Tábet (80
años), primer sacerdote que muere en Roma, fallecido un par de días antes que
Rommel. Un abril luctuoso.
Rommel
deja una viuda, Nathalye Gómez, y dos hijos: Aaron, de 11 años, e Isabella
Sofía, de 7 años. La niña ha preguntado
por què siendo tan chiquita se ha tenido que quedar sin su papá. Rommel (hijo
único) perdió a su padre en un accidente de tránsito cuando apenas tenía 12
años, un año más que los que tiene su hijo Aaron ahora.
Se
dice que el coronavirus mata casi el doble a los hombres que a las mujeres, y
eso es un dato, pero el hecho que a mí como coterráneo más me importa es que el
coronavirus cobró la vida de un hombre nacido en Venezuela como yo, emigrado
como yo, él con apenas 46 años, no tenía condiciones preexistentes para que el
maléfico virus pudiera hacer trágicos daños, como los hizo.
La
esposa del fallecido, Nathalye Gómez (también venezolana oriunda de Puerto
Ordaz), dijo que su esposo no fumaba ni consumía alcohol, se mantenía
físicamente activo y comía saludable. “Le puede pasar a cualquiera, es real y
puede matar a cualquiera, tal como ha matado a mi esposo”, concluyó la viuda.
Bendita sea que no se infectaron ni ella, ni sus dos hijos. Son una familia muy
apegada a la fe, tanto como el padre Tábet (descansa en paz).
Nathalye,
antes de comunicarles a los hijos la muerte de Rommel, oró de rodillas, luego
les leyó un versículo de la Biblia a los niños y después les hizo saber la
triste noticia.
La
familia Ferrante González llegó a Bérgamo en junio próximo pasado, él era
técnico en turismo, ella abogado. Vinieron hace menos de un año al norte de
Italia, con la esperanza de ofrecerle un mejor futuro a sus hijos.
Unos
primos segundos de él viven entre en Roma y Terracina, por ende, existe la
posibilidad de que la viuda con sus niños se transfiera a la capital italiana,
aunque para ella todo es por los momentos una gran incógnita en su vida.
Se
presume que él haya contraído el covid-19 usando los medios de transporte
público en Bérgamo, una de las ciudades de la región Lombardía, más afectada
por la plaga. Tenía en agenda ir al mar en el venidero verano, pues amaba la
playa.
Los
niños están muy mal. Mi papá hubiese hecho tal cosa, estos zapatos me los
compró mi papá… y la señora, ni se diga.
Todo
le parece surreal. Son personas Rommel y el padre Tábet y están junto a la infinita
certeza de Dios.
Carlos Omobono
@CarlosOmobono
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