Trino Márquez 15 de abril de 2020
@trinomarquezc
El
más reciente informe del Banco Mundial sobre la economía planetaria, The
Economy in the Time of COVID-19, es alarmante. Los vaticinios señalan que
durante 2020-21, el crecimiento descenderá en los países más avanzados. En el
mismo sentido alertan el Fondo Monetario Internacional, el Banco Interamericano
del Desarrollo, la Cepal y otros organismos internacionales encargados de
analizar la marcha de la economía.
Hay
sectores que están siendo golpeados con especial ferocidad. La aviación, el
comercio en sus distintas áreas, la publicidad, el turismo, la industria del
embellecimiento, los restaurantes. Todas las cadenas vinculadas con esas
actividades han sido trituradas por el Covid-19. Los oficios particulares
también se han estremecido con la crisis. Taxistas, plomeros, albañiles,
electricistas, jardineros y la mayoría de los trabajadores a destajo, formales
o informales, han sido víctimas del agente patógeno.
En
los Estados Unidos, hasta el momento, se han perdido diecisiete millones de
empleos. Las agencias especializadas proyectan que en las próximas semanas la
cifra podría encaramarse en cincuenta millones. Una verdadera hecatombe. Peor
que en el período 1929-1933. En países como Alemania o Francia, el impacto será
menor, pero igualmente será devastador. Las economías española e italiana, una
de cuyas fuentes de ingreso fundamentales es el turismo, quedarán seriamente
lesionadas por un tiempo. En general, Europa sufrirá durante 2020 y parte de
2021, dependiendo de lo que suceda con el comportamiento del microorganismo y
sus efectos en el futuro cercano. Angela Merkel calificó la actual situación
como la más grave vivida por Alemania desde la Segunda Guerra Mundial, a pesar
de que esa nación no ha sido, ni de lejos, la más golpeada por el
microorganismo. En el mismo sentido se pronunció Emmanuel Macron.
En
América Latina está ocurriendo otro tanto. Los pronósticos de los organismos
regionales son en extremo preocupantes. En los países afectados por la crisis
desencadenada por el Covid-19, será necesario que el Gobierno, las fuerzas
políticas, los empresarios, los sindicatos y los núcleos organizados de la
sociedad civil negocien para llegar acuerdos que permitan enfrentar la pandemia
y sus devastadores efectos, y trazar programas factibles de recuperación. El
auxilio de los organismos internacionales llegará a esas naciones en las cuales
los pactos sean más sólidos y amplios. Donde los consensos se hayan construido
con la participación de la mayoría de los actores decisivos. Por lo que se ve a
través de los noticieros, reportajes y artículos de opinión, pareciera que
entre los dirigentes existe clara conciencia de la necesidad de deponer
actitudes sectarias en aras de alcanzar compromisos nacionales que hagan
posible superar los escollos cuanto antes.
Si
en Europa, los Estados Unidos y Latinoamérica esa urgencia es perentoria, en
Venezuela resulta todavía más urgente e inevitable. Aquí no será posible
superar los baches sin un entendimiento entre Juan Guaidó y Nicolás Maduro.
Entre la oposición que Guaidó representa, dentro y fuera del país, y el jefe
del Psuv. Maduro es verdad que maneja el Ejecutivo y pulsa todos los resortes
que el Gobierno controla. Pero, para los actores internacionales que toman las
decisiones cruciales, el ejercicio de ese poder es de facto.
Carece
de legitimidad de origen. Es antidemocrático. Intente lo que intente, Maduro no
recibirá ayuda internacional en los volúmenes que requiere para reactivar la
industria petrolera, recuperar el tendido eléctrico, atraer capitales
extranjeros, reanimar la industria, la agricultura, el comercio y el turismo.
Puede ser que China le brinde algún apoyo marginal. Ya los asiáticos, por la
manera como manejaron el brote del Covid-19, tienen suficientes problemas con
Occidente, y en particular con los Estados Unidos, para ahondar esas
diferencias por su respaldo a Venezuela. El resto de los aliados
internacionales de Maduro confrontan enormes dificultades domésticas y carecen
del músculo financiero indispensable, para echarse encima a Venezuela.
Ya
la situación de la economía nacional estaba comprometida antes de la aparición
del Covid-19. Luego de la cuarenta, la distancia social y las medidas de
precaución aplicadas para frenar la expansión del virus, el deterioro será
peor. Algunas de las fuentes más confiables señalan que el PIB caerá 15%, en
una economía que viene retrocediendo desde 2014. A finales de 2020 tendremos un
aparato productivo aún más famélico, sin posibilidades de generar empleos
productivos bien remunerados. La pobreza continuará en niveles estratosféricos.
El
acuerdo político que se requiere es para estabilizar el país. Retornarle la
normalidad institucional. Convocar unas elecciones que le confieran legitimidad
al Presidente de la República. Maduro aspira permanecer en Miraflores al menos
hasta el 10 de enero de 2025.
En
ese marco no puede darse ningún entendimiento tolerable para la oposición
nacional e internacional, ni para los factores de poder decisivos. Maduro,
aunque entiende la clave del problema, se niega a despejar la ecuación.
Lamentable, porque el que se hunde es el país.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
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