Vladimiro Mujica 18 de abril de 2020
Es
difícil imaginarse una circunstancia más afortunada para la autocracia que
usurpa el gobierno de Venezuela que la pandemia de la COVID-19. De hecho, tal
es el insólito juego de hechos y jugarretas del destino que en lugar de
llamarlo coronavirus, en el caso de Venezuela uno debería referirse a esta
minúscula cadena de ARN, rodeada de una capa oleosa de protección molecular, no
como el coronavirus, sino como el Virus de la Corona, es decir, casi como un
personaje medular y real con responsabilidades específicas.
El
Virus de la Corona le ha abierto las puertas al régimen para incrementar el
control social y la represión, creando una ficción de contención de la
infección a través de la imposición de una cuarentena manejada en muchas zonas
del país como una suerte de toque de queda bajo control militar y policial y de
la manipulación de las noticias y los medios de comunicación. Con un sistema de
salud literalmente en el suelo, es muy difícil de comprender cómo el régimen
puede mostrar cifras tan bajas de infectados y fallecidos por la pandemia.
Quizás la explicación sea lo que algunos expertos están sugiriendo: que el pico
de infección en Venezuela llegará con retardo, dentro de unas dos semanas. Eso
y que las fronteras de Venezuela han estado relativamente cerradas y el país
semiaislado desde hace tiempo. Pero entretanto el régimen de Maduro aparece
ante el mundo como si estuviera en control de la propagación de la enfermedad.
Más
interesante aún, el Virus de la Corona ha resultado ser un espectacular
relacionista público ante el mundo, porque le ha permitido al régimen
presentarse como una víctima de las sanciones internacionales que
presumiblemente han debilitado la posición del país para enfrentarse a la
pandemia. Lo único realmente verdadero
de esta apreciación es el hecho de que Venezuela no podrá salir sola de esta
situación de precariedad que combina el hambre, la carencia de combustible, la desaparición
de las fuentes de empleo formales e informales, las deficiencias en el
suministro de agua y electricidad, y la crisis del sistema de salud, todo ello
combinado con el peligro claro y presente de la COVID-19.
A
esta acción propagandística del Virus de la Corona, contribuyen muchos
venezolanos de buena fe, críticos de Maduro, y, otros, solapados agentes del
régimen, que difunden una versión según la cual la resistencia democrática,
dirigida por el presidente (e) Guaidó es tan responsable como el régimen
usurpador de Maduro de la crítica situación del país por no contribuir a que se
levanten las sanciones internacionales y supuestamente porque Guaidó no ordena
la repatriación de fondos de la República presumiblemente retenidos por órdenes
de cortes de otros países, especialmente Estados Unidos.
Un
análisis puramente racional acerca del efecto de las sanciones internacionales
en la destrucción del país revela cuán falaces pueden ser algunas
argumentaciones. Vamos paso a paso:
(i) La destrucción del
sistema de salud y la crisis hospitalaria y de médicos calificados, productos
de una política sistemática de abandono y de privilegiar soluciones piratas y
populistas. ¿De quién es responsabilidad?
(ii) El colapso de
la industria petrolera, originado por la desastrosa administración de Pdvsa, la
corrupción pornográfica en la industria, y los regalos abyectos a Cuba, amén de
la entrega prostituida a China y Rusia, equivalente a una traicionera
desnacionalización de la industria. ¿De quién es responsabilidad?
(iii) La crisis en el
suministro de gas y gasolina en el país con las mayores reservas petroleras del
mundo, resultado de la corrupción y el abandono de la industria, unida al
contrabando manejado por la mafias del régimen. ¿De quién es responsabilidad?
(iv) La hecatombe que
ha sufrido la economía nacional, la astronómica inflación, el deterioro del
bolívar y el salario, la dolarización corrupta, el crecimiento del bachaqueo y
la destrucción de la industria nacional. ¿De quién es responsabilidad?
(v) El deterioro
alarmante de los servicios públicos, electricidad, teléfono, agua, aseo e
Internet. Resultado de la escasa o nula inversión en actualización y
mantenimiento. ¿De quién es responsabilidad?
(vi) La pauperización y
acoso sobre la educación pública, las universidades y el sistema nacional de
ciencia y tecnología, ocasionado por la aplicación de prácticas de control
social e imposición de traicioneras alianzas con actores internacionales. ¿De
quién es responsabilidad?
En definitiva, un ejercicio mínimo de honestidad
intelectual obliga a aceptar que hay una enorme asimetría entre la
responsabilidad de la resistencia democrática y la del régimen, primero de
Chávez y ahora de Maduro, en la destrucción de la nación. Lo mismo puede
afirmarse del efecto de las sanciones internacionales: estas han penalizado el
ejercicio de la corrupción abyecta del régimen y no han bloqueado el paso de la
ayuda humanitaria. De hecho, han sido los usurpadores quienes más se han
resistido al ingreso de esta ayuda para no perder cara frente al mundo y seguir
manteniendo la ficción de los avances del socialismo del siglo XXI.
Nada de lo que le impide a Venezuela dar una respuesta
adecuada a la pandemia se va a resolver ni levantando las sanciones
internacionales, ni contribuyendo a crear una idílica “solución entre
venezolanos” que en verdad no existe. Enfrentados al régimen del mal, cada
concesión que se hace de buena fe para aliviar el sufrimiento de la población
se enfrenta a la traicionera conducta de quienes solamente están interesados en
mantenerse en el poder. La verdad del asunto, y duele mucho aceptarla, es que
Venezuela no puede salir sola de esta crisis y mucho menos con Maduro en el
poder. No se trata de anteponer la política a la vida de la gente, se trata en
definitiva de hablarle con claridad a los venezolanos y contribuir
agresivamente a crear una percepción colectiva de que la letal alianza entre el
Virus de la Corona y la autocracia madurista está llevando al país a una
catástrofe. Le corresponde al gobierno legítimo de Guaidó contribuir
decisivamente, y desarrollar un esfuerzo especial, para que esta visión le sea
transmitida con claridad al mundo. Sin dejar de reconocer los esfuerzos del
propio Guaidó, del embajador en Estados Unidos, Carlos Vecchio, y de otros
representantes del gobierno legítimo, es innegable que falta mucho por hacer en
este materia y que, tratándose de un asunto tan serio, las percepciones de la
gente son tan importantes como las realidades.
Vladimiro Mujica
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