Por Piero Trepiccione
Las consecuencias de la
pandemia aún no las hemos visualizado en su justa dimensión porque están en
plena marcha. La cantidad de seres humanos fallecidos, el número de familias
afectadas, las debilidades que han brotado de los sistemas de salud de
diferentes países, los impactos psicológicos —irreversibles en muchos
casos— que están sufriendo miles y miles de individuos por el confinamiento.
Aunado a las desastrosas condiciones en las que la economía mundial
se moverá durante los próximos meses son hechos que, sin duda, han de trastocar
el modo de vida tal como lo conocemos. Así, pensar en la post-pandemia es
algo obligatorio en estos momentos para que no seamos sorprendidos una vez
más. Pero, ¿cuáles temas tendrían que ser pensados desde ahora para
afrontar en el futuro inmediato?
Lógicamente serán muchos,
pero me atrevo a sugerir algunos que —en mi modesta opinión— son vitales. La
corrupción, por ejemplo. Se pierden de vista los recursos “desviados”,
“malversados”, “solapados” o robados descaradamente que, en vez de llegar
a los sistemas de salud, terminan en los bolsillos de unos pocos.
Aunque el tema de la
corrupción ha sido minimizado durante los últimos años, sigue siendo crucial:
la pandemia lo ha desnudado mejor. Hospitales y centros de salud con muchas
limitaciones por carencia de recursos. Personal sanitario desmotivado por las
duras condiciones en las que les toca trabajar a diario. Los “negocios redondos”
que juegan con la vida de las personas son ejemplo de una corrupción que si no
afrontamos, nos mantendrá en debilidad para futuras pandemias.
Post-pandemia, repensar el
rol ciudadano
Pero hay mucho más. Las
sociedades necesitan estar más articuladas para trabajar en redes. El ejercicio
ciudadano y la democracia tienen que sufrir más que un reimpulso, una
transformación real que los catapulte hacia estadios profundos actitudinales
que fortalezcan la generación de políticas públicas más consensuadas, de acuerdo
al interés general de las poblaciones más que hacia los deseos de grupos
minúsculos. Las sociedades deben desarrollar mecanismos de control ciudadano
que vayan más allá de los poderes constitucionales y que permitan una
vigilancia del manejo de los recursos públicos. Es una tarea clave para que los
Estados tengan mejores capacidades para enfrentar pandemias.
Otro tema esencial es el
rol del Estado y de lo público. La determinación de la naturaleza del
interés público —la res publica o cosa pública— como le llamaban los
romanos. No puede ser que los bienes públicos sean destinados a fines
particulares mediante artimañas, engañifas, argumentos ideológicos o
desviaciones de grupos particulares o corporativos. Esto debilita
institucionalmente al Estado y al interés general de las sociedades. La
naturaleza del egoísmo claramente dificulta responder con capacidades adecuadas
ante situaciones de enorme peligro para la humanidad.
La ciencia, una inversión
No sin menos importancia
está el tema de la aprobación de recursos para la investigación aplicada no
burocrática. Sí, aquella investigación que produzca elementos que sirvan para
mejorar las condiciones de vida de la humanidad. No aquella que sirve a fines
burocráticos o de corrupción en la utilización de los recursos. La
investigación aplicada nos dará la vacuna contra la COVID-19 y nos dará
otros resultados satisfactorios. Desde las sociedades se deberán impulsar
campañas para la aprobación masiva de dinero público y privado para los centros
de investigación.
Y por último, creo que el
mayor y más importante de los temas post-pandemia, es el referido al
necesario interés del ciudadano por los asuntos públicos. Si las
personas, asociadas en redes, no se interesan más por la cosa pública,
difícilmente se podrá ampliar el espectro de políticas de Estado que realmente
favorezcan a las grandes mayorías y hagan fortalecer las capacidades de
respuestas institucionales a eventos imprevistos como una pandemia. Como vemos,
tenemos tareas pendientes más allá de la difícil coyuntura que estamos
viviendo.
12-04-20
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