Miguel Landazábal 21 de agosto de 2021
Ha
participado en los festivales más importantes del cuento en Colombia. Ofrece
talleres de formación para tratar con niños
Con
risas infantiles, músicas, dinámicas y juegos, Édgar Ojeda lleva más de 40 años
ganándose la vida. Es un músico con trayectoria y un cuentero nato, pero debido
a las vicisitudes políticas de Venezuela, de donde es oriundo, considera cierto
el dicho de no ser profeta en su tierra.
Su labor vocacional de contar historias a infantes nace en una biblioteca móvil
que trabajaba. En un principio esperaba leer las historias para enamorar a los
niños con el libro, sin embargo, era complicado cuando ellos se acercaban todos
juntos a leer, por lo que decidió contar la historia, como quien recomienda una
película.
“Con el tiempo me di cuenta que estaba contando la historia, y con la experiencia de músico en distintos grupos que participé, comencé a crear lúdicas y dinámicas musicales para enamorar a los niños de la lectura”, expresó el maestro Édgar Ojeda.
Aunque gran parte de su obra artística ha sido en Venezuela, ha participado en los festivales más importantes de cuentería en Colombia como ‘Cuento y Flores’, en Medellín; Abrapalabra, en Barranquilla; festivales en la Guajira y actualmente hace parte de Cuentémonos en la Frontera en Norte de Santander.
La oda inconciliable con su patria
El amor que destella por su nación es intrínseco al diálogo con el maestro.
Durante años ha querido aportar a la cultura venezolana con el mismo fervor con
el que lo ha hecho en Colombia. “Yo amo mi país, pero la condición política es
delicada, por más que seas profesional, si no eres leal a los mandatarios, es
como si no existieras. Alguna vez hice un comentario crítico con una situación
que manejó el gobierno y desde ahí me vetaron”, comentó el cuentero.
Sus aportes culturales nacen de la necesidad para comprender y tolerar
cualquier tipo de persona. Ha organizado talleres y obras de Violencia Basada
en Género (VBG), drogadicción, desplazamiento, discapacidad y el trato con
adultos mayores. Su demanda crece con los pedidos sociales de las
fundaciones.
Espera que su nación vuelva a tener esa alma esperanzadora caracterizada en
varios años atrás, pero por el momento, a sus 62 años, continúa haciendo lo que
ama en donde los espacios sean idóneos.
“Es triste, parecen dos mundos distintos... te ilustro, en Venezuela a las 5:00
o 6:00 de la tarde, las personas ya están resguardándose en sus casas, la
función más tarde es a las 4:00 p. m. Las calles están desoladas y las plazas
(parques) están abandonadas, la gente no sale por la intriga de la
delincuencia. Mi país vive con mucho miedo en la actualidad”, explicó Ojeda.
Hay zonas que tienen una pobre iluminación y otras con poca vigilancia
policial, lo que afecta el sano desarrollo de los habitantes, dijo Édgar.
Contrario a esto, aclara el maestro, en Colombia hay muchos más espacios
culturales. Sus últimas funciones han rondado a las 9:00 o 10:00 de la noche.
“El público asiste sin importar la hora, claro que hay que tomar en cuenta la
seguridad, pero es como una vida normal. Además, he podido interactuar con
otros cuenteros, lo que me ha hecho crecer como artista”.
Una experiencia indeseable, La Trocha
Con dinero preparado para todos los peajes informales que se atisban a lo largo
del recorrido selvático, el cuentero narró las escenas de temor que tuvo que
enfrentar para atravesar la frontera. Fue necesario el pago adicional a una
persona que los acompañara, como un guardia de seguridad que dialogaba sin
preocupaciones con todos los grupos irregulares para otorgarles confianza en su
trayecto.
“Lo
más impactante fue ver la violencia de las personas que controlan la trocha, te
infunden miedo con una mirada, con una postura corporal o la forma en la que te
piden colaboración, es la ley del más fuerte”, notó el cuentero.
Al
llegar al barrio colombiano, aseguró estar mucho más tranquilo, pues luego de
los inconvenientes para llegar a la frontera debido a los toques de queda que
se ordenan en algunas provincias, pudo hacer parte del festival cuentero de
Norte de Santander para seguir promoviendo la lectura y el civismo con su
tradicional vocación de contar historias, conocer personas y cautivar niños.
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