Richard Casanova 20 de noviembre de 2021
@richcasanova
El objetivo de la oposición es producir un cambio político en Venezuela y para ello estas elecciones regionales y municipales son solo un paso en la ruta. En consecuencia, el número de gobernaciones y alcaldías no es el único indicador de éxito, siendo muy importante ver la sumatoria de votos de las distintas alianzas y hacer una radiografía del país. Eso nos dará una perspectiva del avance real, delimitará el terreno ganado y la estrategia a seguir. Esa evaluación será una tarea de las próximas semanas pero hoy se hace necesario anticipar -antes de las elecciones- el drama de los terceros.
Nos
referimos a los que llegarán el próximo domingo 21 en tercer lugar y se
autodenominan oposición, sea quien sea.
En principio, debemos suponer que todos los candidatos saben a estas
alturas dónde están parados y salvo que las diferencias sean mínimas y estén
dentro del margen de error de las encuestas, unos y otros tendrán que asumir su
responsabilidad frente al país en un momento en que la sociedad democrática
exigía (y seguirá exigiendo) unidad.
A ese
liderazgo que sabiendo que están de terceros y no tienen chance, permanecieron
hasta el final y dividieron la votación opositora, el país democrático debe
cobrarle la factura, pues no podemos asumir los desafíos futuros con un
liderazgo irresponsable, ególatra, faccioso y quizás “alacraneado” o manipulado
por el régimen. Los terceros no tendrán
excusa y por eso lo advertimos con tiempo, estaremos ante estas opciones:
1) Que
el candidato diga que “es que yo no sabía que iba a llegar de tercero”, en cuyo
caso es un improvisado que no hace encuestas, ni lee las que otros hacen y por
lo tanto estamos ante un político desinformado, que no escucha, ni está
consciente de la realidad. Alguien así
no es apto para futuras batallas contra la dictadura y menos, considerando el
cerco mediático, pese a vivir en tiempos de globalización.
2) Que
el candidato si sabía que llegaría de tercero, en cuyo caso es un mentiroso y
el daño inflingido a la lucha democrática y a la unidad opositora fue un acto
deliberado. Tendremos entonces el
derecho a dudar de su honestidad y presumir que fue pagado por el régimen para
hacer el papel de esquirol o quinta columna. Obviamente, alguien así no puede
ser parte de las fuerzas opositoras.
3) Que
el candidato diga que le hicieron fraude y por eso apareció de tercero. ¿No tenía miembros y testigos en las mesas?
Si usted va a enfrentar a una dictadura truculenta y no está preparado para
ello, no debió ser candidato. Al
opositor que ganó o llegó de segundo seguramente también intentaron hacerle un
fraude pero estuvo preparado para evitarlo o minimizarlo. Ergo, él y no usted
debió ser el candidato de la unidad y a usted le correspondía retirarse.
4)
Finalmente, puede que no sea un ingenuo, ni desinformado, ni nada de eso, sino
que sea una operación perversa que nos confirma -ya no sería una presunción-
que se trata de un candidato o grupo político aliado del régimen, oxigenado y
financiado desde Miraflores, en cuyo caso tampoco podemos contar con estos
mercaderes de la política para dar la pelea que tenemos que librar en Venezuela
para lograr el anhelado cambio.
Así
que mejor advertirlo hoy: esto no es una olimpiada donde la medalla de bronce
es aplaudida. Aquí los terceros serán
sepultados, Y no hablamos un “pase de factura” inspirado en el resentimiento o
la mera exclusión. Será la sanción moral
de un país ávido de cambio pero tambien se trata darle solidez política y ética
a las fuerzas opositoras, darles todo la amplitud que sea posible pero con
cohesión y coherencia. Para ello es imprescindible tener claro quienes somos y
contra que luchamos.
El
drama de los terceros es que terminarán auto excluidos o expulsados por la
indignación de la plataforma democrática, la cual -por cierto- debemos ampliar,
democratizar y consolidar a partir del 21N.
Al margen de cuántas gobernaciones o alcaldías se ganen, la oposición ha
dado un gran paso y será determinante asumir algunas decisiones para
reconfigurar a esta plataforma y adecuarla a los nuevos escenarios de
lucha. Lo que viene es un debate duro,
abordando los errores cometidos y superando los desaciertos con sentido
constructivo. Un debate que debe iniciar
en el seno de los partidos, hilando fino, con mesura y espíritu unitario. Hay razones para ser optimistas… Venezuela no
se rinde!
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