Luis Ugalde S.J. 28 de noviembre de 2021
En la tarde del domingo electoral, tenía la impresión de que todo había transcurrido con apatía y sin sorpresas: jornada tranquila, con mucha abstención (casi 60% nacional y hasta 75 en lugares de mayoría opositora) y en plena dictadura con presos políticos y exiliados, con tarjetas robadas a sus partidos, líderes inhabilitados y con los medios de comunicación controlados y abusados por el régimen. Nada nuevo, era mi primera lectura: ni en Antímano-Montalbán, ni en La Vega, ni en La Castellana vi gente votando, fuera de los que llegaban goteaditos… Pero me engañé. Una segunda mirada revela hechos asombrosos.
Minoría
definitiva del régimen Al comienzo no podía creer que el régimen
con control y traslado de gente obligada no había logrado 4 millones de votos
(3.7 millones = 45% del total) y pensé que eran datos falsos. Pero resulta que
es cierto y de gran importancia, el régimen no pudo contra el disgusto de “su”
gente, ni con amenazas de hambre, ni con las dos primarias que hizo para
aceitar la maquinaria y controlar. Esa es la principal novedad y dato clave
para salir del régimen agotado y repudiado: minoría dictatorial frente a la
suma de 4,4 millones de votantes =54% de la oposición. Estas votaciones son una
especie de entrenamiento para el próximo juego decisivo para el cambio del
país: la elección libre y justa del Presidente y Parlamento. Las encuestas
dicen que más del 80% quiere cambio, pero los voceros de la rutina fatalista
predicaban que la gente no se iba a atrever a decirlo en las urnas, o que era
inútil pues el CNE los manipularía al gusto de la dictadura, o que votar era
venderse al régimen. Pero ahora se nos presenta un cuadro asombroso: La
dictadura ganó más alcaldías y gobernaciones, pero con menos de 4 millones, escaso
20% de un total de 21 millones. El resto es deseo de cambio, 17 millones
sumando los que se abstuvieron y los que votaron. Ahí está el grito silenciado
de la inmensa mayoría de Venezuela. El informe de los observadores de la UE
dejó claro: no se cumplieron las indispensables condiciones democráticas, a
pesar de algunas mejoras.
El
ejemplo que el Zulia dio Donde hubo unión de demócratas de diversas
tendencias, como en el Zulia, la derrota de la dictadura fue contundente. En
otras la abstención y la falta de unión produjo la pérdida de la gobernación:
como en Mérida que sumando los votos opositores se ganaba la gobernación y todas
las alcaldías. Este hecho que defraudó a casi todo el país, deja en muy mal
lugar a la dirigencia opositora y eleva la indignación nacional contra ellos y
contra el régimen.
Otro
hecho para mi asombroso es la hazaña de los demócratas en estados como Apure,
Barinas, Táchira, Cojedes… donde han dado la cara y se han defendido con las
uñas, pues encarnan la rebelde desesperación por salir. Seguramente en esos
estados y en otros hay poco agradecimiento al liderazgo abstencionista que impidió
un triunfo amplio.
Del
calentamiento local al partido definitivo Este entrenamiento,
antes del juego más definitivo, sirve para ver las graves fallas de nuestro equipo
y las grandes debilidades del adversario causante de tanta desgracia, hoy
fracasado, y sin recursos. Sabemos que en alcaldías y gobernaciones ganadas no
se puede hacer mucho mientras estén dentro de la cárcel del régimen cercados
por un modelo destructor. Por eso hablo de entrenamiento y de correcciones
necesarias para los dos próximos juegos: el posible referéndum revocatorio del
Presidente dentro de unos meses y las elecciones presidenciales y
parlamentarias libres y justas. El objetivo es entrar de lleno, y lo antes
posible, en la exigente reconstrucción nacional con el decidido apoyo internacional
solidario de decenas de democracias con poder…
La
dirigencia política estuvo indecisa, confusa y divisionista y hay que sincerar
unidades que no son. Es la hora de la humildad, del reconocimiento de errores
propios, de la amplitud y renacer abiertos a otros, y a las negociaciones y
acuerdos de salvación nacional. Abrir las puertas a la sociedad civil
renovadora de la política para construir un frente amplio para el cambio sin la
hipocresía de llamar “unidad” a un pequeño grupo que últimamente está
atacándose a cuchillo.
Liderazgo
democrático unido y acuerdo nacional Venezuela no tiene presidente
legítimamente elegido. Juan Guaidó, que fue puesto al frente de la transición
“mientras se elige y toma posesión el nuevo Presidente” (art.233 de la Constitución)
despertó el increíble reconocimiento de 60 países; pero todavía no ha logrado
el objetivo y recibe no pocas críticas que deberá tomar en serio. Guaidó libre
de disciplina partidista debe permanecer y convocar a grandes consensos. No
saldremos de la dictadura y su miseria sin acuerdo de salvación nacional, que
incluye a la Fuerza Militar (sin ella no es posible) y su misión democrática.
Acuerdo también con quienes todavía tienen el monopolio de la fuerza
dictatorial, pero reconocen su fracaso. Las transiciones se acuerdan entre
gente del gobierno de facto con poder y de la oposición democrática (Chile,
España, Polonia, Checoslovaquia…) Por eso hay que activar la negociación de
México, facilitada y asistida de lado y lado por países de peso mundial, para
lograr la salida de la cárcel a la democracia y la reconstrucción. El excelente
documento de los obispos antes de las votaciones dice algo que nos debe llevar
al renacer económico, social y político: “La simple abstención, sin
toma de conciencia y voluntad transformadora no conduce a generar los cambios
necesarios y mucho menos lo logrará un voto ciego que no tome en cuenta el
análisis de cada realidad vivida enmarcada en la dramática situación
estructural e institucional de la nación”
Luis Ugalde S.J.
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