Por Simón García
En nuestra oposición,
hasta sus buenas noticias proyectan su vocación por el monolitismo y su
displicencia para encarar con seriedad la lucha contra un sistema eficiente de
control y dominio autoritario de la sociedad.
El retiro de Carlos
Ocariz fue un gesto noble y positivo. Un paso, difícil y sincero, que admite
que David Uzcátegui, está en mejor posibilidad de ganarle a Héctor Rodríguez.
Pero es una decisión incompleta, en tanto sólo reconoce como Unidad al
entendimiento en el ámbito del G4. Según esta visión, la oposición no es el
conjunto diverso de partidos, con políticas diferentes, sino sólo aquellas
organizaciones que siguen, en cada encrucijada, el rumbo que dictan los cuatro
partidos que se tienen como principales.
El concepto excluyente
con el que se clasifica a la oposición, la falta de empuje para reabsorber a
quienes no soportaron la reiteración de mantras con falsas expectativas, la
prohibición y castigo a las disidencias, la escasa valoración del descontento
en las bases chavistas, la formulación de un pensamiento único opositor, hace
que la oposición que se autoproclama legítima no sea ni aglutinadora, ni
democrática ni alternativa.
Las perspectivas para el
próximo año no son alentadoras. El mito unitario, siempre indispensable para
justificar las divisiones, promete abordar, después del 21 de noviembre, la
unidad que descartaron antes a pesar de ser el camino para asegurar victorias
frente a los candidatos de Maduro. Es más plausible suponer que después de una
nueva derrota el tema de las élites del fracaso sea cómo distribuir la culpa en
otros y ahondar en lo peor que ya se han dicho para usar a una oposición para
descalificar a las otras.
En la mayoría de los
venezolanos, que desean derrotar a los candidatos que representan la
destrucción del país, va a privar la decisión de votar por uno de los dos
candidatos opositores al régimen.
Cada uno votará por el suyo porque es el de su parcela,
sin importarle si su voto termine por reforzar al régimen. Es contra esta
suicida mecánica electoral que Ocariz irrumpió con dolor y coraje.
Pero hay Estados en los
que hay perspectiva de triunfo, por lo que el voto por un candidato opositor
sólo va a servir para apoyar a una parte de la oposición en su lucha contra la
otra. Es un voto que refuerza a la oposición tradicional y reduce su papel a
pelear por el segundo lugar, evitando por cualquier medio que el otro opositor
ocupe esa casilla.
En esas circunstancias
aparece una nueva disyuntiva: premiar a quienes sustituyen la abstención por la
división o apoyar candidatos que marcan distancia con los partidos
tradicionales, aun si son postulados por ellos. Esos candidatos que, apenas
están emergiendo, hoy son descartados por un razonamiento vicioso que bloquea
alguna renovación de las élites.
Las terceras opciones, acotadas también por la misma
debilidad que afecta a colectivos opositores más grandes, requieren un
respaldo, en vez de ponerlas fuera de juego con el pretexto conservador de que
aún no les ha llegado su momento. Pero no se trata sólo de votos sino también
de cambiar políticas, partidos y dirigentes para aspirar a ganar bien.
Abrir esa opción exige
una nueva conducta electoral y la disposición a que en toda la oposición sea
mayoría la voluntad de hacer política. Todo comienza con el reconocimiento de
los otros, que parece estar mas lejos que mas nunca.
Simón
García es analista político. Cofundador del MAS.
14-11-21
https://talcualdigital.com/sin-reconocimiento-por-simon-garcia/
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico