María de los Ángeles Graterol 27 de noviembre de 2021
@GraterolLos
Familias
venezolanas en Colombia y Ecuador no matricularon a sus niños debido a los
bajos ingresos en sus hogares, la falta de acceso a dispositivos inteligentes y
la baja conectividad a internet, que dificultan seguir un proceso de
aprendizaje a distancia durante el período de clases no presenciales por la
pandemia de covid-19
Con la llegada de la pandemia aumentaron los desafíos de la educación a nivel mundial. Solo en América Latina y el Caribe, 159 millones de niños se vieron afectados por el cierre de escuelas y liceos, en especial la población migrante en edad escolar, que registró mayores dificultades de acceso al aprendizaje, pese a los esfuerzo de agencias internacionales y gobiernos receptores de aminorar el rezago educativo generado por el confinamiento, no únicamente dentro de los grupos de desplazados sino dentro de sus propios nacionales.
Según
el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), tres
de cada cinco niños que perdieron un año académico durante la cuarentena viven
en la región, la cual ha acogido a 4.87 millones de migrantes venezolanos del
total de 5.91 millones en el mundo. En enero de 2021, de esa población
migrante, tres millones tenían necesidades relacionadas a la educación. El
49.3% (754.470 niñas y 743.920 niños) eran infantes.
En
el Plan Regional de Respuesta para
Refugiados y Migrantes de Venezuela
2021 fijaron en 84 millones de dólares el monto a recaudar
para ayudar a la migración venezolana en el área educativa, implementando
proyectos que le hagan frente, entre otras cosas, a la ausencia de mecanismos
de reconocimiento, validación y acreditación de notas o títulos de jóvenes
venezolanos.
«En
toda la región existe una necesidad urgente de incluir a los niños refugiados y
migrantes en los sistemas educativos y políticas. Esta necesidad se agrava para
los niños, niñas y adolescentes refugiados y migrantes de Venezuela que llegan
sin documentación, (…) que se ha convertido en una de las principales
barreras para acceder a la educación en el país de acogida», reza el documento
de la plataforma R4V.
En
Ecuador, Colombia y Perú, cuatro de cada seis niñas venezolanas no estudia por
falta de papeles o de cupos.
En el
país peruano, por ejemplo —el segundo país con más connacionales—, entre 2017 y
2018 la matrícula escolar venezolana aumentó en 272% en el nivel primario
y en 414% en el secundario, en los planteles públicos.
Ya
para 2019, había en total 65.995 escolares venezolanos dentro del sistema
educativo peruano, gracias al plan «Lima Aprende, ni un niño sin
estudiar», que otorgó 2.835 cupos a estudiantes criollos de los
10,880 que abrió.
Según
el informe de Unicef El derecho a estudiar: Inclusión de niñas, niños y
adolescentes migrantes venezolanos al sistema educativo peruano, el
Ministerio de Educación incluso habilitó 339 colegios para recibir a alumnos
migrantes, pero fue insuficiente.
Para
finales de agosto de 2021, el Grupo de Trabajo para Refugiados y Migrantes en
Perú —coliderado por Organización Internacional de las Migraciones (OIM) y la
Agencia ONU para Refugiados (Acnur)— señaló que por la pandemia
alrededor del 50% de los niños venezolanos en esa nación seguía fuera del
sistema formal de educación.
Recientemente,
gracias a un programa
de nivelación académica impulsado por Naciones Unidas y la
Organización Convenio Andrés Bello (CAB), 50 infantes de 167 familias
venezolanas se incorporarán al sistema educativo de Bolivia en 2022, a pesar de
no tener documentación que certifique su grado de instrucción. Tendrán cinco
semanas de clases preparatorias.
Países
firmantes del CAP —entre los que están Venezuela, Bolivia, Colombia,
Ecuador y Perú— permiten que niños migrantes accedan a cursos que ayuden a
establecer cuál es su grado de avance escolar en diferentes materias en el país
al que migraron respecto al país de origen. Sin embargo, las deficiencias de la
educación venezolana han generado rencillas entre padres y planteles
receptores. «Les cuesta aceptar que sus hijos deben retroceder un curso porque
lo que aprendieron en Venezuela no corresponde a lo que se enseña aquí»,
reseñan en Proyecto
Migración Venezuela.
De un
sistema escolar colapsado
Los
NNA que llegan a los países de acogida van de un sistema educativo colapsado.
De acuerdo con un monitoreo de la OIM presentado en 2020, uno de cada tres
venezolanos entre tres y 17 años que pasaba por el puesto fronterizo de
Tumbes, en Perú, no había sido inscrito en una escuela en el año escolar
previo.
«A
pesar de la guerra económica, no se ha cerrado ni se cerrará jamás una
escuela”, dijo Maduro en febrero de 2020, ignorando los datos que ofreció su
propia administración.
Desde
2016, año en que empezó a darse la salida masiva de connacionales, en Venezuela
han cerrado 1.275 instituciones educativas. Del total de 30.687 que existían en
todo el territorio nacional, quedan 29.412, según las últimas cifras del
Instituto Nacional de Estadísticas (INE), que datan de 2017. Justo entre ese
año y 2012 683.283 estudiantes dejaron la escuela, en promedio desertaron
113.880 por año.
Pero
la deserción escolar aumentó exponencialmente en los últimos tres años.
El
Centro de Innovación Educativa de la Universidad Católica Andrés Bello presentó
el «Diagnóstico
Educativo de Venezuela 2021», en el que revelaron cifras alarmantes.
En ese período —entre 2018 y el año en curso— la población estudiantil de
primaria y bachillerato pasó de 7,71 millones a 6,5 millones, lo que
implica que se triplicó el número de alumnos que abandonó sus estudios
anualmente, con una media de 400.000 cada año.
682.000
de los 1,2 millones que salieron de las escuelas se fueron a otro país, es
decir el 56,8%. Igual ocurre con la plantilla docente que está integrada por
502.700 maestros, 166 menos (25%) de los que estaban activos hace unos años.
Para
este año escolar la plantilla total alcanzó los 502.700 maestros, es
decir, 166 mil profesores menos (-25%) que los que 699 mil que trabajaban
en las escuelas y liceos del país para el año 2018.
Apenas
hace un mes, Maduro pidió buscar a los alumnos que dejaron las clases durante
los 19 meses sin actividades presenciales por la pandemia para consultarles el
porqué de su decisión. La respuesta es clara: la falta de comida en el
hogar es la razón principal por la que el 78% de los niños venezolanos no
asisten a la escuela.
«Cerca
de la mitad de niños entre tres y cinco años no accede a la educación inicial
si viven en hogares con insuficiencia de ingresos para satisfacer la
alimentación o donde es bajo el clima educativo», mientras, «la situación de
pobreza aumenta los riesgos de exclusión educativa. Los hogares buscan
maximizar el aprovechamiento de su fuerza de trabajo para compensar la merma de
los ingresos familiares. Es alto el costo de oportunidad de permanecer
estudiando», señala la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) 2021.
Niños
sin medios para ver clases a distancia
En Colombia, desde la llegada de la pandemia, 37% de los niños de familias migrantes venezolanas entre 12 y 17 años perdió acceso formal a actividades de aprendizaje. Mientras, en Ecuador ese porcentaje se reduce a 32%, pero las razones son las mismas: fuentes de ingreso reducidas de los hogares de migrantes, falta de acceso a dispositivos inteligentes y conectividad de internet.
Una
estudio realizada por la ONG Plan International «Niñas venezolanas, voces de la
migración» reveló que 9% de las niñas venezolanas en esos países no asiste a la
escuela porque «es muy caro», 6% porque «no hay suficiente dinero» y 2%
debido a que tiene un trabajo remunerado. Incluso en otras encuestas del R4V
21% ha dicho que no asiste a clases porque no tiene equipos tecnológicos.
La educación ya ocupa el último eslabón de las seis principales preocupaciones de los grupos migrantes venezolanos. Encontrar qué comer, el pago del alquiler y empleos son sus prioridades, según la evaluación conjunta de necesidades realizada en mayo de 2021 por el Grupo de Trabajo para Migrantes y Refugiados.
Solo
en tierras ecuatorianas, el 79% de las familias de connacionales ha
tenido que reducir el número de comidas al día durante la pandemia o
reducir el tamaño de las porciones que ingieren. Eso ha provocado una
asfixia económica que ha fomentado el trabajo infantil, el cual afecta el
desarrollo y protección integral de estas poblaciones, limitando el ejercicio
de sus derechos fundamentales.
«La
alta condición de vulnerabilidad que afrontan las niñas y adolescentes
venezolanas en condición de trabajo infantil, es que, en su mayoría, a pesar de
aportar a la economía de sus hogares, no tienen autonomía respecto al manejo
del dinero que aportan. El país con mayor ocurrencia es Perú, pero Colombia es
el país en donde más se presentan situaciones de trabajo no remunerado, engaños
y estafas», reseña el informe de la organización sin fines de lucro.
Según
Unicef, los niños refugiados tienen cinco veces más probabilidades de estar
fuera de la escuela que otros niños.
En
aras de eliminar las barreras de acceso a la educación, Venezuela
ideó un
programa nacional para que sus connacionales en Ecuador puedan cursar
y completar el bachillerato a pesar de encontrarse fuera de su país, para así
obtener un título avalado por el Ministerio de Educación venezolano. Tiene el
nombre de «Club de Jóvenes en Educación Mi Patria Venezuela» y ha sido
articulado con varias instituciones venezolanas. Aún no ha arrancado
oficialmente, pero ya cuenta con 165 estudiantes inscritos.
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