Luis Ugalde 15 de noviembre de 2021
Nota
previa:
La
negociación por un fin superior
Un
hecho político trascendental me mueve a escribir esta nota. A última hora, en
el estado Miranda, los demócratas han dado un paso trascendental. Gracias a la
visión de Carlos Ocariz y su partido Primero Justicia (PJ) en diálogo con sus
rivales de Fuerza Vecinal, la oposición mayoritaria apoyará al candidato David
Uzcátegui con gran oportunidad de juntos rescatar la Gobernación de Miranda.
Este ejemplo de negociación con un fin superior va acompañado de la unificación
de una veintena de alcaldías con candidatos de PJ. Es un paso y un ejemplo que
enciende un potente faro de luz en el oscuro y deprimente túnel de la política
en Venezuela para cambiar de raíz la actual política de miseria y de agonía
nacional. No hay negociación política sin sacrificios y estos no se aceptan
sino para lograr un fin superior. Luego de que la dictadura proclame el 22-11
su “triunfo” para perpetuarse, será necesaria una radical renovación de la
política que solo será posible con negociaciones de cambio para recuperar la
esperanza, rescatar la democracia y reconstruir el país.
La Fiebre del Oro
A mediados del siglo XIX “la fiebre del oro”
se apoderó de buena parte de EE.UU. y movilizó una muchedumbre desordenada e
incontenible hacia el Oeste, atraídos por la ilusión-esperanza de una rápida
riqueza. De esa avalancha nació California como estado y surgieron otros
cambios importantes en el Oeste y en el país entero. También en lugares como
Australia, Sudáfrica, América Latina…la fiebre del oro movilizó sueños y muchos
desórdenes de multitudes cautivadas por el imán de posibles minas fabulosas. Ya
en la Conquista española la fiebre del oro fue motor y espada movilizando
sueños y desórdenes de multitudes maravilladas por la fiebre de posibles
riquezas mineras. Venezuela hace siglo y medio no fue excepción y la zona del
Yuruari, Guasipati y El Dorado fue la meca de la peregrinación afiebrada. Pero
nuestro oro desde hace un siglo fue el petróleo y su renta transformó el país y
su gente, con logros y deformaciones.
Ahora
se apagaron los pozos petroleros y la ruina del Estado rentista pone en
evidencia lo que ayer no queríamos ver: la riqueza de las naciones no está en
el oro (dorado o negro), ni en la plata, sino en el ilimitado talento de los
venezolanos. La mayor tragedia nacional actual no es que los taladros estén
parados y los pozos abandonados, sino los talentos apagados; que haya más de
tres millones de jóvenes fuera del sistema educativo y otro millón haya salido
del país. 37% de los jóvenes (entre 15 y 29 años) ni estudia ni trabaja según
la encuesta ENJUVE de la UCAB y la mitad de la juventud no está motivada para
estudiar porque no le ve el queso a la tostada. Más grave todavía es la pérdida
de maestros y profesores que necesitan vivir y el régimen les insulta con una
decena de dólares al mes que solo vale para entrar al club de la miseria
nacional. Universidades estrellas como la UCV, la Simón Bolívar están
abandonadas, igual que el Pedagógico y otras decenas de instituciones con
financiamiento público y miles de escuelas y liceos.
Es
hora de descubrir y aceptar que la tragedia nuestra y la llave de la cárcel que
nos encierra en la pobreza es la pérdida millonaria diaria del talento juvenil
que ni trabaja, ni estudia, ni tiene oportunidades para ello. La respuesta a
esta tragedia no está en pequeñas mejoras, sino en un cambio radical de visión
de la riqueza nacional y de la dignidad y trascendencia de un oficio y trabajo
cualificado. Es urgente un nuevo amanecer de todo el país dominado por la
fiebre de la educación: jóvenes y familias con fiebre, igual que los
educadores, los empresarios, los políticos y el Estado. Todos enloquecidos con
una fiebre contagiosa incontenible. Así como se improvisaron instrumentos para
sacar el oro y se crearon campamentos mineros y petroleros, ahora tenemos igual
que levantar muchos miles de campamentos donde la gente se aferre dejando todo
para apostar por el talento humano que se está perdiendo. Que cada factor y
actor educativo corra para tomar la delantera en la urgente tarea de sacar y
potenciar el talento, clave de la Venezuela esperanzada. Los primeros ensayos
no importarán, lo vital es que en cada casa se tiene que prender la fiebre
salvadora… Dar a los educadores económica y moralmente lo que valen; pero aun
así nos faltarán muchos miles más. Que quienes saben y pueden enseñar que
instruyan con título o sin él y los que necesitan aprender para ganarse la vida
y reinventar el país, se abracen con las familias y las empresas que necesitan
formación en oficios del siglo XXI. Los recursos públicos hoy tan disminuidos
deben priorizar la educación, adelgazar la burocracia y estimularla
participación de toda la sociedad. Que corra la voz de éxitos tempranos y todo
conspire para difundir y contagiar la fiebre. Formar rápidamente en oficios
para que el joven empiece pronto a producir, ganar y motivarse para seguir
formándose por el resto de su vida, combinando producción y estudio. Que el
esfuerzo privado se haga público y lo público se siembre y fructifique en lo
privado con la sana obsesión de ayudar a extraer el talento creativo e
innovador de cada uno. Abiertos al mundo y conectados con la revolución
informática que llegue por cauces de instituciones solidarias.
No
podemos esperar el cambio de régimen (por urgente que este sea) para empezar a
contagiar la fiebre. Empecemos ya con respuestas rápidas, innovadoras, audaces
y cortas (pero prolongadas y permanentes) antes de que perdamos la juventud que
ni trabaja ni estudia, ni está motivada con el panorama que le ofrecemos con la
actual ruina nacional para impedir de raíz que la niñez crezca en la actual
desoladora desesperanza.
Luis
Ugalde
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