Gregorio Salazar 14 de noviembre de 2021
El
sólo hecho de que múltiples sectores políticos y sociales se hayan organizado y
se estén movilizando a lo largo y ancho del territorio nacional para enfrentar
electoralmente a la dictadura que destruyó a Venezuela reviste una importancia
capital.
Lo
están haciendo a pesar de estar conscientes del descomunal reto que representa
ir a una confrontación de una desigualdad sin medida y minada en todos los
terrenos por un rival poderoso e inescrupuloso.
Hacia lo externo deben batallar con un torvo adversario que ejerce un ventajismo plagado de ingredientes anómalos, irregulares y delictivos y con la complicidad y la cooperación de gobiernos extranjeros. Un ventajismo obsceno y brutal.
Y
hacia lo interno, grandes limitaciones económicas, logísticas y operacionales,
entre las que destacan las comunicacionales, y una gran dispersión de opciones
que de ir unificadas garantizarían la victoria en la gran mayoría de los cargos
que se disputan.
Son
muchas las rupturas recientes con heridas abiertas, quizás irrestañables,
muchos “odios mellizales” aún no limados, pero sobre todo mucha prédica anti
electoral en pos de opciones inmediatistas que fueron no otra cosa que vapores
de la fantasía.
Nada
teme más este régimen que ver accionando en la calle a quienes lo rechazan, lo
repudian y no soportan las calamitosas condiciones de vida a las que los
someten. Y mucho más si están en plan de ejercer el voto. Hay muchas señales de
ello.
Una
muestra muy clara es la acre intemperancia que demuestra el llamado «segundo de
abordo» frente a la actuación de los dos rectores no chavistas del Consejo
Nacional Electoral, un espacio que han controlado a placer y que hoy encabeza
un ex ministro del régimen.
Cada
semana es posible observar por los canales públicos (de los que la camarilla
gobernante se adueñó con exclusividad) las andanadas de ataques, burlas y
sarcasmos contra los rectores Roberto Picón Salas y Enrique Márquez por
denunciar el proselitismo y actos partidistas a través de las pantallas de
Venezolana de Televisión, replicado por otros canales públicos, actos penados
por la ley electoral.
El
régimen ha trabajado incesantemente para alejar al ciudadano de las mesas de
votación. Es amplísima la gama de desafueros y desmanes en los que ha incurrido
para ello, todos destinados a la destrucción de la fe en el voto.
Probablemente
lo que más desengaño ha llevado a la población en estos años es ver que las
victorias electorales no se concretan en cambios políticos, como el cese a la
destrucción de Venezuela y la reinstitucionalización del país, como ocurrió con
la elección de la Asamblea Nacional del 2015 y antes con la Alcaldía Mayor.
Los
venezolanos no aceptan ni se resignan a, como se dice coloquialmente, “votar y
no cobrar” y ese es el combate que se reedita en esta oportunidad donde las
condiciones, la vigilancia desde adentro y la observancia desde afuera, lucen
mejor aunque lejos de ser suficientes.
En
esas dificultades y acentuar los reveses del pasado se basan quienes
radicalmente se oponen a la participación electoral. Paradójicamente lanzan el
llamado hacia unas “elecciones presidenciales ya”, versión estilizada al primer
enunciado del viejo y frustrado mantra, “cese a la usurpación”.
Esto
es claro puesto que por ningún lado se asoma cómo es que vamos a llegar a esas
elecciones libres, plenas de garantías, sin comenzar a disputarlas desde ya
sobre el terreno como ocurre ahora. Ganaremos el título mundial de los pesos
pesados sin combates previos y sin ir un solo día al gimnasio, pareciera ser la
apuesta.
Si eso
lleva implícito como premisa la salida de los autócratas o la barrida general
del chavismo del escenario nacional, entonces hay que reconocer que no hay
ilusión intervencionista que lo alimente.
La
descripción del viacrucis que vivimos, las disecciones sobre todas las
perversiones del régimen hechas por varios analistas y conocidos opositores
radicalmente contrarios a la participación electoral son perfectos,
incontestables, pero hasta allí. No hay asomo de fórmula política para
continuar la lucha.
Las
elecciones regionales no son un hecho puntual. Ni será exclusivamente el resultado
electoral lo que calibrará el éxito o la conveniencia de esa decisión. Tendrá
la virtud de decantar, reunificar lo liderazgos, de reactivar el contacto con
todos los sectores de la población, dejará condiciones que hay anclar hacia
victorias futuras.
El
ciudadano no está inerme frente a la dictadura. Su voluntad y la decisión de
seguir enfrentando el régimen de Maduro y de expresarlo a través de la lucha
electoral tendrá un impacto inmenso para el proceso de desmontaje de la
dictadura. Y en ese sentido no hay pérdida posible.
Gregorio
Salazar
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