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domingo, 5 de febrero de 2023

Cuando las cartas están echadas y te encuentras cruzando el Rubicón en Caracas. por @cipculturaiuris


por Roberto Hung Cavalieri

Un nuevo año y como suele ocurrirnos a muchos durante los primeros días y semanas, aprovechamos para reflexionar sobre los aprendizajes del año que termina así como las resoluciones y motivos de inspiración para el ciclo que inicia, igualmente sobre fenómenos que probablemente nos acompañarán durante esa nueva anualidad.

En años anteriores tuve la oportunidad de asistir a un evento simplemente maravilloso y espiritualmente energizante como lo es la procesión de La Divina Pastora de Santa Rosa hasta Barquisimeto, una experiencia que creo que todos debemos experimentar al menos una vez en la vida.

Otro hecho ocurrido también un mes de enero, entre la noche del 11 y la madrugada del 12, pero este no tan reciente como el origen de la peregrinación de la Virgen que data de mediados del siglo XIX, ya que este es del año 49 antes de Cristo. Nos referimos al cruce de Julio César por el río Rubicón hacia Roma, hecho que contrariando la férrea prohibición de ingresar los generales romanos con sus tropas a Roma, al hacerlo constituía no solo la transgresión de la ley, sino una abierta declaración de guerra el remanente triunviro Pompeyo con quien desde hacía ya un tiempo venían recrudeciéndose grandes diferencias políticas, y bien sabemos como se solucionaban esos temas en la época.

Con el cruce del rojizo río se había pasado el límite del que no había retorno, había que acogerse y aceptar las consecuencias de la fortuna, resultasen a favor o en contra, no había vuelta atrás, las cartas estaban echadas, «alea iacta est«, fue desde entonces la alocución latina que se le atribuye al César y que desde entonces identifica a esos momentos en los que ya no hay vuelta atrás y debe asumirse la fortuna que corresponda.

Hace ya unos años que ese episodio histórico del cruce del Rubicón estaba presente en mi mente, y cada 11 de enero en esa labor reflexiva y procura de ánimo para iniciar el año con la necesaria energía y buena actitud, recreaba en mi imaginación con la ayuda de las imágenes que aparecen en diversos cuadros y representaciones que cada vez son más fáciles de ver en internet, como pudo haber sido en realidad ese acontecimiento del que se sucediera no solo la guerra civil romana, sino de la idea e imagen del propio Cesar como uno de los personajes más importantes en la historia no solo de Roma, la que luego de su fallecimiento resultante en un imperio, del que valga destacar Julio Cesar jamás fue emperador ya que lo que obtuvo fue el título de dictador vitalicio, sino para toda la humanidad.

Luego de algunos años cavilando con cercanos amigos sobre lo determinante para la humanidad de ese cruce por el Rubicón, surgió la idea de que sin duda debíamos hacer una reunión y celebrar tan importante acontecimiento, siendo así que, el miércoles 11 de enero de este año 2023, y aunque no fuera como se deseaba, ello en el sentido de recrear la Roma de la época, particularmente sobre las togas blancas a vestir, tuvo lugar en un reservado lugar, en realidad a la postre fueron dos lugares, la primera celebración del cruce del Rubicón en Caracas, en la que no faltó además de los detalles de los relatos históricos, las reflexiones necesarias a nuestros tiempos y circunstancias, siempre animadas y excitadas por la veritas que deviene de la vid, especialmente entre la noche y la madrugada. “in vino veritas”

Abundantes fueron las referencias históricas de este importante personaje, su incursión y domino de la Galia cisalpina y transalpina, así como de Hispania y hasta Britania, y por supuesto su asesinato a las puertas del senado, pero siendo la conmemoración por el cruce del Rubicón, las reflexiones de ello derivada en todo su contexto no pudieron faltar y de lo que pasaba por su mente en ese momento que decidió jugárselas todas, o de como después de él, su vida, historia, trayectoria y hasta su propio nombre de César tuvieron tanta influencia al punto de ser llamados así todos los emperadores romanos, o como siglos más tarde personajes como Napoleón Bonaparte encontrándose en su mayor apogeo emulaba ser el César de inicios del Siglo XIX, aunque aquí hay un interesante caso de megalomanía que amerita estudio especial, pero este no es el momento.

No hay que ser Julio Cesar ni general de ningún ejercito, tampoco triunviro, estadista o político de importancia (de los verdaderos y no los fantoches) o persona influyente en cualquier arte, industria o profesión, o de cualquier foro social u otra índole, creo no exagerar si afirmo que todos nosotros nos hemos encontrado en mayor o menor medida en situaciones así, en las que existen límites que una vez que se pasan no hay vuelta atrás, y hay que correr con las consecuencias, cualesquiera que ellas sean, bien que tales límites los fijemos nosotros mismos o no, o que las consecuencias sean de carácter patrimonial, sentimental, laboral, académico o de cualquier otro, lo importante aquí es la conciencia de que debemos en nuestra vida ir atravesando situaciones de toda índole que nos van formando como personas y que con la experiencia ganada con cada cruce de ríos y la asunción de sus consecuencias, nos iremos preparando para nuevos y más complejos momentos.

Escuchaba recientemente como en una conversación alguien decia: «usted tomó decisiones, sean buenas o malas, tiene que asumir las responsabilidades», pareciera baladí y hasta de Perogrullo, pero cuanta verdad encierra esa afirmación, a lo que yo añadiría que esa responsabilidad se extiende muchas veces a la de actos inconscientes, sin embargo, también ha de afirmarse con igual e incluso mayor firmeza que el hecho de asumir responsabilidades, y más cuando nos son desfavorables, no significa que estemos condenados perpetuamente, siempre podremos sobreponernos y aprovechar las experiencias de la propia desventura, lo que nos ha de recordar nuevamente al mismo Julio César, quien si bien triunfó en casi todas las batallas en las que participó y que son las ampliamente referidas por la historiografía, sufrío en ocasiones los reveses de la derrota, de las que seguramente extrajo enseñanzas.

2023 sin duda es un año importante en muchos aspectos, tanto globales como individuales, un año en el que se encuentran patentes las consecuencias de la pandemia como del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania que tanto han afectado a la economía mundial como la inflación, el incremento del control social por regímenes de corte absolutista, pero también en lo individual e íntimo de muchos de nosotros como la terrible pérdida de familiares y amigos, disminución de la calidad de vida y en muchos estados la restricción de libertades individuales, o incluso la circunstancial relación con personajes tóxicos o parasitarios.

2023, y especialmente enero, mes del dios romano de los principios y los finales como es Jano, se nos presenta ideal para un nuevo comienzo y echar nuestras suertes, tomar importantes decisiones y asumir sus consecuencias, tener el valor de asumir los retos con entereza, reconocer nuestro crecimiento y que las experiencias para bien o para mal nos hacen ser lo que hoy somos, sabiamente detectando todo aquello y quienes que nos favorece y desechando aquello y quienes no, abrazando fuertemente los primeros, y rechazando y dando media vuelta a los segundos, para avanzar sin odios, sin rencores, incluso sin forzada indiferencia, simplemente ir dejando dejar pasar las aguas mientras cruzamos el río.

Alea iacta est.

Atravesemos nuestro propio Rubicón.

(*) A pesar de que desde ya hace un tiempo he decidido no referirme al caso venezolano ya que en nada contribuye para reflexionar sobre fenómenos globales, iba a hacer referencia a la situación particular del país llamando a empeñar nuestros mejores deseos y esfuerzos para encaminar su futuro, pero diversos hechos políticos, sociales y económicos ocurridos durante el mes de enero mientras cavilaba sobre los múltiples temas a tratar, me convencí una vez más de la mediocre y triste cultura política de nuestros países, razón por la que si desea usted lector extender las reflexiones aquí formuladas al contexto patrio, está como siempre en libertad de hacerlo conforme a sus propios criterios. Aquí más bien aplicaría un texto que tenía mi abuelo en su escritorio y que hoy imagino como le serviría de mantra: «No hay hueso sano».

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