La democracia es el régimen de gobierno que más garantiza el ejercicio pleno de los derechos humanos. Aunque, evidentemente, la historia se ha encargado de mostrarnos sus fallas, carencias y desviaciones, que en no pocas oportunidades han causado cansancio por parte de poblaciones enteras. Todo esto no significa que no sea perfectible y en el marco de exigencias públicas, se pueden corregir muchos entuertos y manipulaciones.
Una de las claves fundamentales para el mejoramiento de la democracia como sistema político es la garantía de alternabilidad, que permite que haya rotación frecuente de los gobernantes solidificándose la estructura del Estado y quitando protagonismo a las personas que individualmente llegan a ostentar el poder. Pero, los autócratas que se multiplican por doquier en estos tiempos, han encontrado las fórmulas para pasarse por el forro del arco del triunfo este importante precepto de la democracia. Hemos visto como han proliferado «cambios constitucionales» que se amoldan a los deseos de quienes quieren mantenerse en el poder a toda costa y hacerse los indispensables bajo cualquier «argumento ideológico» venga desde las izquierdas o desde las derechas esparcidas por el mundo.
Sobran los ejemplos donde se lanzan candidaturas de esposas, hijos o hijas, sobrinos o sobrinas, seudo líderes por mampuesto, ventrílocuos o simplemente se «inventan» interpretaciones de la Constitución para alargar los períodos o permitir seguir siendo reelectos de manera indeterminada. Cuando un gobierno rompe bajo cualquier argumento, su fecha de caducidad, comienza a socavar la democracia y el balance de contrapesos necesarios para limitar el poder de una sola persona sobre todo el sistema constitucional. Y es allí donde aparecen, las nuevas autocracias, que se han especializado en deteriorar la imagen de la democracia y fomentar una polarización de nosotros contra ellos, que termina siendo el combustible necesario para alimentar el populismo desbordado.
Tenemos que retomar con mucha fuerza el posicionamiento de la unidad indisoluble entre democracia y alternabilidad. Sin esta combinación, difícilmente se puede avanzar en la perfectibilidad de un sistema político donde los ciudadanos eligen a sus gobernantes pero también tienen la capacidad de establecer límites con su voto en los contrapesos institucionales necesarios. Ha venido sucediendo en el marco de las manipulaciones políticas de los nuevos tiempos, que se cooptan los poderes públicos, se sigue mostrando una apariencia de separación, pero en el fondo, los neoautócratas son los que controlan tras bastidores, el cúmulo de decisiones que corresponden a los otros poderes.
La democracia como sistema político está siendo amenazada como nunca antes. Cada vez las manipulaciones jurídicas y argumentativas se usan para destruirla desde dentro aprovechando el potencial comunicador de las redes sociales. La desinformación se ha convertido en la principal herramienta de los autócratas para debilitar el sentimiento de apoyo popular hacia ella. El mundo está bajo amenaza, de hecho, hoy día existen menos gobiernos democráticos alrededor del planeta y ha sido una constante en las últimas décadas, especialmente, luego de la aparición de las nuevas herramientas tecnológicas que han potenciado la comunicación instantánea.
Estemos atentos y no repitamos discursos vacíos y manipuladores donde se argumenta la necesidad de que una persona se mantenga en el poder porque es «indispensable» para salvar o rescatar al país. O es el único en poder dirigir la nave de la patria hacia puerto seguro. O que necesita más tiempo porque no lo han dejado resolver los problemas de la gente. Debemos posicionar la alternabilidad del poder como un elemento esencial al desarrollo de la democracia; independientemente del modelo ideológico que rija a la sociedad. Si un gobernante quiere seguir con el «coroto» porque él es chévere o es el único capaz prendamos las alarmas de la democracia y las instituciones para que no se nos escape un autócrata más.
https://efectococuyo.com/opinion/la-necesaria-alternabilidad/
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