Paulina Gamus 26 de marzo de 2023
Tenía en mente tantos temas para esta nota los que –como suelo procurar– serían universales y apenas con pinceladas sobre esta parroquia tan kafkiana y atribulada en que nos toca vivir, sufrir y morir. Pero no puedo evadir ni queriéndolo el mafiamoto que acaba de ocurrir en el régimen de Nicolás Maduro y C.A. Ese servidor a tiempo completo de la revolución bonita que era apto para cualquier cargo hasta llegar a usufructuar lo que queda de la gallina que ponía huevos de oro (Pdvsa). Siempre tan bien peinado con un copete inalterable y siempre atildado en el vestir. Ese que parecía ser maleable, infinito e inderrumbable, ha sido destronado al tiempo que su círculo de colaboradores más íntimos ha sido encarcelado.
Escribo
esta nota (martes 21-3-2023, 11 am). Quién sabe cuántas cosas sucederán en las
próximos horas y días que no seré capaz de registrar. La noticia ahora es que
el inefable Tarek El Aissami ha renunciado a la presidencia de la
petrolera nacional. Como la manera de enterarnos hasta de mafiamotos como
este es Twitter, el desplazado e investigado El Aissami acude a la plataforma
de Elon Musk para tuitear que su renuncia es «para acompañar y respaldar
totalmente este proceso» (de los grandes hechos de corrupción en
Pdvsa). El tuit que sigue a este de ponerse a la orden (arrodillarse)
de sus verdugos dice textualmente: «De igual manera, en mi condición de
militante revolucionario, me coloco a disposición de la dirección del PSUV para
apoyar la cruzada que ha emprendido el presidente Nicolás Maduro contra los
antivalores que estamos obligados a combatir, hasta con nuestras vidas».
Esta
lamida de botas con lágrimas de cocodrilo pasará al basurero de la historia
como el 99,99 de los actos hipócritas y de las rencillas intermafiosas de la
revolución que nos desgobierna desde hace 23 años.
¿Puede
alguien que tenga alguna capacidad de sindéresis creer que después del saqueo
que el actual régimen y su predecesor, el de Hugo Chávez Frías, hicieron a la
nación venezolana, es la corrupción la que defenestra al ex ministro y ex de
todo El Aissami? En la catarata de denuncias que parecen llover desde la
atmósfera y salir del subsuelo, hay una danza de miles de millones de dólares
que ninguna calculadora tradicional puede convertir en bolívares, además no
hace falta.
Se
dieron cuenta de repente, nada ni nadie podía hacerlos dudar de tan perruno
camarada. De pronto reaparece –como hace cada cierto tiempo– un ex ministro del
chavismo, Andrés Izarra, radicado en Alemania, quien tuitea textualmente: «Lo
que Maduro descubrió era un plan para disputarle el poder. Maduro usa la
corrupción para controlar las ambiciones de los grupos, pero el poder se lo
reserva para él. La golpiza viene porque el plan para tomar el poder se
devela».
La
purga fantochesca dentro de las filas del PSUV tiene en sus raíces el mismo
objetivo de las que en su tiempo hizo Stalin: sembrar el terror para
impedir críticas al régimen y eliminar a todos aquellos que pudieran
aspirar a sucederlo. También inventar enemigos como ocurrió con el «Complot
de las batas blancas», en que numerosos médicos, incluido el
particular de Stalin, estuvieron a punto de ser asesinados o deportados a
Siberia. Los salvó la muerte del genocida. Stalin estaba
obsesionado con quienes podían disputarle el poder.
Fidel
Castro, tutor espiritual e ideológico de Nicolás Maduro, tenía mucho más
agudizada esa paranoia. Así fue como se deshizo del Ché Guevara enviado a morir
en Bolivia, de Camilo Cienfuegos, fallecido en un sospechoso accidente de
aviación, de Huber Matos, comandante histórico
del Movimiento
26 de Julio quien fue figura clave en el derrocamiento de la dictadura
de Fulgencio
Batista. Fidel lo encarceló por sedición entre 1959 y 1979.
El
caso más dramático y cruel: el fusilamiento de Arnaldo Ochoa, general de
División de las Fuerzas
Armadas Revolucionarias cubanas. Héroe de la República de Cuba desde que se
le otorgó la orden en 1984, hasta que se le despojó de la misma en 1989. Fue el
jefe de la tropas cubanas en la Guerra de Ogaden en
apoyo a Etiopía y
de la misión militar cubana en Angola. Fue condenado en juicio
militar público junto a Antonio De La Guardia Font, Jorge Martínez Valdés y
Amado Padrón Trujillo a la pena capital por «alta
traición a la patria producto de acusaciones de actividades de narcotráfico. Por
los mismos métodos estalinistas para que los inocentes se declararan culpables,
el general Ochoa:»aceptó las impugnaciones de orden moral que recayeron
sobre su persona y reconoció la comisión de los delitos que se le imputaron;
hizo una severa autocrítica de su proceder; manifestó su más profundo y sincero
arrepentimiento; deslindó al comandante en jefe, al ministro de las Fuerzas
Armadas, al Partido y al gobierno de Cuba de cualquier participación en el
tráfico de estupefacientes y finalmente descartó el carácter político de su
detención y enjuiciamiento».
Quienes
recuerden o tengan ocasión de ver la extraordinaria película francesa del
director Costa Gavras, «La Confesión» (1970), entenderán como las
manipulaciones, torturas psicológicas y físicas llevaron al ex ministro checo
Artur London a declararse culpable durante el «Proceso de Praga» en
1952. Jorge Semprún basó el guion de la película en el libro del ex ministro
que narra en primera persona las purgas estalinistas de las que fueron víctimas
los disidentes del Partido Comunista checoslovaco.
Guardando
las inmensas distancias entre London y un parvenu de la política, un militante
sin medallas, heroísmos o talentos, un sujeto del que solo se ha conocido su
ambición por los cargos donde el poder político y de enriquecimiento ilícito
fuese mayor, también éste –El Aissami– se arrastra a los pies del verdugo antes
de que lo arrastren a La Tumba.
¿Creerá
alguien que detrás de estas detenciones por «corrupción» y de esa
renuncia provocada hay alguna remota intención de corregir la que ha sido
insignia del chavomadurismo? Para nada, esos miles de millones que se atribuyen
a las agallas de Tarek El Aissami y de su entorno, jamás ingresarán a
las arcas de la nación para aliviar las carencias de jubilados,
pensionados, profesores universitarios, maestros, enfermeros, empleados públicos
en general y todos aquellos venezolanos condenados a vivir y morir en la
miseria.
Paulina Gamus
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