Carlos Delgado Flores 21 de abril de 2023
@cardelf
Desde
1936, cuando Allan Turing diseñó su máquina de calcular hasta el presente, la
idea de contar con dispositivos que a modo de prótesis complementen la
actividad intelectual humana en lo que concierne a actividades computacionales,
entre otras: medición, comparación, identificación de patrones, es lo que en
términos genéricos entendemos como inteligencia artificial. Su emergencia como
campo de investigación y desarrollo ocurre de forma recursiva con el desarrollo
de la ciencia cognitiva, como si se reflejaran una y otra, en imagen especular;
aunque una está referida al estudio de los procesos mentales, tanto orgánicos
como de procesamiento simbólico, y la otra a la traducción como sistemas
expertos computacionales, inspirados en el procesamiento cerebral.
La inteligencia artificial cambia el mundo del trabajo
El
debate sobre la inteligencia artificial (IA) no es nuevo, solo que ahora es
público, porque es ahora que ese tipo de tecnología entra con fuerza al
mercado. El impacto que la IA como forma de automatización de funciones
intelectuales, pueda tener en el mercado de trabajo es grande, sobre todo en
aquellas profesiones basadas en la intermediación frente al Estado, o en los
servicios de mediación a las comunidades: abogados, periodistas,
administradores, contadores públicos, entre otros. Sin embargo, su impacto sólo
profundiza una tendencia ya detectada en estudios como El futuro del trabajo en
la IV Revolución Industrial, según la Organización Internacional del Trabajo,
donde se evidencian dos grandes tendencias de empleo en la actualidad: los
servicios personales, de difícil automatización, y las profesiones altamente
tecnologizadas, que hacen parte activa de lo que ya llamamos IV Revolución
Industrial.
El
trabajo cambia cuando los modos de producción lo hacen, y la digitalización
supone justamente, otro, donde el valor trabajo se mide por la capacidad de
transformar datos en información, y con ella producir conocimiento; un modo
donde la barrera de entrada no es precisamente el capital. Por eso se habla de
economía del conocimiento, de capitalismo cognitivo y, como representación de
un cambio de época, de Sociedad del Conocimiento; y por supuesto, las
inequidades, más que de haberes, ahora son de saberes.
Luditas
de todos los tiempos
No es
la primera vez en la historia que, en el presente continuo, los grupos
afectados por los cambios sociales que las tecnologías introducen, protestan de
modo combativo. No faltó, en su época, quien demonizara la imprenta y reclamara
la pérdida de poder del statu quo de copistas y lectores en abadías y
monasterios, o en las nacientes universidades del viejo mundo. Pero el emblema
de la oposición al cambio tecnológico lo constituyen los luditas, cuyo nombre
no alude a los partidarios de los juegos, sino a obreros y artesanos que a
principios del siglo XIX se enfrentaron a la automatización de arados y
telares, inspirados en la figura del coronel Ludd, personaje más bien ficticio,
que rompía motores de vapor y resortes para mantener funcionando las yuntas de
bueyes o las lanzaderas de madera de unas tecnologías que antes de principios
del siglo XIX habían evolucionado muy poco.
Los
luditas obedecieron a su tiempo, fueron realistas y críticos frente a la
novedad, pero les faltó razón, o en todo caso, entender que el problema no era
la tecnología, sino el cambio cultural que ella entraña, cosa que sí hizo
Robert Owen, empresario textil, fundador de la primera cooperativa de la
historia y padre del socialismo británico. A ambos casos los valoramos desde el
presente continuo y no desde el tiempo histórico, en un ejercicio de
revisionismo que, si nos descuidamos, genera mitografías, útiles para la
propaganda, para justificar los supremacismos y los fundamentalismos de
cualquier pelaje. Esto se dice, y se puede pensar en los neoluditas que aspiran
al estilo de vida cuáquero, amish, o menonita, denuncian el surgimiento de una
teología tecnológica y se afilian a los lobbies más conservadores en EE.UU. y
Europa, haciendo vida con los neoconservadores, los supremacistas blancos, los
conspiranoicos del Nuevo Orden Mundial, los partidarios de las tecnocracias
nacionalistas, en fin, el vetus ordo. Pero también en la creciente
comunidad de usuarios de criptoactivos basados en computación de bloques en
cadena (Blockchain) hechos para prescindir del tercero confiable, que es el
principio de diseño de todas las instituciones.
La IA
no es inteligencia humana
La IA
no puede dar cuenta completa de la experiencia humana porque su diseño es
lógico formal y lo que es capaz de hacer está determinado por un algoritmo que,
como conjunto de instrucciones, procede mediante una traducción de lenguajes
(numérico y verbal a binario), y siempre el corpus de la traducción implica
delimitación, en este caso, con la metadata de los archivos que se almacenan en
las bases de datos. De hecho, Jaron Lanier, inventor de la realidad virtual
sostiene que los algoritmos de IA crean calculadoras lingüísticas, pero eso no
es una máquina inteligente. Ni gusto, ni imaginación, ni inconsciente son
conceptos que la IA pueda manejar con efectividad desde la lógica o la
matemática, por su alta carga de irracionalidad y de subjetividad, aunque la
tendencia a la imprecisión semántica tiende a verse reducida con estadísticas
mucho más avanzadas que las descriptivas o inferenciales que han hecho
tradición. Reducir la capacidad de la mente humana y del espíritu a mero
cálculo, da como resultado una visión empobrecida y cosificada de la condición
humana.
La IA
ética es deliberada y transparente
Como
con toda tecnología, lo que permite discernir el uso de la IA es la comprensión
de sus implicaciones. Los aspectos de una inteligencia artificial ética pasan
por la elaboración de modelos de datos periódicamente sometidos a discusión
para reducir el riesgo que introduce el sesgo del algoritmo. En otras palabras:
en la medida en que se automaticen las decisiones, basándose en IA, se requiere
que el aprendizaje de la máquina obedezca a datos reales de la experiencia
humana, puesto que la máquina no puede tener una experiencia propia que le
permita saber que no sabe, para eso se requieren los modelos de datos, y
además, que estos modelos se gestionen de manera colegiada, descentralizada,
pública, en la medida en que afectan el valor de las vidas de más y más
personas, cada vez. O en palabras de Su Santidad Francisco:
…hacer
de la dignidad intrínseca de todo hombre y de toda mujer el criterio clave para
evaluar las tecnologías emergentes, que son éticamente válidas si ayudan a
manifestar esa dignidad y a aumentar su expresión, en todos los niveles de la
vida humana.
Aprender
a hacer IA y a emplearla éticamente requiere educación
Pero
la educación debe ser consciente de los cambios culturales que entraña el
cambio de época, para adecuar consecuentemente los perfiles de competencia,
para que el cambio no quede como “remiendo nuevo en paño viejo”. La educación
-especialmente la de niñas de hogares matrifocales- debe preparar a los alumnos
para procesos de educación a lo largo de la vida, porque los cambios apenas
están comenzando; se trata de una pedagogía “andragógica”, de una apuesta por
la neuroplasticidad que forme, en pensamiento complejo y estratégico, la
capacidad para usar -y crear- eficazmente la IA que, junto al metaverso, va
camino de convertirse en el nuevo estándar de trabajo en el entorno
digital.
Referencias
- OIT/UIA (2020). El futuro del trabajo en
el mundo de la Industria 4.0. Buenos Aires; Oficina de país de la OIT para
la Argentina https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—americas/—ro-lima/—ilo-buenos_aires/documents/publication/wcms_749337.pdf
- Wikipedia (s.f.) Neoludismo. https://es.wikipedia.org/wiki/Neoludismo
- Luizao, P. (2023). El peligro no
es que la IA nos destruya, sino que nos vuelva locos y estúpidos: Jaron
Lanier. Pijama Surf. Disponible en https://pijamasurf.com/2023/03/jaron_lanier_peligro_inteligencia_artificial_locos_estupidos_chat_gpt_algoritmos/?fbclid=IwAR1mLeOyo1UO2DdE8T79UaVgMq_qPyaAgvWuC9QPXT38j-IYrxBF_W2pbsM
- Campisi, T. (2023). Francisco: la
dignidad humana no se mide con un algoritmo. Vatican News. Disponible
en https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2023-03/francisco-la-dignidad-humana-no-se-mide-con-un-algoritmo.html
- Moreno, A. (2012). La familia
popular venezolana. Temas de formación sociopolítica. Fundación
Centro Gumilla. Disponible en https://fhcv.files.wordpress.com/2013/05/la-familia-popular-venezolana-alejandro-moreno.pdf
Carlos
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