IBÉYISE PACHECO 27 de abril de 2023
@ibepacheco
A
Guaidó le facturan por no haber cumplido la promesa de sacar a Maduro del
poder. Acaso ¿fracasó solo él? ¿No hemos fracasado todos? ¿Era fácil ganar?
Aún
sin nada concreto para la realización de elecciones primarias, las miserias se
han desatado dentro de la oposición venezolana, para complacencia del régimen.
Esta vez y con furia, la víctima ha sido Juan Guaidó, quien ha sido objetivo de la dictadura, amenazado, agredido y perseguido desde que se juramentó hace más de cuatro años, en el 2019, como presidente interino. Pero eso, por muchos, no es valorado.
Por
estos días han quedado expuestos la inmadurez y el egoísmo en el comportamiento
de parte de un pueblo que se siente “merecido” y que decide acribillar a
quienes han dado muestras de sacrificio y coraje en la lucha. Lo peor es que
esto sucede sin tener una alternativa o una estrategia para enfrentar al
monstruo de Miraflores.
“Autosuicidio”,
diría el expresidente Carlos Andrés Pérez.
“Este
odio, esta corrosión, este modo de destruir, es una herencia fatal, no hay que
aceptarla”, escribió en Twitter la escritora y psicóloga Ana Teresa Torres.
Antes,
Jesús Chúo Torrealba, quien en algún momento fue la cabeza visible de aquella
Coordinadora Democrática, había encarnado también en Twitter, a un personaje
cargado de resentimiento, oportunismo, deslealtad y envidia. Chúo, bajo una
especie de incontinencia de sádico placer, agredió vilmente a Juan Guaidó en el
trágico momento de incorporarse a la estadística del exilio venezolano en
Miami.
El
evento ha llevado a muchos a recordar la frase del expresidente Antonio Guzmán
Blanco cuando definió a Venezuela como un cuero seco -incontrolable- que al
pisarlo por un lado se levanta por el otro. Más o menos así andamos. En
circunstancias de debilidad de Nicolás Maduro en lo
interno, la oposición se canibaliza a placer. Entonces el régimen aprovecha y
avanza, socializa en la Cumbre de Bogotá apasionadamente gestionada por Gustavo
Petro cuyo objetivo fundamental es que cesen las sanciones a Maduro y algo más,
porque quizás en el camino, obtenga el regreso de su amado Alex Saab.
Las
elecciones libres y verificables siguen siendo una quimera. Haber logrado la
salida de Juan Guaidó, es una derrota moral. No se trata de simpatías con quien
significó una esperanza para muchos venezolanos. No. El asunto está en la parte
oscura de esta lucha. La vergüenza de la exposición de miserias, el modo como
ha quedado desvelado nuestro penoso comportamiento, lo pequeño que somos, lo
poco que hemos aprendido en todos estos años, lo fácil que resulta para el
régimen manipular a la opinión pública,
el rol de títeres de quienes han sido cooptados, en fin, el despliegue de
errores ante un pueblo sufrido que desprecia al dictador y que, aun siendo
mayoría, se da por derrotado. Que, agotado y desesperanzado, acumula
resentimiento frente a la imposibilidad de recuperar la democracia.
El
espectáculo en las redes ha expuesto a una jauría insaciable que ataca sin
análisis ni conciencia al personaje Juan Guaidó al punto de igualarlo a
cualquier ladrón de los muchos que hacen vida en el oficialismo. Un juicio
injusto. A Guaidó le facturan por no haber cumplido la promesa de sacar a
Maduro del poder. Acaso ¿fracasó solo él? ¿No hemos fracasado todos? ¿Era fácil
ganar?
Por
ese trapiche pasamos también quienes nos hemos visto obligados a salir del
país. En realidad, estamos en un tiempo en que no hay manera de ganar en
posiciones. Quien se entrega o se deja apresar por la tiranía, lejos de ser
valiente, es bolsa. Y quien huye, es un cobarde. Todo según lo previsto en los
guiones de costosos laboratorios de comunicación del régimen que saben por
dónde agredir, conocen los puntos débiles de la psiquis de muchos venezolanos
cuyas emociones son manipuladas y dirigidas hacia un comportamiento despiadado
y agresivo.
Es
difícil luchar cuando hemos tomado el camino de la destrucción mutua. Ya lo han
advertido insistentemente conocedores de la política. Para el liderazgo es
urgente dejar a un lado los egos, acordar una estrategia inteligente, honesta y
común que oriente tanto dolor alojado en un pueblo confundido, y que, aun así,
ha dado señales concretas de su disposición a luchar sin miedo.
Que lo
digan los dolientes de tantas víctimas de criminales, como Juan Pablo
Pernalete, asesinado hace seis años por una bomba lacrimógena disparada
directamente a su pecho por un Guardia Nacional que recibió instrucciones de su
oficial superior, quien a su vez cumplió la orden emitida desde Miraflores. Tan
fue así, que Jorge Rodríguez presionó directamente a la entonces fiscal Luisa
Ortega Díaz para que ocultara la verdad y culpara a la oposición, hecho que
significó el punto de quiebre entre la funcionaria y el régimen.
Al
menos por los caídos, estamos obligados a recomponernos.
IBÉYISE
PACHECO
@ibepacheco
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