Opus Dei 29 de abril de 2023
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Evangelio del 4º Domingo de Pascua y
comentario al evangelio. "Yo he venido para que tengan vida y la tengan en
abundancia". El buen pastor es el que, a ejemplo de Cristo, se sabe
humildemente al servicio de los demás, y no busca nada para sí mismo.
Evangelio
(Jn 10,1-10)
En
verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta del redil de las
ovejas, sino que salta por otra parte, ése es un ladrón y un salteador. Pero el
que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el portero y
las ovejas atienden a su voz, llama a sus propias ovejas por su nombre y las
conduce fuera. Cuando las ha sacado todas, va delante de ellas y las ovejas le
siguen porque conocen su voz. Pero a un extraño no le seguirán, sino que huirán
de él porque no conocen la voz de los extraños.
Jesús
les propuso esta comparación, pero ellos no entendieron qué era lo que les
decía.
Entonces
volvió a decir Jesús:
— En
verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos cuantos han
venido antes que yo son ladrones y salteadores, pero las ovejas no les
escucharon. Yo soy la puerta; si alguno entra a través de mí, se salvará; y
entrará y saldrá y encontrará pastos. El ladrón no viene sino para robar, matar
y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.
Comentario
Jesús
utiliza una alegoría bien conocida en los textos bíblicos del Antiguo
Testamento. Es la del pastor que cuida de su ganado. Pero ahora llama la
atención el hecho de que antes de presentarse como Buen Pastor, diga de sí
mismo que “yo soy la puerta de las ovejas” (v.7).
Al
igual que Dios había hecho con el pueblo de Israel, también en la Iglesia se
servirá de “pastores” que cuiden de sus “ovejas”. Ahora bien, les deja algo
claro a todos: sólo es “buen pastor” el que conduce a las ovejas hacia la única
“puerta” que es Cristo. El que intenta llevarlas a otro lugar es un farsante al
que no hay que seguir porque “el que no entra por la puerta del redil de las
ovejas, sino que salta por otra parte, ése es un ladrón y un salteador” (v.1).
De
modo muy gráfico dice Jesús que el mal pastor “salta” por otra parte,
utilizando un verbo que evoca la acción de quien trepa para llegar a un sitio
donde no debería estar. Previene así del peligro de servirse de la Iglesia, e
incluso del puesto que se ocupa en ella, para el propio provecho personal. El profeta
Ezequiel ya había denunciado en su tiempo esa actitud: “¡Ay de los pastores de
Israel, que se apacientan a sí mismos: ¿no son los rebaños lo que deben
apacentar los pastores? Os alimentáis de su leche, os cubrís con su lana y
matáis las reses más cebadas, pero no apacentáis el rebaño. No habéis
robustecido a las débiles ni sanado a las enfermas. No habéis vendado a la
herida ni habéis recogido a la descarriada. No habéis buscado a la que se había
perdido” (Ez 34,2-4).
Benedicto
XVI, en una homilía pronunciada en 2009 durante la inauguración del año
sacerdotal, decía: “¿Cómo olvidar que nada hace sufrir más a la Iglesia, Cuerpo
de Cristo, que los pecados de sus pastores, sobre todo de aquellos que se
convierten en ‘ladrones de las ovejas’, ya sea porque las desvían con sus
doctrinas privadas, ya sea porque las atan con lazos de pecado y de muerte?
También se dirige a nosotros, queridos sacerdotes, el llamamiento a la
conversión y a recurrir a la Misericordia divina; asimismo, debemos dirigir con
humildad una súplica apremiante e incesante al Corazón de Jesús para que nos
preserve del terrible peligro de dañar a aquellos a quienes debemos salvar”[1]. De ahí la
importancia de que todos recemos por la santidad de los sacerdotes y para que
nunca falten los buenos pastores en la Iglesia.
Por su
parte, “Cristo, Buen Pastor, se ha convertido en la puerta de la salvación de
la humanidad, porque ha ofrecido la vida por sus ovejas. Jesús, pastor bueno y
puerta de las ovejas, es un jefe cuya autoridad se expresa en el servicio, un
jefe que para mandar dona la vida y no pide a los otros que la sacrifiquen. De
un jefe así podemos fiarnos -decía el Papa Francisco-, como las ovejas que
escuchan la voz de su pastor porque saben que con él se va a pastos buenos y
abundantes. Basta una señal, un reclamo y ellas siguen, obedecen, se ponen en
camino guiadas por la voz de aquel que escuchan como presencia amiga, fuerte y
dulce a la vez, que guía, protege, consuela y sana”[2].
El
buen pastor es el que, a ejemplo de Cristo, se sabe humildemente al servicio de
los demás, y no busca nada para sí mismo. “Permitidme un consejo -propone San
Josemaría-: si alguna vez perdéis la claridad de la luz, recurrid siempre al
buen pastor. ¿Quién es el buen pastor? El que entra por la puerta de la
fidelidad a la doctrina de la Iglesia; el que no se comporta como el mercenario
que viendo venir el lobo, desampara las ovejas y huye; y el lobo las arrebata y
dispersa el rebaño. Mirad que la palabra divina no es vana; y la insistencia de
Cristo –¿no veis con qué cariño habla de pastores y de ovejas, del redil y del
rebaño?– es una demostración práctica de la necesidad de un buen guía para
nuestra alma”[3].
[1] Benedicto
XVI, Homilía en las segundas vísperas del Sagrado Corazón de Jesús,
Viernes 19 de junio de 2009.
[2] Papa
Francisco, Regina coeli 7 de mayo de 2017.
[3] San
Josemaría, Es Cristo que pasa, 34.
Photo by Nick Tiemeyer on Unsplash
Tomado
de: https://opusdei.org/es-ve/gospel/2023-04-30/
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