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miércoles, 25 de septiembre de 2013

Carta a las maestras poderosas


Por Luisa Pernalete, 24/09/2013

Queridas maestras poderosas:
Hoy deben comenzar las clases para los más pequeños de las escuelas. Ya sé que también en primaria hay maestros, pero seguro que en educación inicial serán contados los colegas – hombres, y será igual en los primeros grados, por eso, por ser mayoría, les escribo a ustedes.
Es posible que las vacaciones no hayan sido suficientes para descansar, pues les habrá tocado, como a casi todos los venezolanos, andar corriendo atrás de un rollo de papel sanitario o de un kilo de harina, eso agota; también agota estar sacando cuentas cada día, pues la inflación no perdona y ataca más duro a los que ganan menos. Créame, les comprendo. ¡Qué bueno sería que los educadores no tuviéramos que dedicar tiempo a saber cómo estirar el dinero para lo básico. ¿Recuerdan aquella canción? “A mí me pasa lo mismo que a usted”, pero el muro de lamentaciones está lleno, y a nosotros nos toca hacer vida aquel mensaje de Jesús al paralítico: ”Toma tu camilla, levántate y anda”. Las quejas no preñan.
Quiero en esta carta recodarles el poder que tienen ustedes, sobre todo las que trabajan en educación inicial y en los primeros grados de la primaria. Hay gente que, por ignorancia, cree que estos son grados “fáciles” y hasta menosprecian a las profesionales que están en esos grados, ¡craso error! En realidad, hoy ningún grado es fácil, cada edad tiene sus dificultades y la sociedad actual plantea muchos retos a la escuela. La venezolana tiene sus retos añadidos. Pera además, ya se sabe que los primeros grados son la base, es en ellos donde se fijan hábitos, las rutinas necesarias para la convivencia pacífica, el tiempo de abrir las ventanas al niño y a la niña para que puedan ver todas sus potencialidades. Es el tiempo de que se sientan y se sepan queridos y aceptados; hay la oportunidad de compensar las carencias afectivas del hogar – la mayoría   por  falta de herramientas de sus padres y no por mala voluntad de los mismos- ¡Hay tantas cosas bonitas que se pueden hacer en esos grados¡ ¡Hay tantas tareas fundamentales que deben cumplirse en esa etapa!

¡Ustedes tienen mucho poder!, eso a pesar de las competencias desleales del medio. Todavía la palabra de una maestra es importante para los niños. ”Lo dijo la maestra”, suele ser  una sentencia obligada para la mayoría de ellos, y si sabemos ser hacer magia, una palabra de estímulo puede significar un futuro exitoso para más de un alumno. Puede ser su salvación.
Recuerdo que hace años una maestra de preescolar, de una escuela ubicada en un barrio muy pobre y violento de San Félix, se propuso que todos sus niños aprenderían a leer. Había una pequeña que solía repetir que ella no aprendería por era “bruta” –seguro que eso le decían en su casa – pero la maestra, con verdadera terquedad evangélica, y fe en su alumna, le animaba y le insistía que si podría, ¡y pudo! Paradójicamente la supervisora le amonestó por estar fijando metas “no aptas” para la edad, pero ese es otro cuento, el asunto es que todos los niños salieron leyendo.
¿Y dónde dejan el poder que pueden ejercer sobre las madres de los alumnos? En educación inicialen la primaria, sobre todo en esos primeros años, las madres suelen estar más pendiente de sus hijos, suelen ir las reuniones, están atentas a lo que la maestra pueda decir de sus “retoños”, incluso esas que los docentes calificamos –a veces injustamente – de “descuidadas”, eso sí, cambie su dedo acusador por una mano extendida, y haga ver que usted es su “comadre”, y no su juez, y que ambas quieren el bien del niño para vea cuánto puede lograr. Y si el caso fuera muy “grave”, ensaye con una visita, una llamada o un pequeño mensaje, y verá la diferencia.
Poder, según el diccionario, es la capacidad de influir en otras personas. Pues bien, queridas maestras, ustedes son “superpoderosas”, porque pueden influir en muchos niños y en muchos padres y madres. Hagan uso de ese poder sanador y creador, y luego, cuéntenme a final de año cómo les fue. Me adelanto a la imagen y las veo sonrientes.
Un abrazo,

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