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martes, 24 de septiembre de 2013

Maduro en 3 y 2

Manuel Felipe Sierra Lunes, 23 de septiembre de 2013

Más allá de la gimnasia revolucionaria como planteamiento originario del chavismo, la situación del país obliga a ciertos cambios en la estrategia del manejo económico, salvo que se asuma el riesgo cierto de conducirlo a un cuadro parecido a una catástrofe

Las recientes declaraciones del ministro de Finanzas, Nelson Merentes (de no ser desmentidas o negadas por los hechos) suponen sin duda, aunque tímido, un viraje en la política económica. Es cierto que no es la primera vez que se hacen anuncios de este tipo, pero en este caso, más que planteamientos retóricos, el gobierno de Maduro está obligado a adoptar determinadas medidas que implican su rectificación en esta materia.

Más allá de la gimnasia revolucionaria como planteamiento originario del chavismo, la situación del país obliga a ciertos cambios en la estrategia del manejo económico, salvo que se asuma el riesgo cierto de conducirlo a un cuadro parecido a una catástrofe. El carisma de Chávez y el alto ingreso por concepto de la riqueza petrolera, le permitieron ocultar o disfrazar lo que ya era una verdad incuestionable: el proyecto del socialismo del siglo XXI es absolutamente inviable por sus resultados, pero más aún tiende, a la postre, a generar un cuadro generalizado de calamidad con inevitables consecuencias en el orden social.


Salvo el caso de Corea del Norte, cuyas penurias suelen ser cubiertas periódicamente por las grandes potencias para atenuar de esta manera sus repetidas amenazas nucleares, todas las naciones de definición socialista apuestan hoy a la flexibilización de sus economías. China (país que se ha convertido en el principal socio de Venezuela y donde justamente Maduro inicia una gira de varios días) es el ejemplo más elocuente de cómo una estructura política implacablemente totalitaria, convive con un capitalismo que no conoce recato. También son ejemplo Vietnam y Cuba, nación que con las limitaciones propias de su actividad productiva, ha tomado decisiones para descargar al Estado del peso que significa atender las necesidades de toda la población y que ahora estimula las iniciativas individuales.

Maduro deberá enfrentar la inevitable reacción de los grupos más radicales del chavismo, que por el contrario apuestan a una profundización y radicalización de la revolución. No en vano, muchos de sus teóricos han comenzado a expresar sus discrepancias, por lo que consideran que sería una inexplicable renuncia a la visión más dogmática del socialismo en su expresión económica. No le será fácil entonces a Maduro asumir plenamente un viraje de esta naturaleza. Pero de no hacerlo, los efectos son perfectamente previsibles: se complicará el cuadro económico en unos términos en que políticamente su gobierno comenzará a perder no sólo niveles de popularidad (lo cual ya revelan las encuestas) sino también credibilidad entre quienes lo han apoyado y que ahora comienzan a expresar sus divergencias frente a lo que podría ser la única estrategia posible para asegurar futuras victorias electorales oficialistas.


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