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jueves, 26 de septiembre de 2013

China, tentada a tomar el control de la economía venezolana

EWALD SCHARFENBERG Caracas 25 SEP 2013

El presidente Maduro concluye una gira de la que trae más deuda con Pekín y perspectivas para una “alianza estratégica”

El discurso es de Cuba, las armas vienen de Rusia y el dinero, de China: es la trinidad sagrada de las importaciones que el chavismo hace para estabilizar su régimen en Venezuela. La fórmula ya la había establecido el desaparecido líder Hugo Chávez mientras estuvo en el poder. Pero ahora, cuando su sucesor en la presidencia - Nicolás Maduro - concluye una gira de cuatro días en China, surgen dudas acerca de si el actual Gobierno bolivariano tiene algún límite en el momento de adquirir compromisos con sus valedores internacionales, sobre todo, con Pekín

Durante su visita a la emergente superpotencia mundial, Maduro alardeó de la firma de 27 acuerdos de cooperación con China, entre los que destacó una nueva línea de crédito por 5.000 millones de dólares. El nuevo desembolso estará destinado al llamado Fondo Mixto China-Venezuela, creado en 2007 para sufragar obras de infraestructura en áreas clave de energía, telecomunicaciones y vivienda, entre otras. Hasta hace poco, algunos rumores afirmaban que la parte china se mostraba reticente a entregar fondos hasta que Venezuela dispusiera de nuevas garantías que respaldaran los préstamos.


No se han hecho públicos los términos ni la naturaleza de los acuerdos suscritos. Tras el telón de opacidad que caracteriza el manejo de los asuntos por Caracas y Pekín, las agencias noticiosas oficiales apenas han hecho alusión genérica a convenios para la financiación de un nuevo puerto de exportación de urea y otros productos petroquímicos, la rehabilitación conjunta de un sistema de riego en los llanos de Venezuela, la explotación de una mina de oro en la Guayana venezolana, así como la construcción de un sistema termoeléctrico en el centro del país. También se acordó la concesión de 60.000 hectáreas para el cultivo de maíz a una empresa china.

Al mismo tiempo, se anunció un acuerdo entre las petroleras estatales Pdvsa y CNPC para desarrollar un yacimiento de crudo pesado en la llamada Faja Petrolífera del río Orinoco. La empresa china se comprometió a invertir 14.000 millones de dólares en el proyecto, cuya meta es alcanzar una producción de 200.000 barriles diarios.

Pero en un momento de estrecheces, cuando las finanzas venezolanas flaquean a pesar de sus constantes ingresos petroleros, esos proyectos de mediano plazo lucen lejanos. La gran noticia para Maduro es el otorgamiento de dinero fresco por valor de 5.000 millones de dólares. El desbloqueo del desembolso supone un apoyo político desde Pekín para el heredero de Chávez, pero es también un indicio de que la pragmática dirigencia china ha recibido garantías satisfactorias en resguardo de sus capitales.

China es actualmente el segundo socio comercial de Venezuela. Hasta el mes de abril, el país asiático recibía un promedio de 626.000 barriles diarios de crudo venezolano, cerca de la meta establecida de 640.000. Se prevé que, en 2015, el gigante asiático se habrá convertido en el primer cliente de las exportaciones petroleras de Caracas, distinción que en la actualidad corresponde a Estados Unidos, identificado por Chávez y sus lugartenientes como el archienemigo de la revolución.

Sin embargo, hay ocasiones en que la solución conlleva un problema. Si bien el floreciente intercambio entre los dos países - que el Gobierno de Maduro calcula en 20.000 millones de dólares al año - representa una oportunidad de desarrollo, por sus particulares condiciones también equivale a una hipoteca. Un tercio de las exportaciones de petróleo actuales (algo más de 200.000 barriles diarios) se embarca a China por concepto de pago de deuda y, por lo tanto, no genera ingresos líquidos a una nación que ve mermar sus reservas internacionales hasta niveles críticos. Además, los créditos chinos suelen estar endosados no sólo a una exigencia de adquisición de bienes chinos en su ejecución, sino a veces también al uso de know-how y mano de obra de ese país.

La precisión acerca de cuánto se debe a China es, en sí misma, controvertida. El canciller venezolano, Elías Jaua, declaró durante la visita de Estado que Pekín ha suministrado a Caracas 40.000 millones de dólares de los que, aseguró, “la mitad ya se pagó”. Temir Porras, presidente del Banco Nacional de Desarrollo (Bandes) de Venezuela y miembro de la nomenklatura chavista más cercana a Maduro, fijó el monto en 36.000 millones de dólares. Para José Guerra, economista y exjefe de Investigaciones del Banco Central de Venezuela (BCV), son 41.000 millones de dólares los que China ha desembolsado para su nuevo aliado en Sudamérica, de los que aún faltarían por pagar algo más de 27.000 millones, “lo que excede con creces las reservas internacionales en manos del BCV”. “Se ha hecho muy difícil conocer cuáles son los términos reales de la contratación de esa deuda y, por lo tanto, el verdadero impacto económico para la nación”, insistió Guerra en declaraciones que ofreció este martes en Caracas a nombre de la opositora Mesa de Unidad Democrática. (MUD) “Es también cuestionable que esta contratación de deuda en moneda extranjera no sea aprobada por la Asamblea Nacional, como lo exige la Ley Orgánica de Administración Financiera del Sector Público”.

Maniobrando entre sombras y apremiado por la mayor tasa inflacionaria de Occidente, la escasez crónica de bienes de consumo, así como por la necesidad de aumentar el gasto público para obtener réditos electorales, Maduro optó por un salto al frente para consolidar su “alianza estratégica de futuro”.

El presidente venezolano –que cumplió una agenda oficial con su nutrida comitiva, pero también hizo un viaje privado a provincias- propuso en China crear una comisión binacional para planificar el desarrollo del país americano en un plazo de diez años. Se desconoce si la moción había sido previamente acordada con la parte china. En cualquier caso, pareció avalada con la presencia en Pekín de Jorge Giordani, ministro de Planificación de Venezuela y viejo tutor ideológico del comandante Hugo Chávez.

El presidente chino, Xi Jinping, celebró la visita de Maduro como la oportunidad de un “impulso para que las relaciones (entre China y Venezuela) puedan ascender a un nuevo nivel”, según la escueta declaración oficial. Además de Jinping, el presidente de Venezuela fue recibido por otros jerarcas del mandarinato chino, como el primer ministro Li Kequiang y el viceprimer ministro Zhang Gaoli . También revisó junto al gobernador de Shandong, Guo Shuquing, la marcha de las fábricas en Venezuela de dos empresas originarias de esa región china: Inspur, en el sector de informática, y Haier, en el de electrodomésticos.

Desde su toma de posesión en abril pasado, el presidente Maduro ha manifestado a menudo su disposición a acogerse al exitoso modelo económico chino, mediante gestos como el anuncio del próximo desarrollo de áreas económicas especiales de inversión mixta. Esa convicción la quiere llevar ahora más allá, también al terreno de la doctrina. El pasado domingo propuso a las autoridades chinas iniciar un intercambio doctrinario para definir, a partir de las experiencias de ambos países, los rasgos del socialismo en el siglo XXI. “Es necesario crear espacios de gran impacto para los pueblos del mundo sobre la idea de lo que debe ser el futuro”, sugirió ante sus impertérritos anfitriones. “¿Cuál es el futuro de la humanidad? ¿El capitalismo? ¿El socialismo? ¿O es que hay un tercer sistema? Es un debate. Creemos desde Venezuela que la humanidad ha madurado bastante en los dos últimos siglos para tener respuestas eficaces ante esos dilemas”.

Hasta el momento, se ignora qué efecto tuvieron las tentadoras ofertas de conducción conjunta formuladas por el mandatario venezolano a una jerarquía china que, aunque ávida de materias primas y de protagonismo geopolítico mundial, se caracteriza por la prudencia.


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