Por Cheo Carvajal
Celia Herrera es ingeniero
civil de la Universidad Central de Venezuela, del área estructural, pero se
enamoró de la ingeniería vial y terminó egresando como especialista en diseño
de carreteras. Ha hecho carrera académica en la UCV a la vez y ha ejercido
apasionadamente en el área de transporte y vialidad, porque “uno puede hacer
cosas tan chiquitas como cambiarle unos segundos a un semáforo y mejorarle la
vida a un poco de gente”.
Desde hace nueve años es
directora de la Escuela de Ingeniería Civil de la UCV, cargo en el que tiene el
triple del período estipulado, por el amparo que prohíbe realizar elecciones en
las universidades para renovar autoridades. Cosas de nuestro extraño siglo XXI.
Se considera una amante de
nuestra ciudad: “Acabo de regresar de afuera y, para sorpresa de todo el mundo,
yo no me veo viviendo en otro país, ni en otra ciudad que no sea mi Caracas;
todos los días le doy gracias a Dios por levantarme y ver el Ávila”. Eso sí,
una ciudad que ella sabe atenta contra la accesibilidad universal.
—¿Por qué en Caracas hay tan
pocas rampas peatonales y por qué las que hay son tan deficientes?
—Parece que en Caracas nunca
existió gente con sensibilidad para pensar que alguien podía llevar un
cochecito, una andadera, andar con muletas. Pareciera que siempre se pensó para
mover vehículos, no para mover a las personas. Hay una ley sobre discapacidad,
que obliga a los estacionamientos a que por cada 50 puestos haya uno para
personas con discapacidad, a que haya rampas en los accesos de las
edificaciones, sin embargo no hay conciencia plena de eso. Lo puedes ver aquí
en la Universidad: sal ahora y verás que en nuestro campus se hicieron rampas
en las aceras, pero puedes conseguir vehículos estacionados justo en la rampa.
Le toca al que anda en una silla de ruedas ver cómo pasa, porque está obstruida
la rampa y no hay quien supervise.
—Esta situación tiene que ver
con la ingeniería.
—Y con la arquitectura, fíjate
en este edificio (el de Ingeniería Civil). Nosotros tuvimos reuniones de
movilidad y accesibilidad cuando estábamos con el Plan Caracas 2020. Aquí venía
un señor en silla de ruedas y me moría de la vergüenza con él, porque teníamos
que abrir la rampa para que llegara hasta el primer piso y luego cargarlo por
las escaleras para poder llegar a la sala. Eso en una ciudad universitaria que
tiene tantas bondades de diseño, pero fíjate que en la época no había esa
concepción.
—¿Ni Villanueva?
—No. El edificio de aulas no
tiene posibilidades para personas con discapacidad. Eventualmente uno que otro
edificio tiene ascensor, en general pensado para maquinarias y equipos. El
edifico donde Villanueva “echó el resto”, fue su edificio de la Facultad de
Arquitectura, que tiene ascensores.
—Todo proyecto llega
finalmente a la “ingeniería de detalles”, en la que una rampa, por mucho que el
arquitecto no la haya contemplado, se esperaría que desde la ingeniería dijeran
“aquí falta algo”. No parecen estar muy atentos arquitectos e ingenieros.
—No está internalizado. Yo
hago un ejercicio, cuando hablo de impacto ambiental en clase, en el que notas
que los estudiantes no consideran al ser humano parte del entorno. Yo les digo:
“hay una casita aquí, vamos a hacer una vía”, y todo el mundo piensa cuánto
cuesta la demolición, tumbar los bloques, pero nadie piensa en la gente que
habita la casita.
—Eso que me estás diciendo es
terrible. Si bien la ciudad la hace la gente, el entorno se diseña, se construye,
hay gente que tiene ese rol y esa responsabilidad.
—Ahí está nuestra
responsabilidad como formadores. Te puedo asegurar que dentro de los planes de
estudio el área de ambiente es transversal y dentro de los contenidos
programáticos del diseño vial, está el tema del impacto ambiental, y dentro de
este el impacto vial, así se consideran todos los factores y empiezas a
involucrarlos en la sensibilidad social porque, al final, ¿qué es el ingeniero?
Un gran diseñador de obras de servicio para la comunidad, obras para la gente:
un sistema de abastecimiento de agua, una red de cloacas para la comunidad.
Eres un gran servidor social, pero también un gran modificador del entorno, si
no estás consciente puedes hacer un desastre.
—¿Ha fallado la formación de
los ingenieros y arquitectos en ese sentido?
—Creo que era la cuestión de
los momentos y los tiempos. La población era más reducida, éramos muy apegados
a lo que venía de Norteamérica, al tema del vehículo automotor. Fuimos muy
esnobistas, porque además teníamos mucho dinero, que daba acceso a tener carro.
Todo el que se graduaba lo primero que soñaba era tener un vehículo, el
transporte público no lo valorábamos. Creo que empezó a valorarse cuando
arrancó Lander con el Metro. Ahí arrancó todo, porque te das cuenta de la
calidad de los acabados en que se invertía, había escaleras eléctricas, había
ascensores en algunos sitios, había renovación urbana y recuperación de
espacios. La intervención era muy fuerte, pero al final le devolvías a la
ciudad en grande lo poco que le podías haber quitado.
En las intervenciones
recientes hay más sensibilidad hacia las personas que tienen alguna condición
particular para moverse. Pero hacen un edificio nuevo y nadie piensa en puestos
para motos, y resulta que el parque automotor de motos tuvo un crecimiento
exponencial.
—¿Cuál es el dato?
—Entre 2000 y 2010 el
incremento fue de más de 2.000%, pero desde 2010 en adelante ya no hay cifras
confiables. Recuerda que en el 2011 surgió el reglamento parcial para regular
la movilidad de motociclistas y regular el servicio de transporte público, como
la moto taxi. Empezó el censo de motorizados y nunca supimos en qué terminó.
Tengo la percepción que así como iba creciendo exponencialmente, ha disminuido
notoriamente. Antes se obsequiaban motos a las personas, pero en este momento
ya no hay dinero para regalos y el mantenimiento cuesta.
Recuerda Celia Herrera
recuerda la casi mítica OMPU (Oficina Ministerial de Planificación Urbana), un
espacio donde finalmente se sentaron juntos arquitectos e ingenieros de las más
diversas ramas. Fue una instancia no solo para pensar y ordenar la ciudad, sino
que sirvió de espacio de formación profesional y gerencial para muchos que
“allí se pulieron”.
—Hace poco me puse a seguir
una cuenta en twitter y vi unos autobuses de cuando Diego Arria fue Gobernador
de Caracas (1974). Allí hubo intentos de meter transporte público bonito. Ha
habido peatonalización de vías, como el bulevar de Sabana Grande. Pero al final
sientes que han sido acciones epilépticas, que se diluyeron en el tiempo. El
que ha tenido suerte de trascender ha sido el Metro de Caracas, con todo y que
ahora tenga fallas serias. Ahora hay un boom en la experiencia latinoamericana
que nos puede favorecer, los sistemas BRT (Bus Rapid Transit).
—¿Qué opinas de nuestro
Metrocable?
—Es una experiencia novedosa.
Hay una cosa que no se pensó, pero resultó siendo útil: hay personas que lo
usan para conectar desde Parque Central hasta Roca Tarpeya, que no viven en San
Agustín y lo usan como sistema de paso.
—Un viaje costosísimo, tomando
en cuenta la inversión que se hizo, cuando lo pudieras hacer en bus en menos
tiempo.
—Claro, es una obra muy
costosa. En Venezuela en los últimos años el metro más caro es el de nosotros,
la autopista más cara es la de nosotros, porque la corrupción nos tiene
perdidos. Llega un momento en que se pierde la pista de la cantidad de dinero
que se desembolsa y finalmente no se construye ni se concreta nada, sin ir muy
lejos: el Cabletren Bolivariano, cuatro veces inaugurado. La inversión sigue y
no se logra terminar.
El Metro Cable en principio
surge de forma caprichosa. No fue “vamos a estudiar la ciudad, vamos a ver en
qué sector popular sería más útil implementar”. Tuvimos experiencia trabajando
en el estudio de impacto ambiental y conocí, por ejemplo, a una señora arriba
que tenía problemas en las piernas. Bajar y subir para ella era un drama, y al
final el sistema quedó bordeando la parte alta. Como usuario preferiría bajar
escaleras que subir para tomar el sistema. Pensamos que hubiese sido mejor no
colocarlo en el borde sino en un nivel intermedio, hubiera sido una solución
para cubrir a todo San Agustín. Más o menos es lo que pasa con Metrocable
Mariches: primero hicieron el sistema expreso, desde Mariches hasta Palo Verde,
entonces la gente de La Dolorita ve el cable arriba y no les sirve. La segunda
etapa, que tendrá tres estaciones intermedias, sí prestará servicio al resto de
la comunidad.
—¿Cómo está la ciudad debajo
de la ciudad, los servicios, cómo esta la red de drenaje?
—Parte del trabajo que tenía
el proyecto Guaire era justamente ese, evaluar la red que recoge aguas de
lluvia y lleva aguas al Guaire, toda la red de cloacas. Iba a evaluar y
actualizar, a incorporar plantas de tratamiento para el saneamiento del Guaire.
¿Qué pasó al final? El proyecto Guaire se terminó convirtiendo en un apaga
fuego: se hundió la vía en la Boyacá, una estructura de paso inferior que había
desde el Guaraira Repano hacia la zona, entonces mandaban a proyecto Guaire a
reparar tuberías. Al final, la planta de tratamiento, el levantamiento de toda
la información, la actualización de la red, no se hizo. Nosotros tenemos el
Departamento de Hidrometeorología, que hacen seguimiento de las condiciones climatológicas,
y ellos han captado que la cantidad de agua que escurre ya no es la misma,
porque han cambiado los patrones de escorrentía. Ya no hay tantas áreas verdes
que absorban, hay mucha superficie lisa y eso produce más caudales. A eso
agrégale que tienes una estructura de canalización para aguas de lluvia y aguas
servidas, que en su momento fue suprema, pero que no se mantiene.
—¿Hay estándares de
mantenimiento de ese tipo de redes en la ciudades?
—Hay manuales, nosotros
tenemos un manual de mantenimiento vial. Pero la verdad es que ni siquiera se
hace con el sentido común, porque en Venezuela es muy sencillo, y en Caracas
más: tenemos una temporada de sequía y una de lluvia, y sabemos cuándo ocurren.
Entonces, lo ideal sería organizarnos antes de la temporada de lluvia,
prepararnos esos meses y empezar a limpiar alcantarillas, torrenteras. La cosa
más sencilla: barrer las hojitas, pero eso no pasa. Fíjate que en los últimos
tiempos se inunda el distribuidor Altamira, porque las estructuras de drenaje
que hay allí no se están dando abasto. Eso implica que hay que hacer un nuevo
proyecto de drenaje. Ni siquiera estamos preparados para que alguien salga
corriendo y ponga una bomba de achique para sacar el agua, sino que tenemos que
esperar a que el agua se evapore.
La red vial grandota es
competencia directa del Ministerio de Transporte, la red vial local es
competencia del municipio y la regional es entre ministerio y gobernaciones.
Pero el Ministerio se agarró todo excepto las vías locales. Pero los locales no
tienen dinero, entonces no se hace mantenimiento. El deterioro es brutal, hay
huecos en todos lados, hemos involucionado. Si vas a la avenida Las Acacias,
desde la Andrés Bello hasta la Libertador, la manera de resolver un problema de
fallas eléctricas fue poner un mamotreto de transformador en el medio de la
acera que deja un espacio mínimo para el peatón.
—Una vez afuera, estos
transformadores, en vez de estar en el puesto que normalmente ocuparía un carro
estacionado, los montan sobre la acera.
—El peatón es el más
abandonado, el impensado. Más arriba, entre la Libertador y la Andrés Bello,
recientemente pusieron un tarantín inmenso de Misión Justicia con unos
guardias. Un tráiler que recuerda mucho los carros de perro calientes y
hamburguesas de la calle, evidentemente montado sobre un pedazo de la acera.
Los del SEBIN se agarraron un canal, los carros los estacionan sobre las
aceras. En el acceso que está hacia el norte de la estación Plaza Venezuela,
estacionan vehículos afuera, y se supone que los manuales del Metro dicen que
se debe dejar libre espacio para dos puestos de estacionamiento para cualquier
eventualidad que pueda haber una estación.
—Nos montan el carro, el
tarantín, el aparato para producir energía eléctrica, y el peatón se acostumbra
a sortear esos obstáculos, ¿tendrá un límite esa situación en Caracas?
—Recién llegué de República
Dominicana y me doy cuenta que definitivamente tiene que ser política pública
del Estado. No va a ser el ciudadano el que imponga que arreglen una acera, que
hagan bulevares. La experiencia es que mientras las personas están mejor
preparadas, más formadas, más exigentes se ponen y más quieren hacer valer sus
derechos. Mientras que las personas que tienen menos nivel de formación
pareciera que son más aplastadas.
En este momento las personas
están muy pasivas. El día a día se les ha vuelto tan difícil, la prioridad es
tener qué comer. Mucha gente se conforma con lo indispensable, por eso no
preocupa, por ejemplo, que la acera se llene de basura. Si yo consigo una acera
llena de material de construcción, primero tengo derecho de reclamarle al
constructor, pero después tengo una autoridad que debería garantizar mi
derecho, hacer que lo remuevan de ahí. ¿Por qué me tengo que tirar a la calle?,
tirarme a la calle significa que estoy compitiendo, con mis 45 kilos, contra un
vehículo de tres toneladas.
—Si te dijeran que en los
próximos cinco años tendremos recursos para completar la trama vial, ¿cuáles
serían las vías?
—Creo que hace falta terminar
tramos. Por ejemplo, si vas por la avenida Andrés Bello y llegas a la
Chiquinquirá, ahí muere, no hay conectividad. Lo que le falta a la ciudad es
conectividad norte–sur, y completar tramos este–oeste.
—¿Estás proponiendo que siga
la avenida Andrés Bello?
—Yo te estoy diciendo una cosa
que es un sueño, ¿por qué?, los primeros que van a protestar son los del
Country Club, que ni siquiera quieren aceras, para que la gente no les camine
por ahí. El tema de fondo no es más vías, no puedes resolver los problemas de
la congestión haciendo más vías, sería tan absurdo como resolver un problema de
obesidad comprando ropa de talla más grande. Si me dieran plata mañana y hago
300 kilómetros de vía más a Caracas, ¿crees que voy a resolver el problema para
que la gente se mueva más y mejor?
Fotografía de Mauricio López
—Yo sé que no. ¿Eres de la
tesis que el problema no es completar vías?
—Si me das plata, la vialidad
que tengo la pondría a tono, la optimizaría. ¿Por qué no aprovecharon, cuando
ampliaron la autopista Francisco Fajardo, para agarrar el canal del medio para
un BRT, o para un BRT más un canal de motos? Esas son las cosas que creo
tenemos que preguntarnos.
—Entonces lo primero es
adecuar la vía.
—Conservar el patrimonio vial
que tenemos. En República Dominicana, que es una islita con 10 millones de
habitantes, que vive del turismo, resulta que todo el tiempo ves las calles
impecables, ves personas cortando grama, limpiando calles, demarcando. Nosotros
estamos en un país tropical, hay que barrer las hojas y la gente tiene que
hacer su trabajo. Asómate a las estructuras de drenaje en la Boyacá, ¿sabes que
vas a ver?, cientos de botellas plásticas. ¿Cómo llegaron allí?, la gente las
arroja. Van, hacen deporte en la Boyacá los fines de semana, respiran el aire…
y lanzan un pote de estos para la alcantarilla.
—¿Qué vías consideras se
deberían peatonalizar?
—Creo que hay que hacer cosas
como las que se hicieron en la Francisco de Miranda. No tanto peatonalizar
zonas, por el tema de la congestión. El transporte es un tema que requiere
tocar todas las aristas juntas. Se podría peatonalizar Las Mercedes, eso
estaría bien, ¿pero cómo llego allá? Que bueno hubiese sido que me hicieran la
estación de Metro Las Mercedes y que estuviera lista la estación de Metro
Tamanaco, que hicieran un terminal de transporte como estaba previsto en la
zona del Tamanaco, que colocaran estacionamientos periféricos, donde al que le
da la gana de ir en vehículo particular lo deja allí, o que hubiese un
transporte público tan bueno que la gente dejara el carro. Yo he dejado de usar
Metro porque no está cubriendo esa rutina de mantenimiento rigurosa. Está
funcionando manualmente, el control de la operación entre el sistema francés y
el español tiene mil fallas. Cuando el Metro era bueno todo el mundo quería ir.
Si hay que peatonalizar, ¿por
qué no hacemos las mismas aceras que se hicieron en la Francisco de Miranda
hasta Petare? Podemos hacer esas mismas aceras hacia el centro de la ciudad.
Sería sabroso porque está en la línea del valle, y pudieras caminar por ahí. O
por la avenida Intercomunal del Valle. ¿Sabes lo sabroso que sería, si nos van
hacer el mega parque en La Rinconada, que pudieras caminar hasta allá?
—Prefieren invertir en
ampliación de la autopista Valle-Coche, interviniendo el río.
—A decir de los ingenieros
hidráulicos, nunca ha sido buena idea tapar el río Guaire, menos el río Valle,
eso nunca se había hecho. ¿Recuerdas que la gente hablaba del segundo piso de
la autopista? Siempre el Ministerio del Ambiente decía “no lo vamos a tapar”.
Finalmente el Ministerio miró para otro lado y encajonaron el río Valle.
Cualquiera podría pensar “¡qué maravilla estas soluciones viales!”.
—Buena parte de esas
“soluciones viales” están inaccesibles.
—Mi broma pesada: es que no
soportan carga peatonal, por eso las quitaron.
—¿Cuál es el primer elevado
que tú desmontarías y cuál el último?
—El primero que desmontaría
sería el de Dos Caminos, porque operacionalmente se ha podido resolver con un
arreglo de semáforo. Pero además el sitio era el menos indicado, porque desde
el punto de vista de ciudad tienes el Museo de Transporte, el Parque del Este,
el gimnasio y de este lado lograste que la empresa privada hiciera una plaza
bellísima. ¿Cómo es que le montas un mamotreto así? Además, los acabados dan
vergüenza. Yo les digo a los estudiantes que se fijen: están los puentes
gemelos de Bello Monte, hechos en los 60-70, y al lado el viaducto nuevo. Ves
los acabados de hace 50 años y los de ahora y da vergüenza ajena.¿Te acuerdas
de los renders bellísimos, iluminadísimos? Resulta que ahora lo que
tienes por debajo es una cueva oscura, llena de basura. Ayer pasé por debajo
del elevado de Maripérez, que es un urinario y está lleno de basura.
—¿Hay alguno, en particular,
que no quitarías?
—Los puedes quitar todos, el
de San Bernardino se puede resolver, pero habría que pensárselo bien porque la
confluencia de vías ahí no es tan sencilla como la del resto. Ahí, de hecho,
había anteriormente una redoma, era la manera en que se había resuelto
originalmente. Claro, las redomas en Venezuela no funcionan, primero porque los
espacios son muy pequeños y los radios de giro son muy chiquitos, entonces la
maniobras entre cruces producen mucha congestión, lo otro tiene que ver con el
comportamiento de los conductores, las personas no saben manejar en las
redomas, piensan que de una vez se pueden meter directo, y no es así son
maniobras sucesivas entre cruces. No es que no se pueda quitar, sino que habría
que pensárselo.
—¿Pensándolo, lo quitarías? El
puente interfiere con el diseño y la arquitectura del lugar. En esa compleja
intersección entre la Andrés Bello y la Vollmer hay piezas arquitectónicas
interesantísimas y un paseo peatonal.
—Sí, lo quitaría. De sur a
norte, si tuvieras la vista franca, te conseguirías con el edificio de la
Marina. Al final termina siendo una estructura que tapa todo.
—¿Apostarías a una mayor
inversión en canales exclusivos para BRT?
—Apostaría a optimizar el uso
de lo que ya tenemos, e implementar la lógica de mover más personas en menos
cantidad de vehículos. Eso es dedicar canales exclusivos, y sin ir muy lejos
tenemos el Bus Caracas. A pesar de que fue un entuerto enderezado, donde hay
momentos de riesgo si no eres conocedor, puedes hacer un recorrido en 20
minutos porque vas en un corredor, mientras que al lado tienes unos carritos
más lentos. Lo está operando Metro y es un sistema que funciona bien, la gente
lo usa. Yo me he montado y me parece estupendo, aunque en las horas pico
empieza el conflicto porque tiene pocas unidades y la demanda es alta.
—Para lograr el sistema
integrado del que siempre se habla ¿cuál sería la autoridad?
—El Inmetra (Instituto
Metropolitano de Transporte).
—¿Escala metropolitana?
—No, en este momento implica
pensar en lo que señala Marco Negrón, la megalópolis de la región metropolitana
de Caracas, que tiene 17 municipios, de gente que va y viene por la cercanía y
por la dinámica económica. Si analizas toda la región, resulta que los puestos
de trabajo están concentrados en un pedazo de Chacao. Hay que aceptar que somos
una región y trabajar con una autoridad que la maneje. El Inmetra fue pensado
para los cinco municipios del Área Metropolitana de Caracas, pero ya no somos
cinco, sino 17 municipios. Tenemos autoridades municipales, autoridades de los
gobiernos regionales de Aragua y Miranda, Alcaldía Metropolitana y Gobierno del
Distrito Capital. Tenemos el Metro y un embrollo de leyes. Son demasiadas
instancias, pero al final las responsabilidades se diluyen porque nadie hace
nada, y quien se quiere ocupar no tiene dinero si no es afín al factor político
de turno.
—¿Qué le falta a Caracas?
—Le falta más ciudadanos y le
sobra anarquía. Hay que empezar por internalizar cómo me comporto yo, porque
espero que los demás se comporten bien. A alguien le escuché que en Venezuela
todos tienen un pero.
—¿Y en materia de
infraestructura?
—Trenes de cercanía. Lo
primero que haría es culminar el sistema ferroviario Caracas-Guarenas-Guatire,
ese medio va a significar que yo pueda llegar desde algunos municipios cercanos
a Guarenas-Guatire y estar en Caracas en 20 minutos.
—¿Estás hablando, justamente,
de seguir trayendo gente a Caracas?
—No, es darle la posibilidad a
las personas de que se puedan mover. Porque después tienes que desconcentrar.
Si tienes que hacer una diligencia ¿qué tienes que hacer? vienes a Caracas.
—¿Esos trenes de cercanía no
servirían también para que la gente que vive en Caracas trabaje allá?
—Es perfectamente
bidireccional. Lo vez entre Los Teques y San Antonio, ya hay una dinámica
urbana entre esas dos regiones y no bajan a Caracas. Los trenes de cercanía me
permitirían incluso enlazar con áreas más remotas, el único tren de cercanía
que tenemos es el Ezequiel Zamora, que está saturado. Pudiéramos tener algo
parecido entre regiones más remotas, Vargas, Guarenas. La cuestión no es romper
la relación, que la gente se quede en Guarenas y ya no venga más, porque puede
venir incluso el fin de semana a pasear, ir a la playa o ir a Guarenas-Guatire
a comer cochino frito. Es simplemente crear la infraestructura para tener la
opción.
—Hablas del tren de cercanía,
de carriles BRT, ¿y los barrios, cómo los hacemos accesibles?
—Creo que los barrios son los
más abandonados, se ha reducido todo a echarles pintura, pero el tema de fondo
nunca ha estado resuelto. Tuvimos una buena iniciativa, la de Fundacomún
Cameba, pero se abandonó, no llegó a consolidarse. Debería empezar a existir
una vialidad estructurante, que desde allí pudiera entramar hacia lo interno de
los sectores populares. No es fácil, porque tienes que involucrar a las
comunidades, ellos mejor que nadie saben lo que les hace falta, no imponerse.
—Con el programa de
habilitación física de barrios muchas comunidades se trancaron ante la
insistencia de esa “vialidad estructurante”, porque la afectación de viviendas
iba ser fuerte.
—Cuando hablo de vialidad
estructurante hablo hacia la periferia, abajo, que capte la gente que, por
ejemplo, baja en jeep, para llevarla hasta el Metro, o al sistema de transporte
superficial. Tiene que haber algún tipo de intervención en los barrios porque
tienen vías muy estrechas que en algunos sectores apenas alcanza pasar un solo
vehículo. Son vías que carecen de aceras, no tienen mobiliario urbano, no tiene
ninguna facilidad para la recolección de las aguas.
—El modelo de ciudad que está
abajo, con sus características, se intenta trasladarlo al barrio que tiene
condiciones topográficas, densidades y cultura de hábitat completamente
diferentes. ¿El desafío no es pensarlo de otra manera, con la gente que vive
allí?
—En el fondo lo que pienso es
“yo quisiera que ellos vivieran mejor”. ¿Qué significa eso? que en vez de
letrina tuvieran sistema de aguas servidas, que en vez de un tobo le pudiera
llegar agua en tubería, que en ves de tener que iluminarse con una vela,
pudiera llegarle un cableado de electricidad. Que en lugar de tener que subir
doscientas escaleras tuviera unas escaleras eléctricas. Ahora, tú puedes hacer
con eso dos cosas: aceptas que eso existe y en la medida que puedas lo mejoras,
o sencillamente decides que no existe esa posibilidad. Igual podrías hacer
negociaciones, ir pensando en escalas de terreno en donde pudieran irse,
incluso haciendo su propia vivienda con sistemas de auto construcción.
El tema de los barrios es la
vulnerabilidad, si ocurriese un sismo. Cada vez que voy a la Universidad
Metropolitana (por la vista hacia los barrios de Petare) me entran los nervios.
No estamos preparados ni siquiera para tragarnos una pepa de mamón, vamos a un
hospital y nos morimos. No estamos preparados para el sismo que viene. Los
barrios han crecido verticalmente, la mayoría de esa obras tienen la fortuna de
que la hicieron albañiles que saben cómo se hacen las cosas, pero que
estructuralmente no están preparados para soportar cargas sísmicas, que son
movimiento horizontales. ¿Qué va a pasar con eso? Todas las edificaciones van a
caer como naipes. El último catastro lo hizo una profesora de aquí, y había
crecido la densidad, las edificaciones estaban entre cinco y siete pisos, y en
cada uno había por lo menos siete personas en promedio. Estamos hablando de una
tragedia.
Fotografía de Mauricio López
—¿Cómo nos anticipamos a esa
tragedia?
—Reforzar esas estructuras no
es una opción. Toca hacer una cosa muy cruda, que es el trabajo que normalmente
hacía Defensa Civil: llegar y decir “su vivienda fue evaluada y está en una
condición de riesgo”, y tienes que darle una opción. No es fácil, a lo mejor le
estás diciendo eso a una persona que tiene 30-40 años viviendo ahí, que puedes
ser tú mismo. Pedir que te vayas a otra parte, donde vas a ser un extraño, y ni
siquiera en unas condiciones que mejores, quizás hasta sean peores. Es un tema
demasiado complejo.
Los “barriologos” lo han
estudiado, uno de ellos es Alfredo Cilento que conoce la dinámica, está
preocupado pero no encuentra qué hacer. El tiempo va pasando, es como una bomba
de tiempo que sabes que está allí. Por eso es tan importante la vialidad, cómo
le llegas a la gente si llega haber un sismo. La vialidad es lo primero que se
interrumpe, y por la vialidad van todos los servicios. ¿Cómo llega una
ambulancia?, ¿cómo llega un helicóptero, dónde lo ponemos? Ni siquiera en eso hemos
pensado, un helipunto, por ejemplo, en una zona alta que sirviera para evacuar
a la gente.
—O condiciones para atender a
esa población ahí mismo ante un evento así. Pareciera que siempre se piensa en
sacar a la gente, en vez de generar equipamientos allí.
—Yo estaba pensando más bien
cómo llevarle, porque vas a necesitar agua, comida, paramédicos. Tocará sacar a
alguien que esté en unas condiciones que requiera atención hospitalaria. El
tema de los barrios es el más complicado. Hemos hablado de integrar el barrio
con la ciudad, o al revés: la ciudad con el barrio. Todo urbanismo tiene un
barrio al lado y la gente convive. Mejorarle las condiciones supone pensárselo,
pensárselo supone tiempo y creo que ya no tenemos tiempo, nos tomamos demasiado
tiempo pensando en qué hacer. La gente que está allí creo que ahora vive peor.
Yo vengo de familia humilde, mi hermano tenía una panadería entre las calles 2
y 3 de los Jardines de El Valle, teníamos amigos en Los Aguacaticos y yo subía
para los cerros. La dinámica es muy distinta de lo que puede pasar en el resto
de la ciudad, y tú ni te enteras.
—Saltemos a otro tema: el
“radio de giro” en muchas vías nos muestra que su diseño está en función de los
vehículos, no de la gente. Igual las “pasarelas” y los “elevados”, que aceleran
la vía. ¿Cómo hacemos para bajar la velocidad, para entender que una ciudad es
más eficiente cuando va a menor velocidad, y además es más segura inclusive
para el que maneja?
—Eso tiene que ver con
supervisión y fiscalización, con señalización y demarcación que se tienen que
colocar. Y campañas. Pongamos por ejemplo la Ciudad Universitaria, donde se
supone la prioridad es el peatón. Dime tú, ¿dónde has visto una señal que diga
velocidad máxima 20, 30, 40 kilómetros por hora?
—En una Ciudad Universitaria
debería ser incluso menos.
—¿Viste alguna aquí adentro?
No hay. Lo primero que tienes que hacer es dar el mensaje, esas señales son
reglamentarias. Se supone que en una ciudad hay unas vías periféricas de alta
velocidad, pero en el entramado interno la velocidad máxima es 40 kilómetros
por hora. “Máxima” quiere decir que hay vías con velocidades todavía menores.
Hay medidas de “pacificación de tránsito”, diseños para obligar a los
conductores a que reduzcan velocidad. Por ejemplo, si tienes esta vía (Celia
dibuja un carril recto), la gente “va chola”, pero si le haces una sinuosidad
(también la dibuja) obligas al conductor a reducir velocidad. Deben usarse
señales verticales que digan cuál es la velocidad máxima permitida. Se usa
mucho reductores de velocidad, aunque suelen ser mamotretos para destruir
carros.
Lo otro que regula la
velocidad son los semáforos. Si en una vía están bien sincronizados los
semáforos, y agarras el ritmo a 40 kilómetros por hora como máximo, vas a
conseguir luces verdes. Si vas más rápido no, te obligas a hacer paradas.
Tramos rectos muy largos favorecen las altas velocidades, se ve claramente en
el tramo que está frente al Parque del Este, entre el elevado horroroso de los
Dos Caminos y la primera Transversal de Los Palos Grandes. Toca poner
dispositivos para colocar señales preformadas sobre el pavimento que digan
“velocidad máxima 40 kilómetros por hora”.
—La Francisco de Miranda está
llena de esas señales…
—¿Qué crees que falta? Dos
cosas: que el propio usuario asuma que es su responsabilidad ir a baja
velocidad, lo otro es que haya supervisión y control. A mis alumnos se los digo
todos los días: si a mí me da la gana salgo de aquí en contra flujo hasta Plaza
Venezuela, muerta de la risa. Lo hace la policía, se va en contra flujo hasta
la plaza Las Tres Gracias. Mientras hay impunidad, hay anarquía. La anarquía se
rompe de dos maneras, porque yo internalizado que me tengo que portar bien y la
otra es que yo sepa que hay sanción. ¿Por qué hay gente que se para en los semáforos?,
porque lo deciden, porque aquí si les diera la gana no se pararían y no pasa
nada. Aún hay una reserva moral en eso.
—También sentido de
preservación. Pero, sí, el individuo asume que lo va a hacer así, se
autorregula.
—El drama es tan grande que ni
siquiera tenemos policía de circulación. El Cuerpo Técnico de Vigilancia fue
obligado a homologarse a la Policía Nacional Bolivariana y ahora es una
dirección dentro de la institución. Todos son “policías integrales”, pero la
única formación que reciben para fiscalización y supervisión de vías es un
capítulo de ocho horas de clase.
—¿Cómo está Caracas en
comparación con otras ciudades?
—Aquí no hay Uber (servicio de
taxi a través de una aplicación móvil), en Santo Domingo hay y funciona
perfecto, en moto y en carrito, el motorizado llega con su casco de Uber, en
una moto bien bonita. En el mundo están funcionando los BRT, todos los sistemas
de camionetica pasaron de camioneticas a autobuses. En el mundo se está usando
el carpool, aquí pides cola y te van a decir que estás loco, por la
inseguridad. Nosotros íbamos a tener una red de ferrocarriles de 13 mil
kilómetros en 30 años, ¿y que es lo que hay de eso? En otras ciudades se están
dando incentivos para que las personas dejen de usar vehículos particulares,
les dan bonos en los trabajos, les descuentan impuestos. Hay incentivos para
adquisición de vehículos que funcionan con gas o con electricidad, y hay
estaciones para recarga de electricidad. Nosotros tenemos autobuses con gas,
pero hay solo dos bombas en Caracas donde puedes cargarlo, una en San José y
otra en la Galarraga.
El parque automotor esta cada
vez más deteriorado, porque si antes no teníamos cultura de mantenimiento,
ahora no tenemos como mantenerlo. Las estadísticas dicen que con vehículos de
más de 10 años se incrementa la posibilidad de un siniestro. Tenemos un montón
de vehículos circulando que son armas en potencia. La vialidad está peor que
nunca, todos los costos se trasladan al usuario. La presidenta de la Cámara de
vehículos pesados decía que los transportistas tienen que reparar entre tres y
cuatro veces al año el tren delantero de sus vehículos. En otras ciudades hay
peajes en los que pasa el vehículo, te captan y te cobran digitalmente, y eso
se reinvierte en la vialidad.
En Punta Cana está la pista
para los vehículos, está la pista aparte para gente que va trotar, pista de
bicicletas para protegerlos del tránsito. Hay países con canales especiales
para motos, y lo que se implementó en Sucre, que es poner adelante un área
antes del semáforo para que los motorizados esperen sin ocupar el paso de
peatones. Está la incorporación de nuevas tecnologías, como meterte en tu
celular y ver a qué hora va a estar la unidad de una ruta equis en tal parada.
En las paradas tienes pantallas LED que indican donde va el bus, o te indican
las rutas. Además, bajas al metro y consigues bicicletarios, incluso
con locker. Hay préstamo de bicicletas: tomas una bicicleta aquí, te
desplazas y la entregas en otro sitio. La lista es larga, y en toda estamos
rapadísimos.
08-11-17
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