CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ 05 de noviembre de 2017
@CarlosRaulHer
Los
que prometieron Referéndum Revocatorio y luego “elecciones generales”,
anunciaron que Maduro se iba y que no habría Constituyente. Los que crearon la
fórmula perfecta de la imbecilidad: 350, referéndum popular, trancón de 72
horas, hora cero, marcha a Miraflores y
golpe democrático, en vez de dar una explicación del desastre, de sus fatales
errores que se pagaron con vidas inocentes, ahora acusan de traición a los que
mantienen la estrategia democrática, pacífica, electoral, constitucional,
acordada hace tiempo. Después de dos años de fracasos, equivocaciones, errores
estentóreos y demostraciones de incompetencia extrema, un grupo decidió acabar
la Unidad que funcionó con éxito hasta 2016 y había alcanzado tercera base. El
acto teatral de romper desde el Zulia, es esperable de quienes quieren crear un
escándalo mayor para encubrir su dramático y penoso fracaso.
Derrocharon
en dos años la fortuna electoral creada por el sacrificio de la gente que les
dio la victoria en diciembre de 2015. Hicieron lo del improvisado que se gana
un loto y al tiempo lo descubren mendigo en la calle. No estaban preparados
para el triunfo, no tenían lo que hay que tener para hacer el trabajo y murieron
de incompetencia. La algarabía desde Maracaibo quiere callar con gritos uno de
los fracasos más asombrosos de la historia venezolana, rica en ellos. Cómo logró Venezuela destruir su condición de
país modelo en Latinoamérica, por su modernidad y desarrollo democrático,
santuario de los que huían de las terribles dictaduras militares? Cuando algún
charlatán lo empuña como arma contundente, y arroja, con el ceño fruncido y la
voz engolada “es que el venezolano es…”, lo normal es que uno tenga la pulsión
de salir corriendo.
Lo que nunca dijo Francis
Viene
el chorro de sociología ingenua propio del diálogo de coctail, la conversación
chatarra de los encuentros sociales (“¿qué crees que va pasar aquí?..”). Pero
lo que sí parece un rasgo del carácter nacional –que se observa también en
algunos otros países– es la incapacidad para el esfuerzo solidario y la
construcción de instituciones. Lo que podríamos llamar incompetencia histórica
de nuestras elites dirigentes en las diversas ramas de la acción social. Francis
Fukuyama, quien, por cierto, nunca dijo que con la caída del comunismo
pasábamos a una sociedad sin conflictos, en Trust, un monumental libro, explica
cómo el desarrollo es un vector de sociedades capaces de crear redes de
solidaridad. Venezuela es de los muchos países ineptos para mantener un
esfuerzo combinado, consensual y competitivo y así construir beneficios para
todos.
Más
bien se observa, para sustento de la hipótesis del autor, la carencia de un
tejido importante de organizaciones sociales. Es por eso que solo se le rinde
culto casi exclusivamente a un caudillo militar alocado y megalómano del siglo
XIX cuyo romo pensamiento contribuye a explicar la fragilidad de las bases
sobre las que se fundó la república y por qué se dividió la Gran Colombia.
Mucho lo hemos dicho: los únicos 40 años de vida decente en Venezuela los
proporcionó el puntofijismo. Antes y después no hay más que violencia y
cárceles, entre otras por la incapacidad de los grupos dirigentes para crear
otra cosa. Esos 15 minutos de paz los tuvimos porque Rómulo Betancourt, con su
infinita capacidad estratégica y táctica, logró imponerse sobre los grupos de
poder políticos, sociales, culturales y económicos que lo calificaban de negro,
cursi, enano y desde comunista hasta agente de la CIA.
Elites devoradoras
Les
pegó la democracia por el pecho, acabó con las insurrecciones de izquierda y de
derecha. Murió y dejó la conducción del país al único ciudadano con mayor
inteligencia política que él, Gonzalo Barrios, y las instituciones no
sobrevivieron a la muerte de este último. Nuevamente las elites fracasadas se
lanzaron como lobos al cuello de las instituciones, destrozaron los partidos,
desacreditaron la democracia. Empresarios, intelectuales, gerentes de medios,
militares, sindicalistas, decidieron acabar con lo existente, buscar nuevos
caminos, y se enfebrecieron con Caldera, el primer retroceso al pasado, el
desmontaje de la reforma económica, la hostilidad a los cambios políticos y la
descentralización, para ver posteriormente pegarse, equivocadas desde siempre y
para siempre, y aclamar al galáctico, otro caudillo militar, atolondrado,
revolucionario, muy parecido al del siglo anterior.
Decidieron,
como ha sido su sino desde la Independencia, destruirlo todo para
reconstruirlo, “refundar la república”, como tanto se repetía en declaraciones
ilustradas. Elites sociales y políticas más decentes y aptas no serían capaces
de hacer semejante locura. Ahora los culpables de la reciente tragedia acusan a
otros por no seguir sus delirantes disertaciones, su clavado al vacío. De
traición tendrían que examinarse quienes lanzaron muchachos a las calles en una
guerra con la Guardia Nacional de la que salieron 130 hogares de luto, y sin mediar el menor
arrepentimiento, sin lavarse las manos llamaron a votar por los candidatos a
gobernadores. Aterra tanta capacidad para fingir y tanta incapacidad para
dirigir, pero ambas nos ayudan a entender porqué pasó lo que pasó. La oposición
tendrá que reconstruirse con los gobernadores y alcaldes electos y ojalá de
allí surjan algunos que demuestren condiciones.
Carlos
Raúl Hernandez
@CarlosRaulHer
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