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martes, 5 de marzo de 2019

Saldo del 23 F, por ‎@Ismael_Perez




Ismael Pérez Vigil 04 de marzo de 2019

La ventaja de escribir sobre acontecimientos tras una semana de ocurridos es que permite decantar ideas y emociones después de escuchar y leer las opiniones favorables o encontradas de muchas personas.

Los titulares de la prensa mundial describían el día 24 de febrero como el día anterior la dictadura en Venezuela detuvo a sangre y fuego, literalmente, la entrada de la ayuda humanitaria. Hubiéramos preferido otro titular; uno que anunciara al mundo el nminente desmoronamiento de la dictadura en Venezuela, como efecto de la entrada de la ayuda humanitaria. Pero no fue así. Y para muchos supuso una cierta frustración pues tenían la expectativa de que el 23F fuera, en un solo episodio, la caída del régimen oprobioso.

Pero superada la frustración inicial de que la ayuda humanitaria no llegara a su destino, se puede afirmar que a veces las victorias nos llegan por caminos insospechados. Como mínimo, todos esperábamos celebrar el triunfo político de la entrada de la ayuda humanitaria. Esperábamos que ésta entrara por todos los caminos de Venezuela; que nos llegara por tierra, por mar y por aire; y aunque fuera a aliviar solo parcialmente el padecimiento y el sufrimiento de los venezolanos, sin duda representaba una importante victoria política y una derrota contundente para la dictadura, al no poder detener esa ayuda. No fue así. Significó para algunos una pequeña victoria política de la dictadura que frustró la entrada de esa ayuda. Por ahora el usurpador se mantiene en Miraflores. Y ya sabemos, que este complejo proceso no se resuelve en un solo episodio.

Pero esa pírrica victoria hay que matizarla, pues la dictadura solo pudo detener la entrada de la ayuda humanitaria a sangre y fuego y con ello sello una nueva derrota en su haber, pues le mostró al mundo, una vez más, su talante tiránico, su carencia de sentimientos, su desinterés por el pueblo venezolano, su determinación de mantenerse en el poder a costa de lo que sea. Lo que tenemos años diciendo, el mundo lo vio en directo, por televisión y por los ojos de miles de reporteros que se hicieron presentes en las fronteras de Venezuela.

La agresión de la dictadura fue un paso calculado, pues sabía que no encontraría mayor resistencia a sus desmanes; sabía que no había movilización de tropas en la frontera de Brasil y de Colombia, mucho menos soldados norteamericanos agazapados en las costas y dispuestos a “invadir” y por eso se ensañó cobardemente con la inerme población civil, que fue la que asumió como tarea propia la entrada de la ayuda humanitaria para socorrer al pueblo venezolano. Sí, como dijimos, se mantiene el usurpador en Miraflores, a costa de vidas humanas. Mientras sus mercenarios disparaban contra la población indefensa que pretendía meter comida y medicinas al país, el tirano bailaba salsa en una tarima y discurseaba a sus seguidores.

Con esta actuación, una vez más, la dictadura queda desnuda ante el mundo y queda como lo que es: un gobierno oprobioso y sanguinario al que solo le importa mantenerse en el poder y no le importa lo más mínimo la suerte del pueblo venezolano.

Lo fácil sería decir que con su acción la dictadura marcó un autogol, pero no fue así; no fue un autogol, pues fue el pueblo venezolano, la oposición venezolana, que una vez más le supo infringir una nueva derrota, como muchas otras que el pueblo le ha infringido y por la que se pagó un alto precio en sangre y lágrimas. Pero el precio político que pagará la dictadura será mucho mayor.

La dictadura venezolana ha ido cerrando todos los caminos. Cerró el camino electoral con los últimos procesos fraudulentos que organizó: la elección ilegal de una inútil ANC y una elección presidencial fraudulenta el 20 de mayo de 2018. Cerró el camino de las negociaciones y el diálogo con las farsas que montó en República Dominicana. Ahora todo indica que quiere cerrar el camino de una solución pacífica a la crisis venezolana. Pareciera que le está indicando al mundo, a la comunidad internacional, a los venezolanos, que no está dispuesta a abandonar el poder de manera pacífica. ¿Quiere obligar a una salida de fuerza? ¿Será eso lo que quiere la dictadura? ¿Alguien, algún asesor cubano, le habrá vendido ese “guion de épica”, a quien no tiene ninguna, ningún logro que mostrar, salvo una autoinmolación final?

Pero como por arte de magia este cerrojo que pretendió el régimen el 23 de febrero abre por el contrario todas las posibilidades. Ahora si es verdad y no porque lo diga el presidente de los Estados Unidos, que todas las opciones se colocarán sobre la mesa.

Pero hay otros logros más del 23F que se deben destacar. Si es cierto —y no tenemos por qué dudarlo, pues así lo aseguran fuentes confiables— que el régimen sacó criminales de las cárceles, además de apelar a sus colectivos, para enfrentar a la población civil que quería pasar la ayuda humanitaria, todo eso lo hizo porque no tenía confianza en que la Guardia Nacional, la Fuerza Armada, respondiera a sus órdenes. Ese es otro resultado neto del 23 de febrero en pro de la causa democrática y debe ser un punto en el cual tenemos que estar reflexionando y muy seriamente pues es un indicio claro de la fisura que hay en el bloque hegemónico del poder.

También es un indicio de esa fisura, no solo los 400 o más militares que desde el sábado 23 han venido cruzando las fronteras, para renegar de la dictadura y reconocer a Juan Guaidó como presidente constitucional, sino también es un indicio que se suma a los que no lo están haciendo públicamente, pero que desde hace algunos meses simplemente abandonan sus cuarteles y con ello a la dictadura.

Esos dos resultados, un mayor conocimiento de la comunidad internacional del carácter cruel, inhumano y sanguinario de la dictadura y la fisura que se evidenció en la fuerza armada, al enviar la dictadura a sus colectivos armados a balear a los manifestantes en la frontera con Colombia y Brasil, por temor a que las tropas regulares desobedecieran, son suficientes para pensar que la balanza de lo ocurrido el 23F se inclina del lado opositor y del presidente Juan Guaidó.

Con este saldo, el presidente Juan Guaidó regresa a ponerse al frente de la multitud opositora que supo estimular y motivar; no será un presidente en el exilio. Seguimos en la ruta ya definida –cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres– a la que se han agregado dos objetivos: mantener la movilización, para no perder apoyo de la comunidad internacional y dirigirnos a los empleados públicos, como se está haciendo con la fuerza armada. Nuestras acciones deben seguir sumando voluntades y apoyos dentro y fuera del país, hasta desalojar a la dictadura del poder, es solo cuestión de tiempo. 23F, Saldo positivo.

Ismael Pérez Vigil

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