Trino Márquez 02 de abril de 2020
@trinomarquezc
El
‘Marco de la Transición Democrática en Venezuela’ propuesto por Donald Trump
-primero a través de Elliott Abrams, responsable de llevar el pulso de la situación
venezolana, y luego de Mike Pompeo, jefe de la diplomacia norteamericana- fue
rechazado por Nicolás Maduro. Peor para él. Son pocas las opciones que tiene.
Todos los sectores del país debemos exigir que la fórmula señalada en la
propuesta, o una similar, se instrumente cuanto antes.
La
nación no debe aceptar que Maduro continúe arrastrándonos al desastre total. Ya
tenemos suficientes problemas con el Covid-19, maligno microorganismo que nos
embistió en las condiciones más deplorables que hemos estado a lo largo de
nuestra historia. Nos asaltó sin reservas internacionales. Con la industria
petrolera arruinada. Con empresas estatales y privadas devastadas. Con
trabajadores que fueron triturados por la hiperinflación y perdieron la
capacidad de ahorrar en todos estos años. Con más de 50% de la fuerza de
trabajo sumergida en la informalidad. Con un pueblo hambriento y desnutrido.
Con niños y jóvenes sin posibilidades de recibir clases por internet porque la
plataforma fue dinamitada y las familias humildes carecen de una computadora en
el hogar. Con un sistema de salud golpeado por la incompetencia y la desidia.
Estos son, en una apretadísima síntesis, los rasgos de la sociedad que tenemos
en 2020, luego de casi siete años con Maduro en Miraflores.
La
proposición del gobierno norteamericano coloca la solución de la inédita crisis
nacional en nuestras manos. En Venezuela se sitúa el epicentro de la salida.
Excluye la invasión de tropas extranjeras. La construcción de alianzas
internacionales concebidas para atentar contra la inviolabilidad del territorio
nacional. Considera la complejidad del escenario político. Establece como
requisito que tanto Juan Guaidó como Maduro se separen de sus cargos para que
la dinámica fluya sin contratiempos. Admite que el madurismo, más que el
chavismo, es una realidad inocultable, a la cual hay que reconocer, aceptar e
incorporar, porque sin su participación no puede haber paz y estabilidad en el
futuro. Tanto asume al madurismo, que señala la posibilidad de que Vladimir Padrino
López continúe al frente del ministerio de la Defensa.
El
Consejo de Estado es concebido como instancia representativa legítima. Sería
designado por la Asamblea Nacional, órgano que encarna la soberanía popular en
una democracia representativa, como todavía sigue siendo parte de lo poco que
queda de la democracia venezolana. El objetivo principal de ese gobierno
transitorio sería, además de recibir la ayuda internacional para enfrentar el
colapso humanitario, conducir al país a unas elecciones presidenciales
transparentes y competitivas, en las que el madurismo participaría, al igual
que las demás fuerzas y sectores.
La
oferta norteamericana, con un amplio respaldo de los factores internacionales
más influyentes, fue apoyada por Juan Guaidó, quien el fin de semana pasado ya
había hablado de la conveniencia de formar un gobierno de emergencia nacional.
La conformación de este gobierno constituye un requisito sine qua non para que
se levanten las sanciones, llegue la ayuda internacional, fluyan los créditos,
se restablezca la confianza y la nación tienda a normalizarse.
Mientras
Maduro permanezca en el poder, Venezuela no podrá recuperarse. Los países
democráticos no lo valoran como un adversario con el cual existen algunas
diferencias de apreciación y estilo, sino como a un enemigo que usurpa un cargo
que no le corresponde porque no lo obtuvo en una competencia equitativa y
legítima. Esta imagen no se disolverá aunque el mandatario amenace o apele a la
manoseada autodeterminación de los pueblos, que en su caso, y el de sus socios
cubanos, solo sirve para intentar encubrir los abusos que cometen contra los
derechos humanos.
El
gobierno norteamericano tomó una iniciativa que jamás habrían adoptado los
chinos, los rusos o los cubanos. Esos gobiernos, además de sus afinidades
ideológicas con el régimen madurista, han expoliado a Venezuela. Se han
aprovechado de la incuria del régimen para conseguir jugosos contratos y
obtener pingües ganancias en los negocios de la Faja Petrolífera del Orinoco,
con la venta de armamentos chatarra y asesoría militar, o con el control de los
cuerpos de seguridad y espionaje del Estado.
Da
risa oír a Jorge Arreaza decir que el gobierno de Maduro no acepta el tutelaje
de los gringos, ni de ningún otro país. Pero hemos visto que el régimen que se
conformó hace veinte años lleva años siendo vasallo de Vladimir Putin, los
Castro y Xi-Jinping, quienes presiden tres autocracias en las que no existen
elecciones libres, ni partidos opositores, ni libertad de prensa, ni ninguna de
las demás libertades conquistadas por las luchas populares en las democracias
modernas.
Estados
Unidos y los países que respaldan el ‘Marco de la Transición’ poseen gobiernos
democráticos que no se han saqueado a Venezuela. La transición es urgente y
debemos luchar porque comience cuanto antes.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
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