Por Piero Trepiccione
El título de este artículo
obedece a que no poca gente en Venezuela y en muchos lugares del mundo piensa
que se desataron los “demonios” este 2020. En un tiempo de cuarentena en la
mayoría de países, donde se supone que íbamos a bajar el ritmo de vida y de
noticias, ha sucedido exactamente lo contrario.
La política se ha
exacerbado. Las preocupaciones por la economía mundial crecen día a día y las
noticias acerca de la expansión de la pandemia son cada vez más asombrosas.
Todo este cuadro dantesco está originando repercusiones en todos los
continentes y rebasando la capacidad de respuesta de los Estados. La
interrogante más popular en muchos escenarios es ¿tendremos la capacidad de
retornar a la normalidad en poco tiempo? Las respuestas no aparecen dibujadas
todavía con claridad.
En mi artículo
anterior me refería a la “pandemia de los cambios políticos”. Sin
duda, con una coyuntura tan fuera de certidumbres, es obvio que se precipiten
luchas y contradicciones entre los actores del poder mundial. Ya hemos visto,
por ejemplo, el anuncio de Donald Trump de movilizar tropas hacia el Caribe con
el objetivo de contrarrestar las operaciones de narcotráfico en la zona. Una
decisión de esta naturaleza, en circunstancias normales, hubiese sido mucho más
complicada tomar. Esta acción podría precipitar acontecimientos geopolíticos
inimaginables. Toda la región se vería impactada con una acción de este tipo y
las consecuencias políticas y económicas se harían sentir.
Un sistema vulnerable
El pandemónium actual abre
una caja de Pandora en el concierto internacional de naciones. El problema es
la alta vulnerabilidad que nuestros sistemas institucionales tienen en la
actualidad y el deterioro profundo en las pautas democráticas del hemisferio. A
mayor deterioro de las prácticas democráticas, se ha experimentado un
debilitamiento de los sistemas institucionales y por ende, de la capacidad
frente a necesidades de la gente. Y quienes más sufren las consecuencias son
precisamente quienes pertenecen a los sectores más vulnerables de la sociedad.
En el caso particular de América Latina y el Caribe,
este proceso ha sido más agudo y sostenido. Sus consecuencias han sido nefastas
para las poblaciones de menores recursos y los indicadores sociales de las
últimas décadas así nos lo muestran.
No podemos perder más
tiempo. Este pandemónium está en marcha y nos sorprendió a todos. Fortalecer
las capacidades asociativas y los ejercicios ciudadanos serán claves para
relanzar sistemas políticos, económicos y sociales de cara a la post-pandemia.
Mientras más rápido tomemos conciencia de ello, más prontamente podremos
retornar a una normalidad orquestada sobre la base de relaciones políticas más
democráticas y fecundas. Lo contrario sería contribuir el caos actual y el
desmembramiento de la institucionalidad democrática mínima.
El pandemónium existe, hay
que reconocerlo, pero hay que actuar para superarlo en el menor tiempo
posible.
04-04-20
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