Ricardo Hausmann 02 de abril de 2023
@ricardo_hausman
Supongamos
que usted quiere impresionar a todo el mundo con su generosidad. Donar una
tonelada de oro a una entidad benéfica sin duda atraería mucha atención. Pero
supongamos que usted solo tiene un kilo de oro. ¿Cómo podría lograr el mismo
efecto? Después de todo, una tonelada suena mucho mejor -mil veces mejor, para
ser precisos- que un kilo. En ese caso, usted podría decir que está donando una
tonelada de oro y azúcar sin dar mayores detalles sobre las proporciones.
Esta es precisamente la táctica que hoy se emplea en el mundo de las finanzas climáticas. Durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27) de noviembre en Egipto, Sudáfrica lanzó su Plan de Inversiones para una Transición Energética Justa, basado en 8.500 millones de dólares en subsidios y préstamos de Estados Unidos, la Unión Europea, Alemania, Francia y el Reino Unido. Una semana después, Estados Unidos, Japón, la UE y otros gobiernos prometieron 20.000 millones de dólares para acelerar la transición de Indonesia de carbón a energía limpia.
El
objetivo de estos paquetes de financiamiento es permitir una transición
inclusiva hacia un futuro con cero emisiones netas. Indonesia y Sudáfrica
todavía dependen, principalmente, de centrales eléctricas alimentadas con
carbón que pueden producir electricidad barata por muchos años más, pero que
también emiten cantidades gigantescas de gases de efecto invernadero. Las
empresas eléctricas nacionales (y los gobiernos que las apoyan financieramente)
han acumulado deudas importantes para construir estas plantas y dependen de los
ingresos obtenidos por la venta de electricidad para servir esa deuda. Para
reducir las emisiones, los países ricos intentan alentar a Indonesia y
Sudáfrica a invertir en energías renovables para que las plantas sucias se
puedan desmantelar aceleradamente.
Es un
objetivo loable. Pero los anuncios tergiversan el volumen de asistencia que se
ofrece. Si bien puede parecer que Sudáfrica e Indonesia van a “recibir” miles
de millones de dólares, los países ricos, en realidad, prometen otorgar oro y
azúcar al mismo tiempo que intentan, deliberadamente, ocultar el hecho de que,
en verdad, lo que ofrecen es esencialmente azúcar.
Los
anuncios de nuevas Alianzas para una Transición Energética Justa por lo general
hablan de una combinación indeterminada de subsidios, préstamos comerciales
ordinarios y concesionales, préstamos y garantías del Banco Mundial y capital
del sector privado. Pero estas formas de financiamiento no podrían ser más
diferentes entre sí.
Supongamos,
por ejemplo, que los miles de millones de dólares mencionados en uno de estos
anuncios fueran otorgados a Indonesia o Sudáfrica como un subsidio. En ese
caso, después de que se haya desembolsado el dinero y se lo haya utilizado para
construir nueva capacidad de generación de energía limpia, el país receptor se
quedaría con una planta antigua alimentada a carbón que no usa, una planta
nueva por la que no debe nada y la deuda antigua relacionada con la planta de
carbón que aún debe servir.
Por el
contrario, si el país recibe un préstamo comercial, se quedará con la deuda
vieja y la deuda nueva, pero con una sola planta para generar el ingreso
necesario para servir ambas. En realidad, Indonesia y Sudáfrica no necesitan de
los países ricos para acceder a los mercados financieros. Pero, para mantener
equilibradas sus finanzas, deben mantener estable la cantidad total de deuda
que asumen, compensando esa nueva deuda con recortes en otro tipo de endeudamiento.
Por este motivo, incluir subsidios y préstamos comerciales en el mismo paquete
equivale a mezclar azúcar y oro.
Los
préstamos concesionales son un tanto diferentes. Si bien el país receptor se
quedaría con dos préstamos y solo una planta operativa, la deuda es menos
onerosa porque es más barata de la que el gobierno podría haber obtenido por
cuenta propia. Esos préstamos, por lo general, se cuentan en términos del valor
actual neto del subsidio implícito, que es una función del vencimiento del
préstamo y la diferencia entre la tasa de mercado y la tasa concesional (que,
en ninguno de los casos anunciados, se han hecho públicas).
Las
garantías son bastante similares. Por ejemplo, si un país o una institución
multilateral como el Banco Mundial garantiza un préstamo, el gobierno receptor
obtiene un beneficio igual a la diferencia entre la tasa de interés a la cual
puede endeudarse por cuenta propia y la del garante. En el caso de Indonesia,
por ejemplo, esta diferencia es de apenas 153 puntos básicos en relación a
Estados Unidos, lo que significa que el componente del subsidio es una pequeña
fracción del valor nominal de la garantía.
Al
igual que los préstamos comerciales, las inversiones de capital no se deberían
contar, aun si los inversionistas han adherido a la iniciativa de la Alianza
Financiera de Glasgow para las Cero Emisiones Netas. Si bien los inversionistas
de capital asumen más riesgos, también esperan mayores retornos. Eso obligaría
a los países receptores a saldar sus deudas viejas por el carbón y pagar
dividendos altos para hacer que la inversión de capital resulte viable.
Por
último, si bien los préstamos del Banco Mundial son ligeramente más baratos de
lo que Sudáfrica podría conseguir de forma independiente, se supone que la
capacidad de pedir prestado al Banco Mundial ya tenía un límite. Para que hagan
una diferencia real, los programas de Transición Energética Justa deben estar
acompañados por una mayor capacidad de préstamo del Banco Mundial a los países
receptores. De lo contrario, estos países necesitarían abstenerse de obtener
otros préstamos para inversiones críticas en agua, educación e infraestructura.
Esto no los ayudaría a reducir los costos de una transición energética.
En
suma, los anuncios de Alianzas para una Transición Energética Justa usan
cantidades económicamente insignificantes que solo suenan grandes. A menos que
se ponga fin a esta práctica, los programas futuros contendrán menos oro y más
azúcar. De la misma manera que el mundo ha mejorado la contabilidad de carbono,
debe aprender a contabilizar mejor el impacto real de las finanzas climáticas.
Ricardo
Hausmann
@ricardo_hausman
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