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miércoles, 31 de mayo de 2023

Elogio al Saman, basado en el Hilo de @AlbertoGaudio1

"No es una colina ni un grupo de árboles muy juntos, sino un solo árbol, el famoso Samán de Güere". Así inicia la descripción de Humboldt al llegar el 9/02/1800 a las cercanías del más conocido samán del país. Lo pensó tan longevo como el Drago de Icod de los Vinos en Canarias.

Más, el árbol tuvo su cénit de popularidad con el paso del fotógrafo Pal Rosty, quien lo eternizó en una nítida placa en 1857. Tras su viaje por América y ya en Berlín, le regaló una copia de esa placa al sabio Humboldt, quien lo encontró tal como lo había visto 58 años antes.


Con altura promedio de 30 mts. y tronco de 1 m. de grosor, la especie exhibe una copa siempre mayor a los 14 metros de diámetro en árboles adultos. Aislada en suelos planos y soleados situados hasta los 2000 msnm, logra su máxima envergadura como en el caso del Samán de El Baúl.


Si bien las dimensiones del árbol de Güere exhibieron los colosales 180 metros de diámetro de corona calculados por Humboldt, las de ejemplares relevantes rondan los 50 metros de diámetro formado por un denso dosel de hojas. Las hojas tienen a su vez un curioso comportamiento:

se repliegan con el golpeteo de gotas de lluvia dejándola pasar. Es el motivo para llamarlo "árbol de la lluvia". Hay otra razón asombrosa: su dosel es hábitat de colonias de chicharras; por miríadas, expulsan el exceso de azúcar succionado al árbol haciendo "llover" bajo este.


Otros rasgos son su flor "en estambre" blanco y rojizo y su fruto, una vara a veces llamada "guama" que deviene en otro nombre, quizás menos empleado para el árbol. Aún verde es anestésico y al madurar, su pulpa dulce y alicorada con alto contenido proteico tiene poder laxante.


Este árbol es por sí mismo una biomasa; la sombra en su base propicia el desarrollo del -pasto de Guinea-, forraje local por excelencia así como brotes foliares del mismo samán. En sus ramas, chicharras y otros insectos conviven con aves y reptiles y epífitas como las orquídeas.

Sus sombras que llegan a cubrir hasta 2500 m², facilitaron el acampado de batallones de ambos bandos durante la Guerra de Independencia: de algún modo, un muy longevo samán siempre reporta cierto episodio histórico cargado de emotividad local. Son valiosos hitos para la nación.


La República incentivó así la siembra de samanes en lugares públicos. Hay samanes famosos en la Plaza Bolívar de Elorza, en la de La Asunción, en la de Caripe, en la de Rubio, antigua "Plaza del Samán", San Fernando de Atabapo o este, el de la Plaza Bolívar de San Pedro del Río.


Y también hay numerosos ejemplares que aún extintos permanecen en leyendas. Solo en Apure se citan al -Samán de los Barbaritos- ligado a Páez, al -Samán de los Borrachos- y el -Saman Llorón- con su "ánima" en San Fernando de Apure. Aún desaparecidos siguen en la oralidad local.

Según el -Libro Rojo de la Flora Venezolana- (2003) la especie se encuentra vulnerable por el mercado maderero al ser materia prima para rolas de construcción. Se suma la destrucción del hábitat del samán por el desarrollo descontrolado de urbanismos y actividades agropecuarias.

Como primer ícono natural del país, al samán se le debe proteger por ser un legado cultural ancestral y atado para siempre a la psique nacional:

-Extiende, samán, tus ramas

sin temor al hado fiero,

y que tu sombra amigable

al caminante proteja...

-A un samán-, Andrés Bello.


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