JAVIER CONDE 29 de mayo de 2023
@jconde64
A principios de este mes de mayo, Carlos
Alberto Montaner (La Habana, 1943) publicó su última columna. Durante más de
medio siglo ha estado escribiendo artículos semanales para los mejores diarios
de América Latina, Estados Unidos y Europa. “Nunca me intimidó la página en
blanco”, dice. La causa de la libertad alumbra sus textos.
“He
cumplido 80 años. Padezco Parálisis Supranuclear Progresiva. El
nombre lo dice todo”. Esa rara enfermedad cerebral cuyo solo nombre dice todo
-o al menos, todo lo que uno puede imaginar en cada una de sus tres palabras
terribles- ha retirado del “columnismo” a este bravo hombre de letras y
palabras que muy pronto, apenas saliendo de la adolescencia, se desencantó de
la promesa redentora de “los revolucionarios” que la mañana del primer día del
año 1959 se asentaron en el poder en su patria, Cuba, y ahí siguen. ¿Una
batalla perdida?, le pregunto. “No. La batalla perdida es la que no se libra”.
Conversamos por correo electrónico. Él, amable, ha accedido a responder unas cuantas preguntas y promete unas respuestas también breves. Me motiva esa última columna publicada el 7 de mayo y que leí en el portal 14ymedio que la activista cubana Yoani Sánchez fundó hace por estos días nueve años. Luego la releí en El Nacional de Caracas, diario del que ha sido colaborador por décadas. Sé, porque él lo cuenta, que el PSP que sufre le impide hablar sin arrastrar las palabras y leer, aunque no escribir todo lo “bien” -dice, sin que suene a falsa modestia- lo que le ha permitido publicar miles de columnas, además de novelas, ensayos políticos y sus memorias Sin ir más lejos.
“Fidel
Castro siempre quiso controlar Venezuela y otros países de la región. Pero, sin
duda, Chávez fue un factor entreguista determinante”
Carlos
Alberto Montaner
Montaner le contó al
periodista, escritor y filósofo mexicano Sergio Sarmiento una conversación que
sostuvo con su profesor de matemáticas, que había sido viceministro de Fidel
Castro, y quien le advierte que todas las personas en Cuba van a tener que
tomar una decisión de enfrentarse o apoyar al régimen. Nuestro personaje tiene
entonces poco más de 15 años y, ciertamente, toma una decisión que lo marcará
para toda su vida. “Había tenido la influencia de unos reportajes
impresionantes publicados por la revista Bohemia sobre la
entrada de las tropas soviéticas para aplacar la revuelta en Hungría, a finales
de 1956”, recuerda.
Después,
con ojo crítico, fue observando lo que ocurría en la Cuba revolucionaria:
los fusilamientos, la instauración del comunismo. “Me pareció que era importante
enfrentarse a ese régimen”, decide, en sentido contrario a una creciente
cantidad de jóvenes latinoamericanos seducidos por la aventura “romántica” de
los barbudos de la Sierra Maestra, como ocurrió en Venezuela con las
juventudes, y no tanto, del Partido Comunista y de la propia Acción
Democrática, que vio surgir de su seno al Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR). Una insurgencia contra la democracia recién conquistada
que creó focos guerrilleros en las montañas y violentos comandos urbanos. “Fue
el error más grande de mi vida”, le escuché más de una vez a Teodoro Petkoff en
charlas distendidas una vez cerrada la edición vespertina de TalCual.
Montaner
fue a la cárcel y se salvó por los pelos del paredón. Solo tenía 17 años y aún
había ciertos escrúpulos, así que lo mandaron a una prisión para menores, de
donde pudo escapar, asilarse en la Embajada de Honduras y salir luego de su
país. En Venezuela la aventura guerrillera se estrelló pronto contra la
indiferencia de mayorías aplastantes, que aprendieron a tramitar mediante
el voto sus diferencias políticas. Una parte ínfima de aquella generación
siguió la guerra por su cuenta. Irreductibles, viendo traidores en cada
esquina. Muchos años después, con la democracia herida de muerte, un
militar enigmático y colonizado por el dictador cubano utilizaría aquellos
restos, que aportaban “heroísmo” al relato emergente, y se instalaron en
el poder. Y ahí siguen desde hace casi 25 años.
“Las
constituciones deben ser amplias y sujetarse a principios y valores, y no a
leyes puntuales”
Carlos
Alberto Montaner
“Fidel
Castro siempre quiso controlar Venezuela y otros países de la región. Pero, sin
duda, Chávez fue un factor entreguista determinante”, me escribe Montaner. Su
larga actividad como periodista y escritor, también como activista político, ha
estado signada y avivada por aquel enfrentamiento que decidió siendo “un
muchachito”. ¿Por qué es tan difícil vencer a las tiranías?, le
pregunto y se extiende un poco más que en otras respuestas.
“Se
trata de pueblos en los que la sociedad civil ha sido despojada de las
herramientas necesarias para luchar contra gobiernos despóticos o totalitarios.
Además, en estos tres casos (Cuba, Nicaragua y Venezuela) las fuerzas
militares y de represión respaldan, al menos por ahora, los mandatos de estos
tiranos. Una vez que se consigue el uso de la justicia, o de la injusticia,
para perseguir a los opositores es necesario para el represor el ejército o la
policía para sujetar a las fuerzas vivas de cada sociedad. Y eso es muy difícil
de revertir”.
“Sin
insultos”
Desde
los años ‘70 del siglo pasado Montaner reside en España. Vivió la transición
española a la democracia que se produjo tras la muerte del dictador
Franisco Franco que gobernó con puño de hierro desde el final de la Guerra
Civil (1939) hasta su deceso en noviembre de 1975. Se vinculó a grupos
liberales y guarda un nítido recuerdo de la primera conversación sobre
liberalismo que escuchó de Dionisio Ridruejo, poeta y ensayista que tras
ser miembro de la falange española y pelear en el frente ruso durante la
Segunda Guerra Mundial como voluntario de la División Azul que Franco envió en
respaldo de los nazis, rompió progresivamente con el franquismo y se sumó a la
oposición democrática. “Ridruejo dirigía el grupo socialdemócrata y tenía
mucho de liberal”, dice.
Y eso
es Montaner, un liberal. Un hombre que encontró en la lectura del economista
austríaco Ludwig von Mises un dato revelador. “El lenguaje de las
sociedades es el mercado, por su condición de aportar valor a las cosas”. Un
sacrilegio en buena parte de esta América Latina que da tumbos
doscientos años después de haber alcanzado la independencia y que a su juicio
tiene una “insatisfacción raigal con la historia vivida”.
“¿Cómo
se sale de la jaula, señor Montaner?, le pregunto ahora, cuatro décadas
después. ‘Diciendo que No con fuerza y manteniéndolo toda la vida’”
Esa
insatisfacción, explica para él, esa manía de devolver el contador a cero
y estrenar cada tanto una Constitución que será la mejor de la historia. Como
ocurrió en Venezuela, como pasa en Chile, aunque en circunstancias distintas y
de gran complejidad política, o como él advierte en Argentina. “La
Constitución argentina es de 1853 y es liberal pero hay la tentación de
redactar un nuevo texto en vez de enmendar lo enmendable.
Las constituciones deben ser amplias y sujetarse a principios y valores, y
no a leyes puntuales”.
Vicepresidente
de la Internacional Liberal hasta 2012, Montaner compartió periodismo y
literatura con su activismo político. A la caída del Muro de Berlín fundó
la Unión Liberal Cubana y su figura fue valorada para la futura y deseada
reconstrucción democrática en Cuba. Un tiempo que no ha llegado pero por el que
él cree vale la pena luchar. “En Cuba, Nicaragua y Venezuela hay personas dispuestas
a arriesgar sus vidas por la libertad”.
El
valor de la libertad, que entiende como la actuación libre del individuo
pero con responsabilidad civil, recorre toda la obra escrita de Montaner,
así como sus innumerables conferencias en España, países de América Latina y
universidades de Estados Unidos en las que fue profesor. ¿Por qué cuesta
tanto defender la libertad individual?, le insisto. “Tal vez porque no somos
capaces de medir las consecuencias que puede tener no defender debidamente
los derechos individuales. La historia está llena de ejemplos en los que
numerosas personas se acogieron a fórmulas colectivistas y autoritarias que
arrebataron esos principios individuales”. ¿Nos interpela?
El
lector inteligente echará de menos, y mucho, la firma de Carlos Alberto
Montaner. “Me ha interesado el cómo decir las cosas que quería defender o
refutar. Para mí lo importante en un artículo o ensayo es tener algo que
decir que sea mínimamente original y que aporte algo al debate sin
insultos ni diatribas”. Nunca, al contrario de tantos, lo intimidó la
página en blanco porque siempre tenía un plan previsto sobre lo que quería
escribir y desarrollar. “Me gustó escribir de noche y en silencio. Soy
noctámbulo”.
Posdata
Al
mantener esta breve conversación a la distancia con el señor Montaner -con mis
respetos y admiración- recuerdo la primera vez que fui a Cuba. Fue en
febrero de 1981. “Turismo revolucionario”, muy apetecido por jóvenes
de la región que militamos en esa vana ilusión. Varadero, el Tropicana, La
Bodeguita del Medio -¿o será miedo?- , los helados en Coppelia y esa sensación
de vigilancia tan sutil como inocultable. ¿Cómo se sale de la jaula, señor
Montaner?, le pregunto ahora, cuatro décadas después. “Diciendo que No con
fuerza y manteniéndolo toda la vida”.
Tomado
de: https://lagranaldea.com/2023/05/29/montaner-como-decir-no-y-mantenerlo-toda-la-vida/
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