Paulina Gamus 22 de mayo de 2023
Hegel
afirmaba que los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen
dos veces. Carlos Marx, pretendiendo ser su hermeneuta, afirmó que la historia
se repite la primera vez como tragedia y la segunda como farsa. Si Marx hubiese
vivido para ver en lo que ha derivado el marxismo-leninismo-comunismo, podría
sentirse orgulloso de haber vaticinado como el más iluminado vidente, que la
historia se repite como tragedia y que sus protagonistas son unos farsantes. Cuba
y Venezuela son dos ejemplos de esa afirmación, ambos países han
repetido la tragedia del estalinismo. Ambos tienen regímenes que parecen
inamovibles e imperecederos. El castrocomunista 64 años, el chavo-madurista 23.
En Cuba hacen elecciones periódicas por supuesto amañadas, farsa absoluta en la
que los mismos de siempre ganan siempre.
En Venezuela hemos tenido algunos soplos de transparencia, por ejemplo en las parlamentarias de 2015 y estamos a punto de saber si este régimen que ha sometido al país a una sistemática destrucción física, institucional y moral, aparte de incrementar la represión, la censura y los ataques a la libertad de expresión con cierre de emisoras de radio, de periódicos y bloqueo de portales informativos, va a permitir unas elecciones libres y creíbles.
En el
país se ha instalado una máxima que ya aparece como verdad imbatible: ¡Dictadura
no sale con elecciones! Si atendemos a las palabras de Hegel, puede
que la historia de 2015 se repita. Mejor ni pensar en la opinión de Marx. Ni
nos remontemos al caso del referéndum que perdió Pinochet en Chile, ha llovido
mucho desde entonces y allá había una fuerza armada institucional y valiente
que supo defender la voluntad popular.
Veamos
dos casos recientes: Turquía y Tailandia. Turquía nos resulta más cercana que
Tailandia no por geografía sino por razones políticas. En Tailandia la
oposición relegó a la dictadura militar y golpista que gobernaba desde hace
diez años, al quinto lugar. Sin embargo la alegría no es absoluta porque el
actual primer ministro derrotado en esas elecciones, conserva la mayoría en el
Senado.
El
caso de Turquía nos hace recordar una de las frases más desacertadas del ex
presidente Rafael Caldera cuando perdió las elecciones con Jaime Lusinchi: «el
pueblo nunca se equivoca». Lo cierto es que los pueblos se equivocan con
demasiada frecuencia. Sin viajar muy lejos: elecciones presidenciales en
Venezuela diciembre de 1998 y el resultado: Hugo Chávez Frías.
Si nos
remitimos a Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía desde 2014 y Primer
Ministro entre 2003 y 2014, podemos escribir varios tomos de las razones por
las que los votantes turcos parecen hipnotizados. Esta es la primera vez que el
dictador turco, la antítesis de Kemal Atatürk el modernizador de su país, tiene
que ir a una segunda vuelta. Pero aun así obtuvo el 49% de los sufragios en una
jornada electoral en la que no se manifestó la tradicional abstención. La
participación logró un récord superior al 88%, más de 64 millones
de electores.
Significa
que la mitad del electorado turco ignora o no le importa que Erdogan sea un
islamista retrógrado, que sea abiertamente corrupto, que haya sido por sus
maniobras politiqueras e inmorales, el primer responsable el terremoto del 6 de
febrero de este año 2023 que ocasionó más de 50.000 muertes y alrededor de
cinco millones de desplazados. Ni el manejo de la pandemia ni la profunda
crisis económica del país parecen haberlo debilitado. Ni que haya ya sido
aliado del criminal Vladimir Putin. Su cercana amistad y colaboración con el
régimen de Nicolás Maduro es muy probable que no les importe y hasta les
simpatice a los turcos porque son ellos quienes se llevan la mejor tajada de
esa componenda.
La
euforia por esta primera derrota de Erdogan puede no durar, van a una segunda
vuelta y existe el peligro de que la gane por las divisiones en la
oposición. La coalición opositora incluye seis fuerzas políticas que van
del centro izquierda, pasando por partidos de corte islamista, hasta la derecha
nacionalista. Sinan Ogan es un candidato ultra que puede decidir con su apoyo
el próximo presidente de Turquía porque no se aviene con los otros partidos y
tiene resentimientos con Erdogan. Además el partido de Erdogan logró mayoría
parlamentaria.
Sin
llegar a acusar fraude, el ventajismo de Erdogan ha movido a la Comisión
Europea a exigir al gobierno turco que corrija las deficiencias detectadas en
las elecciones del domingo 14 de mayo. Como se lee en El País (16-5-2023):
«En un inusual comunicado, el alto representante para la Política Exterior
de la UE, Josep Borrell, y el comisario de Ampliación, Olivér Várhelyi, hacen
un «llamamiento» a las autoridades de Ankara para que tengan en cuenta las
conclusiones de las misiones de observación sobre los comicios de la OSCE
(Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa) y el Consejo de
Europa. «La UE otorga la máxima importancia a la necesidad de elecciones
transparentes, inclusivas y creíbles en igualdad de condiciones»,
Me he
permitido este recorrido por países que nos son tan remotos como Tailandia y
tan lejanos como Turquía solo para concluir que hasta las dictaduras –incluso
militares– pueden ser derrotadas mediante elecciones. Claro que entre muchas
condiciones la más importante es que el oponente sea producto de una oposición
unida y coherente. ¿Será esto posible en la Venezuela en que el candidato del
régimen, sea o no Maduro, jamás obtendría una votación ni remotamente cercana a
la de Erdogan?
Paulina
Gamus
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