José Castrillo 28 de mayo de 2023
A
través de este espacio hemos escrito sobre la crisis de la política como un
fenómeno ligado a los cambios acelerados que viene experimentando la humanidad
en lo económico, social y tecnológico.
La
evolución natural de la humanidad, con sus puntos de inflexión, crisis y
retrocesos, está asociada al arte de la política, a través de la cual se
regularizaron las relaciones de poder, permitiendo la coexistencia social y un
orden que garantizara la seguridad, protección y certidumbre en las sociedades
cada vez más complejas.
La política es una condición inherente al hombre, como ser social, que ha permitido la convivencia en la Polis. Sin la política, difícilmente pudiéramos vivir en comunidad, en medio de la diversidad y complejidad de actores e intereses que interactúan mediante estrategias de cooperación y conflicto.
Mediante
la política entiendo por tal, la competencia para gestionar y distribuir el poder,
normalizando la convivencia colectiva y generando el equilibrio dinámico entre
los distintos intereses existentes. Sin ella, la vida social tal cual la
conocemos no sería posible.
El
orden social y económico que predomina en las sociedades contemporáneas es
fruto del arte de la política, a través de las cuales los políticos y los
partidos acceden al poder del Estado para administrarlo, en función del bien
común, rol social que no puede relejarse o dejar de ejercerlo. Sin la política
no es posible la vida colectiva.
La
política y los políticos son los actores que permiten la convivencia colectiva,
aunque muchas veces han cometido errores, asumiendo programas o ideologías
políticas totalizadoras y verticales que se convirtieron en máquinas de
machacar gentes y pueblos, y degeneraron en actos de corrupción el
enriquecimiento personal, en desmedro del bien común. Pero aun con estas
fallas, sin la política la vida en la sociedad sería más brutal, desgarradora y
corta, parafraseando a Thomas Hobbes.
En los
últimos 20 años la desafección o aversión por la política ha venido creciendo,
en forma tal que se torna en una amenaza para la vida en sociedad. En todo el
mundo los principales actores del arte de la política como los partidos, sus
dirigentes, el gobierno, el Congreso y la burocracia estatal, son rechazados
por la mayoría de los ciudadanos. La confianza en estos actores cada día es
menor y cuando desconfiamos de los actores políticos y las instituciones que
hacen posible gestionar la vida en sociedad, una amenaza se cierne en el
horizonte.
Esta
desconfianza, junto a los miedos diversos (del presente y del futuro) tiene
graves consecuencias políticas y electorales tales como que la gente deja de
participar en los procesos electorales, los ciudadanos se retraen a su esfera
privada o económica, lo que influye en la irrupción de los outsiders desde
religiosos, empresarios, artistas, deportistas, entre otros, que procuran copar
los espacios de los políticos, mediante la retórica del miedo y la
estigmatización de los “otros, de los diferentes.”
En
este contexto de creciente descontento por la política, se abren las puertas a
una caja de pandora: los populistas y sus terribles simplificaciones. En un
mundo sumido por muchos miedos, entre otros, como el cambio climático, la
guerra nuclear, las nuevas tecnologías y el fin de las certezas sobre un futuro
mejor y sin alternativas para enfrentarlos, las sociedades, sin distinguir su
nivel de desarrollo, son presas fáciles de esa nueva camada de políticos
emergentes, que ofrecen recetas simples para enfrentar éstos y otros problemas
complejos.
Los
populistas se presentan como personas ajenos a la política tradicional, como
anti-elitistas y por tanto antipolíticos, que quieren el poder,
paradójicamente, la materia deseable de todo político, para cambiar la
realidad. Estos, con una capacidad para conectarse con los miedos colectivos,
suman apoyos y llegan al poder, complicando más la realidad y los problemas que
prometieron resolver.
La
aversión por la política es una amenaza existencial para las sociedades
contemporáneas, que requieren más política y políticos con formación y
capacidad para entender las complejidades del mundo actual, las nuevas
demandas, necesidades y problemas que afectan la vida colectiva.
En
medio de un mundo turbulento, complejo, lleno de incertidumbre y de conflictos,
necesitamos un liderazgo político que sepa abordar el ejercicio del poder en
tiempos acelerados, pero sin perder la visión de mediano y largo plazo.
La
política necesita ponderación equilibrada. El interés general sólo puede
defenderse desde el análisis de oportunidades, restricciones y la valoración de
cómo gestionarlo para garantizar el bien común. Para ello se requieren partidos
que formen sus cuadros dirigentes, para entender el mundo emergente.
Cuando
las instituciones políticas se adaptan a los cambios del contexto y a través de
la gestión del poder se solucionen con eficacia y eficiencia los problemas, los
miedos y necesidades de la gente, sin apelar a terribles implicaciones, se
recuperará la confianza en la política. A fin de cuenta lo que importa de un
gobierno, de la política, son sus resultados.
José
Castrillo
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