Daniel Lozano 27 de abril de 2024
El
apoyo de varios partidos a la candidatura de González Urrutia y el impulso de
Corina Machado generan una expectativa de cambio en el país
“El
gobierno de Nicolás Maduro perdió el norte y eso lo hace más
peligroso que nunca”. Cuando faltan apenas 90 días para las elecciones
presidenciales, Venezuela vive un escenario electoral tan inimaginable
como inestable, definido hoy por las dudas del chavismo, como advierte
Andrés Caleca, uno de los candidatos opositores en las primarias del año
pasado.
La firmeza de Plataforma Unitaria Democrática (PUD), que evitó el cisma opositor, y la presión internacional, encabezada por Estados Unidos y Brasil, provocaron que el tercer candidato elegido por la oposición democrática participe de momento en una carrera electoral bajo presión. Y este, el diplomático Edmundo González Urrutia, un candidato que no buscaba serlo, empezó con buen pie bajo el paraguas de la líder opositora María Corina Machado, que protagonizó dos jornadas de fervor popular en la Venezuela más profunda.
El
exembajador pasó en unos pocos días de ser un desconocido “cubre-puesto”
provisional a favorito de no mediar inhabilitación o ilegalización posterior.
Además de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), aparece como
candidato en las tarjetas de Un Nuevo Tiempo (UNT), el único partido del G-4
opositor que no está intervenido, y de Movimiento Por Venezuela (MVP).
En sus
comparecencias ante la Prensa, González Urrutia funge como el “hombre
tranquilo” de Graham Greene, capaz de liderar la transición soñada por
el 80% del país. Ya anticipó que, salvo en contadas excepciones, no
recorrerá el país, de lo que se encargará Machado en un tándem forzado por las
circunstancias que revela la excepcionalidad venezolana. Frente a la pasión que
se desborda al paso de Machado, en González Urrutia destacan templanza,
moderación y cierto sentido académico del humor, como cuando recordó que con su
jubilación tras 30 años de servicio diplomático apenas pudo comerse una
hamburguesa.
Ya las
encuestas predecían antes del cierre de postulaciones que cualquier candidato
apoyado por Machado doblaría en apoyo popular a Maduro. Incluso Héctor Navarro,
uno de los ministros favoritos de Hugo Chávez, ya anunció que le dará su voto.
“Si la
presión externa que hay sobre el chavismo incrementa con el pasar de los días,
la presión interna, con cada rincón del país que recibe a Machado
alzando la foto de Edmundo, eleva todavía más los costos de permanencia de un
régimen que sí, tiene las armas, pero hace mucho tiempo que no tiene el apoyo
de la gente a la que ha maltratado, humillado, dividido y reprimido”,
contextualiza el politólogo Walter Molina.
¿Hasta
cuándo permitirá el poder bolivariano que González Urrutia se mantenga en la
carrera? Esta es la gran pregunta que marca hoy unas elecciones inéditas. La
presencia de “Edmundo para todo el mundo”, como los jóvenes llaman
en las redes sociales al exembajador en la Argentina, obligó al Palacio de
Miraflores a reordenar las candidaturas satélite con las que busca confundir al
elector y mostrar una supuesta diversidad ideológica.
Tarjetón
electoral
Finalmente
el tarjetón electoral solo para hombres (tras el bloqueo
contra Machado y Corina Yoris) cuenta con 10 candidatos en
representación de 37 partidos. Un documento electoral no puede ocultar las
innumerables trampas empleadas por el chavismo. La primera es que Maduro
aparece en 13 lugares, en posiciones destacadas, como abanderado del Partido
Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y 12 de sus aliados del Gran Polo
Patriótico.
Entre
ellos destaca el histórico Partido Comunista de Venezuela (PCV), conocido como
el “gallo rojo”, a quien no solo se le prohibió presentar a su candidato,
Manuel Isidro Molina. El Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) arrebató el
PCV a sus verdaderos dirigentes y se lo entregó a un grupo de aliados
de Maduro, que se sumaron al apoyo del presidente pese a la indignación de sus
seguidores.
La
misma estrategia siguieron los jueces chavistas con otros partidos aliados de
la revolución, como Podemos, Patria Para Todos (PPT), Tupamaros, Movimiento
Electoral del Pueblo (MEP) y Unidad Popular Venezolana (UPV). En total, la
mitad de los aliados, seis de 12, fueron secuestrados por sus críticas a Chávez
o Maduro.
No
solo son los únicos empujados desde el poder. Movimiento Enamórate, Partido
Verde y Futuro fueron legalizados de forma exprés en pocos días, cuando por
ejemplo Vente Venezuela, partido de Machado, lleva una década intentándolo.
El
siguiente candidato con más apoyo es Antonio Ecarri, el hombre en Caracas del
expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero, a quien Maduro considera “un
muchacho con mucho futuro, que está moviendo gente en la calle”. A Ecarri lo
apoyan seis movimientos, incluidos tres que formaron parte de la oposición y
que también fueron intervenidos por el Supremo para abandonar la unidad
opositora: el Movimiento Ecologista, Avanzada Progresista y MIN Unidad.
El
último en sumarse a la causa de Ecarri es Fuerza Vecinal, que en principio
había optado por apoyar al controvertido gobernador Manuel Rosales.
Esta decisión ha provocado un verdadero terremoto político: dirigentes y
simpatizantes de todo el país se han sumado a la causa de Edmundo.
A Luis
Eduardo Martínez, apodado el Burro, lo apoyan seis partidos, comenzando por el
suyo propio, la llamada Acción Democrática judicializada. Los jueces de Maduro
impusieron a este partido histórico unos dirigentes que colaboran con el
gobierno sin mayor rubor.
El
mismo proceso sufrieron sus aliados Movimiento Republicano, la marxista Bandera
Roja, el Copei socialcristiano también intervenido y Derecha Democrática
Popular (DDP), dirigida por Luis Ratti, un oscuro operador político del
gobierno.
El
exalcalde y exprisionero político Daniel Ceballos dispone del apoyo de su
partido, Arepa Digital, creado en pocos días, y de Voluntad Popular, partido de
Leopoldo López intervenido por el gobierno. A Ceballos, rehabilitado en la
misma sentencia que mantuvo la inhabilitación de Machado, se le considera un
traidor en el seno de la oposición democrática.
Muy
parecido es el papel de José Brito, uno de los diputados denominados
“alacranes” por formar parte del grupo financiado por el magnate colombiano
Alex Saab, a quien la antigua Fiscalía venezolana considera el principal
testaferro de Maduro. Brito se ha favorecido con la intervención judicial
de Primero Justicia. Es uno de los colaboracionistas más cercanos al poder
bolivariano.
Al
menos tan polémico como Javier Bertucci, el pastor evangélico al frente de la
Alianza El Cambio, que se hizo famoso con el reparto de sopas en 2018 tras
protagonizar uno de los capítulos de los Panamá Papers. El exalcalde Claudio Fermín
es mera comparsa en esta historia electoral.
Cierran
el tarjetón dos de los aspirantes que sólo disfrutan de un apoyo partidario, en
ambos casos beneficiados por la magnanimidad revolucionaria, que permitió su
inscripción de forma exprés. Se trata de Benjamín Rausseo, el popular humorista
Conde del Guácharo, y del antiguo opositor Enrique Márquez, expulsado en 2018
de UNT, quien aseguró que se mantenía en carrera electoral ante “posibles
obstáculos” del régimen contra la oposición.
A
ambos (con Rausseo a la cabeza del pelotón de otros candidatos, según las
encuestas) se los ve como los más potables en el caso de que la espada de
Damocles del TSJ o del propio Consejo Nacional Electoral (CNE) caigan contra
González Urrutia. “Hablar de garantías es muy difícil, pero tengo
esperanzas”, concluyó el candidato sorpresa de la oposición.
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