Todos son caminos sinuosos e inéditos, hitos sobrevenidos, soluciones meticulosamente estudiadas para sortear cualquier tipo de horca caudina o vallado que puedan poner los amos del sistema electoral venezolano, convertido en militante seccional del partido de gobierno. Al final, cuando se avanza, tras cada prueba superada queda una estela de inimaginables récords Guinnes.
Fueron 184 días plenos de tensión e incertidumbre, bajo el asedio de amenazas y emboscadas judiciales los que transcurrieron desde el 22 de octubre del 2023, fecha de las elecciones primarias, hasta el pasado martes 23 de abril cuando finalmente la oposición pudo anunciar que tenía candidato firme, el señor embajador Edmundo González Urrutia, y tres tarjetas para elegirlo presidente: MUD, UNT y MPV. ¡Eureka! ¡Aleluya! ¡Coño, por fin…!
Sí, fueron 187 torturantes días con un final no apto para cardíacos, viendo como se agotaba el lapso para la sustitución de candidatos y con la espada de Damocles de la Sala Electoral del TSJ apuntando hacia la posible anulación de la tarjeta de la MUD. ¿Tendremos tarjeta sin candidato o candidato sin tarjeta? Así de aplastantemente pesimistas llegaron a ser las opciones.
¿Qué pasaba? ¿Por qué el CNE no hablaba, no permitía el acceso a su web, no recibía a nadie? Algunos visualizaban una infame jugarreta de última hora perfectamente conveniente a los intereses de régimen: tras la renuncia de la candidatura del gobernador Rosales, no se aceptaría las adhesiones de UNT y MPV y anularían la tarjeta de la MUD, con lo que el tercer candidato presentado por la oposición después de las dos Corinas tampoco podría montarse en el tren electoral.
El tiempo corría inexplicablemente. ¿Con quién negociaban? ¿Con los gringos? ¿Con el Fiscal de la Corte Penal Internacional que les había traído muy malas noticias?¿Sería que Petro y Lula lo tenían asido por la corbata?¿O debatían ferozmente entre ellos? ¿O era todo suplicio deliberado? Y al fin, agónicamente, el anuncio: adhesiones y tarjetas habían superado todos los escollos.
Respiremos hondo, regocijémonos de que se haya concluido una etapa crucial con dos objetivos sine qua non cumplidos: candidato y tarjetas. Y sobre esa base impulsarse vigorosamente hacia el triunfo en las elecciones presidenciales el próximo 28 de julio. La percepción del cambio inminente se va ampliando ante nosotros como una auspiciosa alborada.
Viene ahora un titánico esfuerzo organizativo para tener en cada mesa de cada centro electoral esos miles de hombres y mujeres que no dejará que el triunfo pueda ser escamoteado por ningún respecto, ni en las mesas ni fuera de ellas y prevalezca la voluntad soberana del pueblo. Unidad y voto. Voto depositado, voto contado y defendido.
Pero además de eso se necesitará una gran sinergia entre la candidata nonata, la que mayor capital político acumuló desde las primarias del 22 de octubre, y el candidato con el que se logró burlar los cerrojos del CNE. Y entre ambos y la dirigencia de los partidos. Ahora hemos entrado en una nueva fase, y son los 90 días que hoy nos separan del acto electoral del 28 de Julio.
Edmundo González es de esos hombres que todos estos años han permanecido perseverando discretamente sin abandonar la lucha. Con espíritu amplio y sereno, ha comenzado a explicarle a todos los sectores cómo visualiza la nueva Venezuela que habrá de construirse a partir del próximo gobierno, mientras María Corina Machado dinamiza con sus recorridos el entusiasmo popular que ella motiva los apoyos al candidato emergente.
Tiene que ser muy estrecha y sólida la alianza nacional que resultará ganadora para atravesar con estabilidad y paz los 166 días que separarán el 28 de julio del 10 de enero, la fecha prevista para el cambio de mando. Un lapso absurdo, abusivo, una deleznable maniobra desde el poder.
El primer mensaje del candidato –Edmundo a secas, como familiarmente lo llama el país desde el primer día– ha sido de filigrana política. De su contenido queremos destacar dos párrafos elocuentemente orientadores: «Nadie puede ser indiferente a la situación de millones de compatriotas nuestros. Una pobreza que se expande mientras la inflación persiste y la moneda pierde valor real. Servicios de salud y educación en regresión que acentúan la desigualdad. Servicios de agua y electricidad decadentes que dañan la vida diaria e impiden el crecimiento económico. Familias separadas por la inmigración masiva, aún a riesgo de su propia existencia”.
Al invocar la unidad de todos los venezolanos, González se pronunció, anhelo generalizado, «por una Venezuela de todos, donde nadie se sienta temor a ser perseguido por sus ideas. Una Venezuela con justicia, donde se garantice la autonomía e independencia de los poderes públicos. Estamos comprometidos a llevar adelante una transición en la que se garantice la libertad de los presos políticos, el retorno de los exiliados y de todos los venezolanos que se han ido y quieren regresar, la adecuación de los poderes públicos para que prive la independencia de los mismos y el posicionamiento para que nuestro país vuelva a ser una referencia democrática internacional». Que así sea por el bien de la patria venezolana y todos sus hijos.
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