Las secuelas por el impacto de la pandemia en la salud mental siguen presentes, aunque ya no usemos el tapaboca. Distintos organismos y especialistas han advertido sobre la generación o agravamiento de trastornos psicológicos y emocionales; la depresión, los trastornos generados por adicciones, la ansiedad, el estrés, el pánico o la ideación suicida.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) ha advertido que en las Américas las enfermedades de salud mental han sido una epidemia silenciosa, que lleva a la región a tener el segundo nivel más alto de consumo de alcohol a nivel mundial, así como la ansiedad y la depresión como las dos principales causas de discapacidad.
Las pantallas también contribuyen
“Si olvidas el celular, sientes que te olvidaste los pantalones o la falda”, expresa el sociólogo y filósofo Zygmunt Bauman. Reflexiona este pensador sobre el impacto que tiene la imposibilidad de estar solos, siempre podemos conectarnos en una plataforma que me ofrece la posibilidad de ver y oír lo que quiero y desechar lo que me disgusta (lo que no puedo hacer en la vida real).
Esta creciente omnipresencia de la tecnología tiene un impacto especial en los adolescentes que no conciben un mundo sin estar hiperconectados. El uso de las redes sociales durante más de dos horas al día también se ha asociado, de forma independiente, con la mala auto apreciación de la salud mental, un aumento de los niveles de angustia psicológica y la ideación suicida. Este fenómeno se ha etiquetado incluso como «depresión de Facebook».
El dormir menos y peor, por estar conectados o revisando los mensajes que llegan, se convierte en un factor que afecta la socialización y el rendimiento. La no aceptación de la propia imagen corporal por los estereotipos que se manejan en plataformas con Instagram está propiciando múltiples trastornos, entre ellos, los alimenticios.
El ciberacoso y diferentes formas de violencia también a través de las pantallas constituye otro elemento de preocupación. La masificación de redes de mensajería instantánea como WhatsApp han incrementado notablemente la posibilidad de que mensajes violentos puedan difundirse rápidamente.
Miedo a perderse algo
Corresponde a esa necesidad compulsiva a estar permanentemente conectados, viendo lo que otros están haciendo, pudiendo alimentar un sentimiento de que nos estamos perdiendo algo.
Todos estos peligros afectan el desarrollo de nuestros adolescentes y su salud mental. Nos preocupa ver la cantidad de niños y adolescentes viviendo la vida con sus dispositivos; pero sintiéndose muy solos.
La generación más conectada de la historia es la más desconectada de sí misma y de quienes están más próximos. Pensar que se conoce la vida de las figuras públicas, desconociendo lo que piensan y sienten los propios hijos.
Repensar el papel de las escuelas
En estos momentos es fundamental, más que nunca, la generación del contacto afectivo para generar el vínculo, el encuentro con y entre los estudiantes. Puede constituir la diferencia para mantenerlos motivados y para prender la chispa de las ganas de querer seguir estudiando, de la curiosidad base fundamental que mueve el deseo de aprender, para detectar situaciones de agresiones o violencia, de desmotivación, depresión o ideación suicida.
Urge que las familias, directivos, docentes y autoridades educativas entiendan las complejidades del momento que estamos viviendo. La educación debe adaptarse al momento (y no al revés) para mantener la salud física y emocional del estudiantado. Necesitamos una escuela con la capacidad de aprender y evolucionar con el momento actual. Una educación que sea capaz de avivar y conectar con el proyecto de vida de los estudiantes en el momento actual (especialmente los adolescentes y jóvenes).
Promover la introspección
“La meditación es una práctica mental para entrenar la atención para alcanzar la calma, una comprensión más profunda de uno mismo y más claridad mental. La meditación en las nuevas generaciones reduce del estrés y la ansiedad, mejora la atención y la concentración, permite el desarrollo de la empatía y la compasión, sobre todo en el caso de los chicos, que están bombardeados por imágenes y, al mismo tiempo, hay un abuso de las nuevas tecnologías, las nuevas pantallas”.
Resonamos con estas palabras de Alejandro Castro Santander, experto argentino en la gestión de la convivencia escolar: Los tiempos y sus circunstancias ameritan que promovamos en forma decidida recursos para aprender a vencer el miedo de encontrarnos con nosotros mismos.
https://efectococuyo.com/opinion/desconectados-de-nosotros-mismos/
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