Julio César Arreaza B. 29 de abril de 2024
Después
de 26 años de múltiples comprobaciones concluimos que el régimen usurpador, que
reprime y encarcela por trabajar y solicitar elecciones libres y limpias,
merece el calificativo de bazofia.
Abrogó
el principio cardinal de la alternabilidad en el poder, al disolver las
instituciones republicanas que resguardan el sistema democrático.
Le dio
un golpe fascista a la espontánea manifestación de la soberanía popular
expresada espléndidamente el 22 de octubre.
Le ha
tocado duro al pueblo, en ejercicio de sus derechos políticos, enfrentar todo
tipo de desmanes, entre ellos, la violencia y cobardía contumaces, amparadas
por las armas desviadas delincuencialmente en su contra por empeñarse en
organizarse alrededor de la defensa de la soberanía popular.
Es un
hecho que ante una contundente victoria, los militares reconocerían a María
Corina, esto lo sabe el usurpador y la saca de un dedazo de la contienda.
Ante el muro abyecto de instituciones prosternadas surgieron dos sustituciones, y la segunda a duras penas logró inscribirse.
El
venezolano quiere elegir a pesar de que cambien, para crear trabas y confusión,
el nombre de los planteles de las escuelas que sirven de centros de votación.
Es un contrasentido la propiciación de artimañas, violando el orden
constitucional, para desmotivar la participación electoral, cuando la
obligación del Estado es auspiciarla masivamente por todos los medios
disponibles. Así se procedía cuando teníamos democracia y por eso nunca
aceptaremos dolosas actuaciones dirigidas a perturbar el proceso primario de la
soberanía popular: es un derecho fundamental. Se parece a todo menos a una
elección por los innumerables obstáculos.
Encaramos
a un sistema electoral pernicioso, se habla de centros clandestinos que suman
1.4 millones de electores. El CNE del régimen, presuntamente, manipula la
informática y los algoritmos son una caja negra que no han sido cambiados. A
los pocos electores del exterior los ponen a votar, por ejemplo, en San
Fernando de Apure. Al régimen no le importa su impopularidad y por eso niega
representación a las fuerzas reales de la sociedad.
La
unidad no es contubernio sino con la gente, articulando sus anhelos y
representándolos realmente. Así se alcanza el desiderátum de una configuración
orgánica. La política es la gestión de los problemas comunes y compartidos.
La estructura social de Venezuela es mucho más crítica que en 1998, y sorteamos
el peligro latente de una élite voraz, iletrada y acomodaticia.
Es
mandatorio trabajar desde la verdad, y por eso respaldamos a la líder del
coraje que ha conectado con el país y lo recorre promoviendo la candidatura
emergente del embajador Edmundo González, un hombre serio, con trayectoria
limpia y conocimiento del Estado.
Libertad
para Javier Tarazona, los policías metropolitanos, los comandos de Vente, Rocío
San Miguel, Dignora Hernández, Henry Alviarez, Carlos Julio Rojas y los
hermanos Guevara! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni
exiliados!
Julio
César Arreaza B.
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