Ismael Pérez Vigil 20 de abril de 2024
@Ismael_Perez
En la
discusión, al menos la pública, por medios de comunicación y redes sociales
(RRSS), con relación a la candidatura unitaria de la oposición y sus
dificultades para registrarse en el CNE y luego para encontrar una solución a
los intentos fallidos el 25 de marzo, podemos observar algo de lo que dije en
mi artículo de la semana pasada (Discusiones Políticas, en: https://bit.ly/4az4uWk): se han mezclado
posiciones políticas y errores objetivos, no solo para criticar, oponerse o
corregir una decisión que se considera errada o acertada, sino que se ha ido
más allá, minando las posibilidades de integración y unidad con calificaciones
de todo tipo a las personas y sus intenciones.
¿Cómo defenderemos alguna candidatura?
Por el
fragor de la discusión −el tono de la disputa, la pasión con la que se
argumenta, se defienden y atacan las posiciones− parece que nadie se pasea por
el hecho de que el 28 de julio (28-J), habrá que llegar a una única
candidatura, si queremos tener alguna oportunidad de ganar −y ya esta
afirmación, que es de Perogrullo, seguro que se considerara sesgada−; ¿Estarán
dispuestos los de una u otra opción en disputa a votar por la otra opción, a la
que han descalificado con toda clase de adjetivos, términos ofensivos y
denigrantes? Peor aún, ¿Alguien ha medido el costo del daño en imagen que se
hace a las candidatas o candidatos, a los que se descalifica sin
contemplaciones y como pudiera afectar la decisión de votar de los electores?
Para quienes les gusta ser pragmáticos, ¿Cómo le vamos a decir al pueblo
venezolano que el 28-J tendrá que votar por una candidatura a la que hemos
descalificado con los peores términos? Si bien es cierto que, afortunadamente,
las figuras principales han tenido cierta moderación y guardado la “compostura”
−con algunos excusables deslices−, no se puede decir lo mismo de los
partidarios de las diferentes corrientes, sobre todo en artículos, en medios e
intervenciones y declaraciones difundidas por redes sociales (RRSS)
La
discusión de la candidatura.
Para
el momento en que se publique este artículo estará en la calle la decisión de
la oposición democrática con respecto a las candidaturas. Confío en que una vez
más, cuando eso ocurra se haya llegado a una decisión políticamente racional y
que a pesar de todo y las agudas diferencias, de las controversias, de las
agendas y objetivos particulares, en la oposición democrática, al final, se
logre dejar todo de lado; se superen las diferencias políticas internas, nos
quedemos en lo sustantivo y como siempre se consigan, para el 28-J, los
“acuerdos” políticos y electorales importantes que siempre hemos tenido: la
Coordinadora Democrática, la Mesa de la Unidad Democrática y la Plataforma
Unitaria, son un ejemplo de eso. No reconocer esto, peor que un error, es una
mezquindad.
No
tiene sentido especular con escenarios que se pueden desbaratar como una escultura
de arena con la primera ola de la realidad; por otra parte, tampoco tiene
sentido continuar lamentando los gruesos errores cometidos a partir del 21 de
marzo y que nos condujeron a la lamentable situación de diatriba en RRSS que
vivimos y aún persiste. Y aunque tampoco tiene ya mucho sentido argumentar a
fondo sobre el tema de la inhabilitación de personas y partidos, solo para
desmontar algunos argumentos falaces y solo para efectos de inventario, vale la
pena recordar que, el 22 de octubre no había ningún candidato inhabilitado.
Capriles y Superlano se habían retirado de la contienda y Maria Corina Machado
fue “inhabilitada” días después de que ganó la elección Primaria.
En
cualquier caso, e independientemente de la decisión sobre el candidato, la
búsqueda de la restitución de sus plenos derechos políticos a personas y
partidos de la oposición democrática, inconstitucionalmente inhabilitados, debe
continuar. Porque una cosa es que no tengamos la fuerza suficiente para imponer
nuestras condiciones electorales y otra es que aceptemos pasivamente las que
nos están imponiendo. Y esto no es solo por un tema de principios, abstractos,
sino por estrategia política. Los llamados candidatos y partidos inhabilitados
deben continuar en la actividad política y electoral porque es la única manera,
en este momento, de movilizar masivamente a la población en pro del cambio
político, más allá de las fantasías, urdidas en teclados, muy lejos de la
realidad. Debemos demostrar, a nosotros mismos, al gobierno y al mundo, que así
como defendemos el resultado del 22 de octubre, vamos a defender el resultado
del 28-J, sin ningún tipo de vacilación; además, se impone montar la estructura
que cuidará y defenderá los votos el 28-J y organizar todo el proceso de
movilización de la población, que va más allá de la elección misma, hacia el
cambio político en el país.
Eficacia
de las alianzas.
Pero
al mismo tiempo, lo ocurrido nos debe llevar a reflexionar, más a fondo, con
respecto a las “alianzas opositoras” que estamos logrando o las que hemos
logrado en los últimos 25 años. Son sin duda alianzas electorales perfectas;
logramos candidatos unitarios −aunque no sean únicos− por los que se vota
masivamente. Y la gente le pasa factura sin compasión a los que vulneran la
unidad, pues tienen más claro que nosotros −los “analistas”, los “asesores” y
los “lideres” políticos−, que a quien hay que derrotar y de quien en el fondo
hay que cuidarse es de los que están del otro lado de la calle, en la acera de
enfrente. Pero no es suficiente preparar a la gente para la coyuntura
electoral, la carrera es de más largo aliento y las alianzas políticas que
preceden o siguen a las alianzas electorales no han sido tan fuertes y no somos
capaces de sostener en el largo o mediano plazo los triunfos importantes que se
consiguen. Ilustremos con algunos ejemplos.
Ejemplos
negativos.
Pensemos
en lo ocurrido con la Asamblea Nacional (AN) en 2015; a las pocas horas
perdimos la mayoría calificada que se logró y se dejó durante cinco años a un
Estado, Amazonas, sin representación parlamentaria adecuada y nada pudimos
hacer al respecto; después, se anularon todas las decisiones de la AN, se
persiguió y obligó al exilio a varios diputados, se privó del presupuesto y
recursos a la Asamblea y un largo etcétera; hasta que se la remplazó con una
Asamblea Constituyente, que ocupó su recinto, usurpó sus funciones, y que ni
siquiera llegó a presentar un borrador de Constitución, que fue la tarea para
la que supuestamente fue electa.
Por
mencionar solo otro caso, tenemos el de la repetición de la elección para la
Gobernación de Barinas en enero de 2022, evento señero que se esgrime como
ejemplo de “la unidad que se debe lograr” −y que lo es− pero que después del
ejemplo extraordinario que se dio al vencer todas las dificultades y trabas y
derrotar al candidato oficial, al que favorecieron con todos los recursos del
Estado, vimos como el Gobernador −electo con los votos opositores− descalificó
la Primaria acordada y promovida por la PU, su base de sustentación, y solicitó
la posposición del evento, por “no estar dadas las condiciones”, en un Estado
en donde votaron, en una elección primaria −que suele ser un evento al que
concurren un porcentaje reducido de electores− el 63% de los que votaron por él
en enero de 2022; nunca escuchamos sus excusas, públicas, como fueron sus
declaraciones en contra de la elección Primaria del 22 de octubre. Al igual que
las del Gobernador de Cojedes que asumió respecto de la Primaria, una posición
similar. Y dejo hasta aquí los ejemplos de la imperfección de nuestras alianzas
políticas.
No
participación, boicot, abstención.
Dicho
lo anterior, tampoco me parece inteligente el descrédito que se lanzó en contra
de varias candidaturas, supuestamente basadas en mágicos números de encuestas,
que siempre nos dicen que solo son “fotografías” del momento, pero que se toman
como oráculos y dicen descubrir en ellas el sentir popular que se reduce a que,
si no es la opción que cada quien plantea, ninguna otra alcanzará el fervor
popular. Porque, aunque algunos lo niegan, y sostienen que no es el caso hablar
al respecto, lo cierto es que esa posición −me refiero a la “abstención”−
encierra un riesgo importante, que mina la necesaria unidad e inhibe la
participación y posible defensa del voto y resultado del 28-J.
Todos
sabemos lo distante que está el proceso electoral actual de las aspiraciones de
competitividad, democracia, justicia y libertad electoral que aspiramos; pero,
debemos cuidarnos al dar algunas caracterizaciones del proceso, pues flota en
el ambiente ese fantasma de negar la “participación electoral”. Y con esto no
estoy diciendo que todos los que se refieren críticamente a lo que ocurre,
estén planteando esa alternativa; pero, eso es lo que se comienza a recoger ya en
algunos círculos, medios de comunicación y RRSS; tendencia que, desde luego, es
estimulada por quienes buscan, desde el gobierno, la “abstención”, selectiva,
de la oposición democrática; no de todos los opositores y no tan masiva,
obviamente, pues también necesitan “legitimar” interna e internacionalmente el
proceso del 28-J; pero sí buscan y estimulan la “suficiente” abstención, como
para que sea imposible un triunfo opositor.
EL
síndrome de la última oportunidad.
Daniel
Innerarity, el autor al que ya me he referido en artículos anteriores, define
como “el síndrome de la última oportunidad”, esa idea del líder político −que
en Venezuela hemos perdido−, que: “las derrotas en política son siempre
provisionales y que tendrá en el futuro otra oportunidad…”. En las elecciones
se planifica solo para ese momento, como si fuera una “última oportunidad” y si
no se logran los objetivos, vienen las frustraciones y decepciones y caemos en
el vicio, pendular, de “participación y abstención”. Se hace necesario comenzar
a definir las alianzas no solo como momentos electorales, sino como algo a
mucho más largo plazo y −como concluye Innerarity−, es necesario: “…liberar a
la política de sus dos principales defectos: la excesiva personalización y la
excesiva urgencia temporal”. No me mal interpreten, no dudo de la urgencia
temporal después de 25 años, pero tenemos que comenzar a trasmitir de otra
manera el sentido de la urgencia, para evitar que la unidad sea algo “lábil”,
sin mayor fuerza, que se quiebra a la primera arremetida y a la primera
frustración.
Conclusión.
Celebro
que la candidata seleccionada el 22 de octubre haya reanudado su campaña
política, que va más allá de lo electoral y motiva y moviliza al país; ojalá
los demás lideres políticos se incorporen a esta tarea, en conjunto o
individualmente. Deseo que tengamos éxito en hacer que se respete el resultado
del 22 de octubre y que, en cualquier circunstancia, las fuerzas democráticas
logren una vez más, como ha sido siempre, un acuerdo para el 28-J: “evitando la
dispersión del voto por el cambio.” (L. Ugalde, ver: https://bit.ly/3VNQl35) Nuestra mejor
estrategia, antes que denigrar mutuamente de alguna de las candidaturas, es
lograr movilizar al país para votar el 28-J y defender ese resultado, porque
todo lo que no contribuya a eso es apostar en contra del cambio político y
estimular “el síndrome de la última oportunidad”.
Ismael
Pérez Vigil
@Ismael_Perez
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