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miércoles, 15 de septiembre de 2010

MUTATIS MUTANDI, El país del 27 de septiembre


Por Alonso Moleiro

E l jueves pasado, en un penetrante artículo de opinión, el periodista Eugenio Martínez comenzaba a figurarse los escenarios post 26 de septiembre.

Las elecciones parlamentarias que se avecinan ofrecen, al menos en materia de votos netos, un intricado pronóstico y una paridad de fuerzas que demandan una alerta especial por parte de las fuerzas democráticas.

Parece claro que el chavismo tiene la seña de la radicalización entre sus primeras opciones. No hay nada seguro en política, pero descartarlo sería una locura. La posibilidad de una Asamblea Constituyente le puede brindar al gobierno un marco legal mucho más cómodo para hacer lo que quiere con el país. Toda la sociedad tiene que estar preparada para impedirlo.

De lo dicho por Eugenio, por cierto, se desprende una segunda conclusión que muy pronto se transformará en demanda. Esto no lo dice él, lo digo yo: la urgencia de que las instancias formales de la Unidad Democrática terminen de consolidarse.

Los partidos políticos de la oposición tienen en este momento en sus manos una enorme responsabilidad: dotar a la oposición de un comando político permanente. No habrá "hoja de ruta" invocada que sea posible si tal cosa no tiene lugar.

Una secretaría ejecutiva parecida a la actual, con una estructura burocrática sencilla, dotada, probablemente, de algunas atribuciones adicionales que interpreten el carácter diverso y federado de la sociedad democrática. Asistida de una sala situacional que les permita conquistar un elemento cardinal, que jamás ha sido un haber en esta agónica pugna: la percepción estratégica. El desarrollo de políticas de mediano y el largo plazo Si esa instancia coordinadora es lo suficientemente flexible como para promover el crecimiento de cada uno de los partidos ­que en el fondo lo que van es a alimentarla­ y la sociedad civil termina de concurrir a ella por voluntad propia, estaremos avanzando de verdad hacia la conquista definitiva de la voluntad nacional.

No hago esta afirmación por deporte. A un número creciente de personas les viene quedando claro por ahí anda un grupo de valiosos venezolanos complotados en la insólita tarea de dinamitar el costoso esfuerzo que ha significado unidad como logro neto, invocando un vacuo discurso generacional que lo único que esconde son mezquindades y aspiraciones personales que no se han materializado. Todos sostenidos por un puñado de argumentos baladíes que no resisten una discusión de cinco minutos.

Acompañados, por cierto, por perfumados análisis que les hacen predespacho, que quieren lucir muy doctos, que no son para nada imparciales y que no tienen nada de inocentes.

Realidad ésta que es complementada por la conducta que puede observarse en ciertos sectores que en este momento hacen proselitismo: concurrentes que transitan la consigna unitaria porque no hay otro remedio, que acuden a la mesa como si se tratara de ir al dentista, ganados a la idea de desarrollar una campaña electoral fiestera y sin contenido, haciendo cálculos exclusivos sobre curules y micropartidos. El síndrome de los políticos portátiles que tanta responsabilidad tienen con su proceder y su medianía en la consolidación del liderazgo de Hugo Chávez.

Vamos a estar claros. Para muchos, para la mayoría, la Mesa de la Unidad es una realidad consolidada sobre la cual es necesario abonar. Para otros es apenas una alianza electoral forzada porque no queda otro remedio.

No se trata de que nos guste o no: sin una alianza que cristalice un proyecto de unidad nacional el gobierno terminará de imponer su tenebroso proyecto. El tema no es ni siquiera la MUD como instancia. A la Mud le podemos poner otro nombre, si eso es lo urticante. Les regalo otros tres: lud, pud, cud. Sin una plataforma de partidos que cobije a la sociedad civil hoy amenazada, que segregue una estructura permanente y les otorgue a los partidos autonomía de vuelo para orientar sus políticas de crecimiento ­partidos que incluye a los complotados aludidos, que fingen no serlo pero lo son- no habrá proyecto político que camine.

En cristiano: o hay unidad, o hay algo de altura, o hay algo de nobleza, o hay un verdadero liderazgo, o se va imponiendo cierta consciencia de la gravedad del problema, o nos enterraremos unos a otros con el mismo presidente en Miraflores.

Me sirvo de nuevo de otros ejemplos donde la fórmula pudo caminar: La Unión Nacional Opositora Nicaraguense; la Concertación de Chile, el Frente Amplio de Uruguay. Ensayos políticos en los cuales dirigentes parecidos a Rómulo Betancourt, Rafael Caldera, Jóvito Villalba y Gustavo Machado pudieron ver más allá de su nariz cediendo en sus apetencias personales.

Existe una enorme oportunidad para caer de pie y obtener un excelente resultado en estas elecciones.

Para poder tener visiones que duren es necesario abonar en lo que ya se ha logrado.

Publicado por:
Domingo 12 de Septiembre de 2010 | TalCual

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